El Pacto Mundial capítulo México sumó un eslabón a su cadena en medio de un impasse, gracias al interés manifestado desde el sector empresarial por lo que es la iniciativa más grande en responsabilidad social en el mundo y que cuenta con el impulso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Con más de 8,000 participantes de 135 países y una historia de 12 años y medio, el Pacto Mundial llegó a México en el 2005 con el objetivo de fomentar entre las empresas la adopción de 10 principios en derechos humanos, derechos laborales, medio ambiente y anticorrupción.
En un inicio, la red local del Pacto se vinculó directamente al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y estuvo encabezada por una representante mexicana de la ONU, quien en el 2009 fue designada para dirigir desde Bogotá los esfuerzos regionales del Pacto Mundial.
En esas circunstancias, el ánimo empresarial cobró vitalidad. Ocho participantes de la red -siete empresas y una institución académica- fueron invitados por la ONU para integrar un comité; de una de las compañías, Xcaret, proviene Rodolfo Sagahón, nuevo coordinador de la Oficina del Pacto Mundial en México.
“La creación del comité busca que las empresas tomen el liderazgo de la iniciativa, al tiempo que la Oficina se transfiere a la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial”, explicó entrevistado por El Economista.
Camino trazado
Sagahón tiene objetivos bien definidos: aumentar a 300 los 226 participantes del Pacto Mundial en México para julio del 2012; promover prácticas empresariales exitosas a través de foros de diálogo entre los participantes de la red; apoyar a las empresas en sus informes de avance – único requisito para mantenerse en el Pacto-, y realizar a partir del próximo año eventos públicos para difundir el tema entre todos los interesados.
En esta nueva fase, el Comité formado por las empresas Xcaret, Asur, Expok, Scotiabank, Toks, Cementos Cruz Azul y PricewaterhouseCoopers, así como por el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE) aportan recursos monetarios y en especie para mantener viva a la Oficina.
El reto ahora es anclar la cadena y tirar de ella. “Buscamos que las empresas se den cuenta de la utilidad del Pacto Mundial y empiecen a contribuir de manera voluntaria; una Oficina dependiente de ocho donantes no será sustentable mucho tiempo”, advirtió Felipe González, del IPADE.
Fuente: El Economista, Emprendedores Sociales p. 28, 29.
Por: Alejandra Aguilar.
Publicada: 2 de agosto de 2011.