Los estándares para la eficiencia de energía han sido promovidos como una de las formas más sencillas de combatir el calentamiento global. Sin embargo, paradójicamente, eso podría resultar en más emisiones, señala un creciente número de economistas.
El problema se conoce como el efecto rebote de la energía. Mientras que no hay duda de que los automóviles de consumo eficiente de combustible queman menos gasolina por kilómetro, el costo más bajo de la misma suele fomentar que se maneje más. También hay un efecto rebote indirecto al tiempo que los automovilistas usan el dinero que se ahorran en gasolina para comprar otras cosas que producen emisiones de gases invernadero, como aparatos electrónicos nuevos o viajes para vacacionar en aviones que consumen mucho combustóleo.
En algunos casos, se consume más energía de la que habría usado sin la mayor eficiencia. A esto se le llama la Paradoja de Jevons, en honor al economista británico del siglo 18 que observó que aunque la máquina de vapor extraía energía de forma eficiente del carbón, también estimulaba tanto crecimiento económico que el consumo de carbón se incrementó.
Dicha paradoja fue ignorada en términos generales por los ambientalistas modernos, quienes han argumentado que los efectos rebote son mucho más pequeños hoy en día. Sin embargo, los economistas encuentran una y otra vez evidencias de lo contrario.
El Breakthrough Institute, un grupo de investigación estadounidense que estudia formas de desacelerar el calentamiento global, advierte que los «efectos rebote son reales y significativos».
«Los defensores de la eficiencia intentan distraer la atención del efecto rebote al decir que nadie va a ponerse a aspirar más porque su aspiradora sea más eficiente», dijo Michael Shellenberger, quien ayudó a realizar un sondeo para el instituto. «Pero eso no considera el panorama a nivel macro y global, particularmente cuando se toma en cuenta toda la energía que se utiliza para fabricar productos y producir energía utilizable como electricidad y gasolina a partir del carbón y el petróleo.
Cuando se incrementa la eficiencia de una planta acerera en China, probablemente se verá una mayor producción de acero y, por lo tanto, más consumo de energía».
Un ejemplo es lo que sucedió con la iluminación en el transcurso de tres siglos. Al tiempo que la gente ha pasado de las velas a las lámparas de queroseno y a los focos incandescentes, la cantidad de energía necesaria para producir una unidad de luz se ha reducido en gran medida.
Sin embargo, la gente ha encontrado tantos lugares nuevos que alumbrar que actualmente gastamos la misma proporción de nuestros ingresos en luz que nuestros ancestros pobres en el siglo 18, de acuerdo con un análisis de la publicación The Journal of Physics.
Estas nuevas luces, sin embargo, producen muchos otros beneficios, así como muchas otras mejoras en la eficiencia de energía contribuyen a un bienestar general al disminuir costos y estimular el crecimiento económico. A largo plazo, ese crecimiento económico podría fomentar innovadoras tecnologías nuevas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, si el objetivo inmediato es reducir emisiones, entonces parece arriesgado contar con alcanzarlo al mejorar la eficiencia de energía.
«Los mandatos de eficiencia se han convertido en mantras positivas invocadas por los políticos», dijo Sam Kazman, de Competitive Enterprise Institute, grupo de investigación orientado al mercado. «Si las tecnologías fueran tan buenas, no necesitarían ser impuestas por ley».
La gente va a encontrar formas de usar la energía de un modo más eficiente: esa es la historia de la civilización. Sin embargo, no cuenten con un menor consumo de energía.
Fuente: Reforma, Suplemento The New York Times, p. 5.
Fecha: 26 de marzo de 2011.