Garantizar el acceso al agua y saneamiento para todos es fundamental para asegurar las condiciones que permitan avanzar hacia un mundo más justo. Sin embargo, a pesar de las sucesivas declaraciones, el problema de cómo proveer de agua y saneamiento a la población más empobrecida del planeta sigue siendo una cuestión urgente y no resuelta. Y desde luego, no por falta de medios y conocimientos técnicos.
Todavía hoy, de acuerdo a los datos de la última Evaluación global del estado del agua y el saneamiento en el mundo realizada por la OMS el año pasado, más de 2.600 millones de personas no disponen de ningún sistema de saneamiento mejorado y cerca de 900 millones de personas no tienen acceso a agua para beber.
Sabemos que acceder a sistemas de saneamiento mejorado y disponer de agua potabilizada podría reducir drásticamente las enfermedades diarreicas y evitar los dos millones de muertes infantiles que esta situación acarrea. Se ha reiterado que el impacto de las enfermedades diarreicas en menores de 15 años es mayor que el efecto combinado del VIH y el sida, la malaria y la tuberculosis. Conocemos, igualmente, que asegurar agua limpia y un saneamiento básico a las realidades de las poblaciones de menores recursos ahorraría a estos estados enormes ahorros en sus cuentas sanitarias y les haría ganar en productividad. El Banco Mundial ha estimado la rentabilidad de las inversiones realizadas en agua y saneamiento. Dependiendo de países, asegurar agua y saneamiento para todos, podría traducirse en incrementos del PIB entre un 2% y un 7%.
Las ventajas de afrontar este problema y resolverlo de una vez por todas parecen evidentes. Sin embargo, la mayor parte de países destinan recursos insuficientes para poner término a esta situación. De igual manera, globalmente considerada, la Ayuda Oficial al Desarrollo de los países de la OCDE destinada a facilitar el acceso al agua y al saneamiento, ha descendido durante la última década del 8% que se destinaba en 1997 al escaso 5% en el 2008. Al mismo tiempo, paradójicamente, el monto destinado a salud ha ido aumentando, pasando del 7% al 12 %.
Diríase que la acción colectiva para poner término a este problema y conseguir este objetivo en el marco de los ODM está fracasando. Somos 7.000 millones de personas en el mundo. Si no abordamos este problema colectivo de una vez por todas, la situación empeorará para un número creciente de seres humanos que seguirán sufriendo inútilmente situaciones perfectamente evitables; y es muy posible también que este fracaso de la acción colectiva global pase también su factura en nuestras sociedades opulentas y satisfechas que en un momento de crisis están recortando su cooperación con las sociedades más empobrecidas. No seguir impulsando este esfuerzo común para poner término a la lacra de la pobreza en el mundo a pesar de la recesión y la crisis económica sería un error político y un síntoma de corrosión ética.
Fuente: Ecodes.org
Por: Olga Ara Y Enrique Uldemolins.
Publicada: 20 de Junio 2011