Incansable periodista estadounidense, Alma Reed fue aguerrida defensora de las personas más desprotegidas y una de las principales difusoras del renacimiento del arte mexicano que se dio a partir de los años veinte, luego de la Revolución Mexicana; su máquina de escribir era su arma favorita, la letra y su alto sentido de la filantropía, sus municiones.
Sus vínculos profesionales y sentimentales estuvieron siempre ligados a México, por lo cual el Museo Nacional de Historia (MNH), Castillo de Chapultepec, rinde un homenaje a la periodista mediante la exposición Alma Reed, fragmentos de un retrato, que inició el pasado el 27 de noviembre y permanecerá hasta febrero de 2009. La entrada es gratuita y el horario de visitas es de las 9:00 a las 17:00 horas.
El recinto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) albergará cerca de 190 piezas entre artículos personales y textos de Reed, así como otros objetos que, si bien no fueron de su propiedad, tuvieron que ver con su vida y labor periodística. Destacan una vestimenta mestiza, aretes, sombreros, reportajes, tipografías y publicaciones de la época, entre otras.
Salvador Rueda, director del MNH, mencionó que el objetivo de esta exposición es ofrecer un panorama más amplio de la historia a partir de personajes que él mismo cataloga como de “articulación”, es decir, aquellos que no fueron protagonistas directos de los acontecimientos pero que desde sus trincheras ayudaron a difundir los sucesos, como el caso de Alma Reed.
“Fue un personaje que sirvió como articulación entre las ideas y los hechos, en un periodo de la historia de nuestro país en el que los mexicanos se descubrían a sí mismos y que ella los proyectó al exterior, tal fue el caso de José Clemente Orozco y Diego Rivera con su pintura mural”, agregó.
La muestra forma parte de los festejos previos del Centenario de la Revolución Mexicana, que el MNH organiza como parte de sus actividades permanentes. A pesar de que Reed no fue una mártir de la guerra, si fue una pieza fundamental para la proyección cultural de México al mundo.
Los que la conocieron y otros que investigan y recuperan su trabajo, se refieren a ella como la principal difusora del arte mexicano postrevolucionario, y causante de que esta vertiente se volviera parte de la actividad artística universal, siempre caracterizado por su toque cosmopolita.
Nacida en San Francisco, California, Estados Unidos, Alma Reed se distinguió por sus esfuerzos a favor de los débiles y necesitados. Uno de los acontecimientos más sonados fue la defensa que hizo en 1921 de un joven mexicano sentenciado a muerte a los 17 años en la nación norteamericana. Ganó el caso y motivó la implementación de reglamentos que ayudarán en la futura defensa de los migrantes.
El caso fue recuperado por la prensa mexicana, por lo que el entonces presidente Álvaro Obregón, la invitó a visitar México. En su estancia, Reed se encontró con Orozco y Rivera en plena creación de algunos de sus murales más conocidos y, días después, se traslada a Mérida para ser testigo de las primeras excavaciones arqueológicas en Chichén Itzá, a cargo de Edward Thompson.
Tanto las expresiones artísticas muralistas como los descubrimientos arqueológicos fueron abordados por la periodista en una serie de reportajes que se publicaron en el New York Times. A su regreso a Estados Unidos, el tabloide neoyorquino le encomendó una nueva visita a México, específicamente a Yucatán, donde conoció al que se convertiría en el amor de su vida, Felipe Carrillo Puerto.
«Reed estaba convencida que la responsabilidad del siglo XX era enlazar y ajustar cuentas con la historia; ella hacía justicia al ligar acontecimientos con el mundo, proyectaba a los creadores de la época como herederos de un pasado a partir del cual realizaron sus obras” destacó Rueda.
Su ideología encontró eco en la de Carrillo Puerto, hombre de tendencias socialistas que formó parte de las filas de Emiliano Zapata durante la Revolución Mexicana. Ambos se enamoraron al grado que el entonces gobernador de Yucatán (1922) se divorció de su esposa para poder casarse con Alma Reed.
Él fue, en cierta manera, el principal responsable de que a la periodista se le conociera también como “La Peregrina”, luego de que le encargara un poema a Luis de la Vega, musicalizado por Ricardo Palmerín, hecho que inmortalizó la canción que lleva el mismo nombre.
“La peregrina de la humanidad”, Alma Reed, murió en la Ciudad de México, el 20 de noviembre de 1966. Su legado se circunscribe a diferentes áreas de la actividad artística y filantrópica.
Fuente: Cimacnoticias