Forma y Fondo CLXXVIII
En un ejercicio de sondeo de opinión en el que se preguntó el significado del título que hoy nos ocupa, no resultó extraño que la gran mayoría de las respuestas fueran del no se al ni idea tengo, es decir, desconocimiento total. Esta es una de tantas denominaciones y conceptos a los que se pone poca atención por la poca difusión que se da a muchos reportes comparativos.
El Índice de Desempeño Ambiental es uno de ellos, y es el método para clasificar y cuantificar numéricamente el desempeño de las políticas ambientales de un país. También se conoce por sus siglas en inglés EPI, Enviromental Performance Index. Anterior a esta hubo otra denominación: ESI, Enviromental Sustainability Index, entre 1999 y 2005.
Ambos indicadores fueron desarrollados por el Centro de Política y Ley Ambiental de la Universidad de Yale, en conjunto con la Red de Información del Centro Internacional de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Columbia. El ESI fue desarrollado para evaluar la sustentabilidad entre países y debido a diferencias en el enfoque, apareció el EPI, que utiliza indicadores orientados hacia resultados, de ahí que sirva como índice de comparación y más comprensible para políticos, científicos, ambientalistas y ciudadanía en general.
A la fecha se han publicado tres informes: el Índice de Desempeño Ambiental Piloto de 2006, el Índice de Desempeño Ambiental de 2008 y el Índice de Desempeño Ambiental de 2010. En este último, el comportamiento de los países se enmarcó en veinticinco mediciones que prácticamente valoraron la salud del medio ambiente y el ecosistema vital.
Las categorías son: calidad de vida, calidad del aire, eficiencia del transporte público, generación de gases de efecto invernadero que ocasionan el cambio climático, el impacto de los sistemas agrícolas y pesqueros, la conservación de la masa forestal, la protección de la biodiversidad vegetal y animal, la calidad del agua y su índice de estrés hídrico, regulación de agroquímicos, generación de bióxido de carbono, industrias generadoras de contaminantes y más puntos. El Índice de Desempeño Ambiental se configura como referencia para que los países puedan mejorar el medio ambiente y la salud de la población.
Entre los ciento sesenta y tres países incluidos, encabezan la lista por su mejor desempeño: Islandia, Suiza, Costa Rica, Suecia y Noruega; en América Latina también destacaron Cuba, lugar nueve, Colombia, lugar diez y Chile, lugar dieciséis. Los países con calificación más baja fueron: Togo, Angola, Mauritania, República Centroafricana y Sierra Leona.
A nivel mundial, México se ubicó en el lugar cuarenta y tres y en América en el treceavo lugar. En el caso de Costa Rica, ocupó el tercer lugar, debido a sus grandes inversiones en infraestructura ambiental, control de contaminantes y políticas de desarrollo sustentable con visión a largo plazo. En cuanto a las emisiones de bióxido de azufre, efecto de la combustión de diesel sucio con altos contenidos de azufre, México ocupa el lugar ciento catorce. Sus consecuencias son afectaciones en la respiración, agravamiento de las enfermedades respiratorias ya existente y enfermedades cardiovasculares.
Hay dos caminos para alcanzar la máxima calificación y tener un alto rango ecológico: el primero, que el país cuente con ecosistemas sanos y una alta biodiversidad; la segunda, que siendo un país industrializado, se haya creado suficiente riqueza para compensar su contaminación y limpiar sus ecosistemas. La puntuación máxima es de cien puntos y fue Islandia el país que alcanzó 93.5, logrando el primer lugar.
En México existe el Sistema Nacional de Indicadores Ambientales (SNIA) que a través de distintas series de indicadores, cerca de ciento veinte, ofrece una visión breve y clara de los cambios, en ocho temas básicos: atmósfera, agua, suelo, residuos sólidos municipales, residuos peligrosos, biodiversidad, recursos forestales y pesqueros.
El análisis e integración de la información es el resultado del compendio de datos recabados, de utilidad para todo aquel interesado en los recursos naturales y medio ambiente del país, como académicos, investigadores, estudiantes, público en general y organismos de gobierno.
No se ha logrado que la responsabilidad social sea por igual en los tres segmentos protagonistas: gobiernos, empresas y ciudadanía. Los primeros por la falta de visión a mediano y largo plazo en las políticas de desarrollo sustentable. Los esfuerzos que hacen no son suficientes, porque están supeditados a los tiempos electorales. Entre las empresas, cada vez hay más que se integran a la corriente de las pocas que entendieron desde un principio la interrelación Naturaleza-producción y la importancia de ser amigables con el medio ambiente adecuando su imagen y su producción.
Son muchas ya las que contagian a las que están al margen de ese ejercicio de responsabilidad, para que se unan. En cuanto a la ciudadanía, es tema por demás difícil debido a la poca conciencia y deficiente educación ambiental. La forma: esta responsabilidad además de compartida, actualmente tiene que ser la filosofía en donde se enmarquen los criterios y el comportamiento ético en conjunto, como estrategia de funcionamiento y supervivencia. El fondo: entender que la responsabilidad social es hermana de la conciencia ambiental, porque: TODOS SOMOS NATURALEZA. [email protected]
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Fuente: Acacia Fundación Ambiental A.C