Por Azucena Martínez
Hablar de diversidad e inclusión es algo con lo que muchas empresas dicen estar comprometidas afirmando tener políticas claras y valores sólidos. Pero, ¿qué pasa cuando esas ideas se ponen a prueba en las interacciones del día a día? Déjenme contarles un ejemplo:
Estábamos en una junta, un equipo formado en un 98% por mujeres. La persona líder, un hombre, con toda la confianza del mundo, dijo: «No se pueden quejar, es un equipo de puras mujeres.» Y como si no fuera suficiente, remató con: «Somos súper inclusivos en esta empresa.»
La sala quedó en silencio. Ese tipo de silencio que incomoda, que se siente pesado. Algunas soltaron risas nerviosas; otras solo bajamos la mirada. A pesar de la incomodidad evidente, nadie tuvo la seguridad de decir: “Oye, esto está fuera de lugar”.
Al reflexionar, me di cuenta de algo que pasa más seguido de lo que creemos: confundir diversidad con inclusión. Tal vez esta persona quería resaltar un logro en términos de género, pero dejó en evidencia dos cosas:
- Que no entendemos del todo qué significa ser inclusivos.
- Que hay gestos, como este comentario, que refuerzan desigualdades en lugar de combatirlas.
Aunque probablemente no quiso excluir, reflejó algo muy común: sesgos inconscientes. Esos que parecen inofensivos, pero que cuestionan la legitimidad de las personas y perpetúan prejuicios.
Cumplir con cuotas no es inclusión: cumplir con cuotas puede ser un primer paso para diversificar equipos, pero no resuelve el problema de fondo. La verdadera pregunta es: ¿cómo viven esas personas incluidas su día a día dentro de la organización?
Lo básico que damos por sentado
Por eso quiero empezar desde lo más básico: “first things first”. Muchas veces, creemos que entendemos temas como discriminación, diversidad o inclusión y asumimos que hacemos lo suficiente. Pero esa suposición puede jugarnos en contra. Nos lleva a pensar que nuestras acciones están «bien», cuando tal vez solo estamos marcando casillas en lugar de generar cambios reales.
Diversidad e inclusión: ¿Cuál es la diferencia?
- Diversidad (el qué): La riqueza de nuestras diferencias: género, orientación sexual, etnia, edad, capacidades funcionales o neuronales. Su objetivo es visibilizar y representar.
- Inclusión (el cómo): Crear espacios donde todas las voces sean escuchadas, respetadas y valoradas.
Ambas son necesarias, pero sin inclusión, la diversidad puede ser superficial o incluso hostil.
Diversidad sin inclusión: Cuando el esfuerzo se queda corto
Un espacio diverso no siempre es inclusivo. Puedes invitar a todas las personas a la mesa, pero si no se sienten cómodas ni valoradas, el esfuerzo se queda corto. Esto puede derivar en: discriminación sutil, desigualdad de oportunidades, ambientes hostiles.Reconocer esta diferencia nos invita a mirar más allá de las apariencias y evaluar si estamos creando espacios verdaderamente equitativos.
¿Por qué deberíamos pensar en esto?
Estas situaciones no son excepcionales. Incluso en lugares que parecen respetuosos y cordiales, persisten actitudes o prácticas que refuerzan desigualdades.El comentario del líder dejó claro que todavía es “atípico” ver a tantas mujeres en un equipo. Ese mensaje, aunque implícito, pone en duda los logros de quienes están ahí.
Esto nos invita a reflexionar:
- ¿Cómo vivimos la diversidad en nuestras organizaciones?
- ¿Estamos creando espacios donde todas las personas se sientan valoradas y escuchadas?
Construir una cultura inclusiva: no se trata solo de cumplir cuotas. Se trata de construir espacios donde cada persona se sienta valorada y tenga oportunidades reales de participación. Esto requiere reflexión y compromiso.
Pregúntate:
- ¿Qué tipo de ambiente quieres fomentar?
- ¿Tu empresa tiene políticas claras de inclusión?
- ¿Qué puedes hacer para transformar tu espacio en uno más seguro y equitativo?
La inclusión exige acción diaria. Es un ejercicio cotidiano que implica reflexionar sobre tus sesgos, identificar áreas de mejora y tomar decisiones para que cada persona pueda ser auténtica. La responsabilidad no es solo de quienes sufren la exclusión. Nos toca a todas las personas trabajar para que el entorno sea más justo y humano.
La verdadera inclusión requiere valentía para cuestionar lo que creemos que está bien y la determinación de construir algo mejor.
¿Qué harás hoy para que tu entorno sea más inclusivo?
Azucena Martínez es estratega con más de una década de experiencia colaborando con marcas globales y un firme compromiso con la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI). Su formación en instituciones como el Tecnológico de Monterrey, Fudan University y Cambridge Judge Business School le ha brindado bases sólidas, mientras que las experiencias compartidas con personas de contextos diversos han enriquecido su perspectiva y ampliado su visión del mundo.