Las trabajadoras «no han presentado pruebas convincentes de que exista una política discriminatoria», según el alto tribunal estadounidense
Buenas noticias para Walmart, para las grandes compañías y pésimas noticias para las trabajadoras del gigante norteamericano. Las mujeres que demandaron por discriminación sexual al mayor minorista del mundo, la cadena de grandes almacenes WalMart, sabían que su lucha era la de David contra Goliath. Si el Tribunal Supremo de Estados Unidos les hubiera dado la razón, la decisión hubiera afectado a más personas que el número total que a día de hoy sirven en el Ejército, la Marina, las Fuerzas Aéreas, los Marines y los Guardacostas de EE UU. Más de millón y medio de mujeres hubieran puesto contra las cuerdas a WalMart. Pero el Supremo ha dicho, de forma unánime, ‘no’, y ha ganado Goliath.
Los jueces del Supremo han argumentado en contra de la demanda colectiva que los abogados de las cinco mujeres que en 2001 iniciaron la querella contra Wal-Mart han fracasado en su intento de probar que existía una política corporativa común destinada a discriminar a las mujeres de la empresa. Las trabajadoras «no han presentado pruebas convincentes de que exista una política discriminatoria en cuanto al pago y los ascensos a nivel nacional», ha escrito el juez Antonin Scalia, en nombre de la mayoría conservadora de la Corte.
El máximo tribunal ha sido unánime en varios aspectos y ha estado dividido en otros respecto de la querella. Por ejemplo, cuatro magistrados (Ruth Ginsburg, Stephen Breyer, Sonia Sotomayor y Elena Kagan) han expresado que ellos hubieran devuelto el caso a una instancia inferior para que las trabajadoras pudieran intentar hacer prosperar la demanda colectiva bajo otro ángulo legal. Sin embargo, en lo que todos han estado de acuerdo es en que «la Corte descalifica la demanda colectiva», ha escrito Ginsburg, como portavoz de la minoría liberal.
A partir de ahora, las mujeres que buscaban ser reivindicadas jurídicamente en el Supremo pueden continuar su lucha de forma individual, lo que es una labor de titanes que a la larga les reportaría muchísimo menos dinero y que sin duda no pondría ninguna presión sobre Wal-Mart. Dos de las mujeres que habían demandado a la empresa, Betty Dukes y Christine Kwapnoski, estaban presentes en el momento de la lectura del fallo.
El caso se remonta al año 2001, cuando Betty Dukes alegó que a pesar de haber trabajado duro y bien durante seis años se le denegó, por ser mujer, acceder a los cursos de formación que le habrían reportado puestos superiores y mejor remunerados, lo que es una violación del Título VII del Acta de Derechos Civiles de 1964. Si el Supremo hubiera fallado a favor de las denunciantes, la sentencia hubiera tenido sin duda consecuencias que hubieran ido más allá de las fronteras económicas del mayor minorista del mundo -las indemnizaciones serían de miles de millones- ya que las demandas colectivas aumentan la presión en las empresas para que busquen arreglos debido al alto costo que acarrea la defensa y para evitar onerosos juicios largos.
El caso conocido como ‘Dukes contra Wal-Mart’ hubiera marcado sin duda un antes y un después en la historia de las relaciones laborales de Estados Unidos, como lo ha probado el hecho de que para que se hubiera llegado a celebrar un juicio se haya tenido que pasar primero por el Supremo para que decida quién puede participar en la querella. El Supremo no decidía si había habido discriminación o no, sólo abría la puerta a un proceso judicial.
El caso que presentó Dukes junto a otras cinco compañeras -y que hubiera afectado a más de 1,5 millones de mujeres que hubieran trabajado antes de 1998 en cualquiera de los 3.400 centros que Wal-Mart tiene en el mundo- languideció durante años en Cortes de Apelaciones hasta que el año pasado el Supremo decidió intervenir en el asunto. Si las mujeres denunciaban de manera colectiva, tenían alguna esperanza.Si luchaban individualmente contra una gran corporación como es WalMart, sus posibilidades de ganar eran casi nulas. «Es David contra Goliath», dijo Jocelyn Larkin, una de las abogadas de las mujeres.
Las mujeres representan dos tercios de la plantilla de la cadena pero ganan un 14% menos que cualquier hombre, según datos recogidos en la denuncia. De media, una mujer tarda más de cuatro años en lograr ascender a asistente de encargado frente a los menos de tres que tarda un hombre. Wal-Mart ha negado siempre todo lo anterior y ha enfatizado que su política corporativa prohíbe «cualquier tipo de discriminación a la vez que promueve la diversidad y garantiza un tratamiento igualitario».
Pero las más de 100 declaraciones de mujeres que habían aportado su testimonio como base para la denuncia dibujaban un escenario muy diferente. Algunas hablaban de cómo a los gerentes hombres les gustaba celebrar reuniones en clubs de ‘strippers’ o como no veían extraño reunirse por negocios en los restaurantes Hooters (donde las camareras tienen que tener grandes pechos y llevar faldas mínimas) a pesar de las quejas de las compañeras femeninas. Otra mujer explicaba que su superior le dijo que «se arreglara» y se quitara «las telarañas que le colgaban del maquillaje». En otro caso, un supervisor espetó a una subordinada: «Emperifollate; cómprate unas pinturas y vístete mejor».
Wal-Mart ha ganado y como temían los grupos de defensa de los derechos civiles el mensaje que se ha enviado es que si eres demasiado grande nadie te va a demandar. El hecho de que por primera vez en la historia haya habido tres mujeres sentadas en la máxima corte (el total es de nueve jueces), todas nombradas por presidentes demócratas, una de ellas -Ruth Ginsburg- con una dilatada carrera en defensa de los derechos de las mujeres, parece haber tenido poco peso -excepto las anotaciones de devolver el expedeinte a una instancia inferior- a la hora de sopesar un caso de desigualdad, sexismo y techos de cristal.
Fuente: El País.com
Por: Yolanda Monge
Publicada: 20 de Julio 2011