Actualmente podemos observar una tendencia de las empresas hacia una imagen más amigable con el medio ambiente y más responsable con el uso de la energía. Dicha tendencia tiene varias razones de ser, pero las más importantes son las relacionadas con los aspectos de la exigencia de un mercado emergente de consumidores más responsables con el medio ambiente y los ahorros económicos que se han obtenidos al aplicar buenas prácticas energéticas en las empresas.
En consecuencia, cada vez más organizaciones se comprometen con el tema ambiental y energético, ya que ven oportunidades de aumentar sus ganancias. En suma, la responsabilidad ambiental y energética es un factor que las empresas toman más en serio cada día, debido a que los clientes así lo están exigiendo y su incorporación a la estrategia empresarial está generando mayores beneficios.
Sin embargo, la responsabilidad social de las organizaciones le queda todavía un largo camino que recorrer, ya que la mayoría de las empresas todavía sigue en un modelo que busca hacer siempre lo mismo. Es decir, la creación de valor para el accionista, definida esta como la ganancia derivada del exceso de la rentabilidad obtenida del capital invertido. Sin embargo, en los tiempos que nos ha tocado vivir, no es suficiente orientar la gestión de la empresa para satisfacer el interés del accionista, ya que determinados cambios en el entorno social y económico de las empresas están poniendo de manifiesto la necesidad de orientar la creación de valor a todos los grupos de interés. Es decir, empezar por la creación de valor a los propios trabajadores (clientes internos), también a los clientes externos, proveedores, intermediarios y a la sociedad en general.
En este contexto, al igual que un barco que viaja a la deriva sin un rumbo establecido, las organizaciones que no definen adecuadamente la propuesta de valor que le proveerán a sus grupos de interés y el modelo de negocios que les asegurará el entregar dicha propuesta de valor, no llegarán a buen puerto, ya que esta situación genera una enfermedad letal en las organizaciones, pues ocasiona una posición competitiva basada exclusivamente en una guerra de precios. En consecuencia, dichas empresas son llevadas por la corriente que causa el mercado, la competencia y las condiciones económicas del entorno. Sin embargo, hay otro grupo de empresas que han empezado a ver la luz al final del túnel, y se han dado cuenta que a través de representar un valor para la comunidad, de desarrollar la cooperación social, conseguir la identificación con el cliente interno y externo, logran felizmente pasar los peligros de las crisis económicas.
Este éxito empresarial, se debe en gran medida al papel que la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) juega a la hora de responder a los retos presentes y futuros de la sociedad. Estos retos son motivados por mega tendencias como por ejemplo la conservación de la energía y la protección del clima, o también por llevar adelante propuestas de solidaridad y compromiso social. Por ejemplo, como puedan ser los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que proclamó en el año 2000 la Asamblea General de Naciones Unidas. Es decir, erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, reducir la mortalidad infantil, promover la igualdad entre géneros, mejorar la salud de la población y garantizar el desarrollo sostenible del medio ambiente. Todos estos objetivos, son las exigencias mínimas de justicia y responsabilidad social que cualquier ciudadano del mundo deberíamos exigir a nuestros gobernantes y a las multinacionales y empresas en las que compramos sus productos, ya que no llevarlas adelante es caer bajo mínimos en nuestra condición humana, donde quizás, ya estemos al límite a causa del egoísmo, la avaricia y la codicia, que nos ha convertido en una sociedad fragmentada. Es como si hubiéramos caído a un orden inferior de nuestra dignidad humana, teniendo la percepción que en esta sociedad consumista materialista predomina el orden animal, donde el hombre se ha convertido en un lobo para el hombre, a través de la violencia, la competencia y la desconfianza.
En este contexto es bueno recuperar las enseñanzas del filósofo Max Scheler, el cual admitía una inteligencia compartida por el ser humano y el animal, pero en el ser humano hay algo más al tener un ser ‘espiritual’, gracias al cual rompe el encierro y la clausura orgánica en la que vive el animal y está abierto al ‘mundo’. Sin duda alguna, para salir de esta situación de crisis debemos aprender a escuchar a nuestro ser espiritual, abrirnos al mundo y desarrollar un sentido de justicia social y solidaridad con los demás habitantes de este planeta, que nos garantice un futuro donde el éxito empresarial dependa exclusivamente en la capacidad que tenga las organizaciones de aportar soluciones inteligentes relacionadas con las mega tendencias y las necesidades de justicia social en este mundo.
Fuente: La Verdad.es
Por: Pedro Juan Martín Castejón, vicedecano Facultad de Economía y Empresa UMU
Publicada: 26 de julio de 2011.