El 16 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Protección de la Capa de Ozono. Este día fue instituido en 1995 por la Organización de la Naciones Unidas para conmemorar la firma del Protocolo de Montreal, tratado internacional que tiene como principal objetivo proteger la capa de ozono mediante la reducción gradual hasta llegar a la eliminación de substancias que agotan el ozono estratosférico.
La conmemoración del evento pareciera escapar del interés común de la población en su diario cotidiano; esto es irónico, porque la capa de ozono es esencial para la vida en el planeta. Ahora bien, cabría preguntarse la forma en conmemorar una fecha en que se acordó a favor del bienestar del planeta, y tal vez no encontremos un consenso, así se propone hacer una reflexión sobre las acciones que llevaron a la firma del citado protocolo, y como tal ha ejercido de manera imperceptible un cambio generalizado en nuestras vidas; es más, y ya con el ejercicio reflexivo en marcha, es pertinente identificar la relevancia de lecciones aprendidas durante el proceso en la solución de otros fenómenos globales, por ejemplo cambio climático.
De manera general pueden señalarse tres acciones relevantes que en secuencia desembocaron en la firma del protocolo de Montreal: 1) El papel de la investigación científica para elucidar el fenómeno, 2) El posicionamiento de sectores socioeconómicos y políticos alrededor del globo, 3) El consenso internacional.
La investigación científica de Frank Sherwood Roland y Mario Molina en 1974 (basados en una propuesta de Paul Crutzen y Harold Johnson sobre la destrucción de ozono por óxido nitroso), logra a través de observación crítica y creativa elucidar el mecanismo de reacción química mediante el cual los clorofluorocarbonos (CFC) expuestos a la radiación solar UV, una vez disociados en radicales libres de cloro que destruyen moléculas de ozono estratosférico, mismas que funcionan como un escudo efectivo ante radiaciones ultravioletas que vienen del sol; radiaciones peligrosas para los seres humanos, animales, plantas y la misma autorregulación de procesos en la tierra.
La posición que tomaron los gobiernos, en Europa especialmente, fue de apoyo a la millonaria industria de los CFC1, sector que no sólo se opuso, sino descalificó el hallazgo científico. La negación al hallazgo se extendió a los sectores industriales vinculados a la producción y consumo de los CFC en diversos países, incluidos aquellos sectores donde se usaban gases refrigerantes, propelentes de aerosoles, espumas de poliuretanos, extintores de incendio, agentes fungicidas, etcétera. Oposición que no debería ser sorpresiva si se considera que hasta entonces, los CFC eran considerados inertes, seguros, lo suficientemente densos para no alcanzar capas altas de la atmósfera, de producción económica y tecnológicamente factibles.
Las sociedades en los diferentes países reaccionaron de manera distinta a la amenaza que representaban los CFC para la capa de ozono, la reacción oscilaba entre indiferencia o preocupación, en este último rubro hay que resaltar el ejemplo en los EU, donde de manera espontanea, sin regulación y casi a título personal, la población dejó de consumir dos tercios de latas de “spray” hacia 1977.
El debate y controversia dio paso a los estudios de caracterización que llevaron a confirmar el mecanismo por el que actuaban las sustancias que agotan el ozono hacia 1976; si quedaban incrédulos, en 1985 recibieron una demoledora evidencia cuando Farman, Gardinaer y Shanklin publicaron su hallazgo del agujero en la capa de ozono sobre Antártica. El hecho sirvió como evidencia suficiente para que algunos gobiernos cambiaran o reafirmaran opinión.
El convencimiento gubernamental, aun a pesar de las incertidumbres asociadas, dio paso a la acción y de manera ejemplar se llega a un tratado ambiental de cooperación internacional para tomar acciones globales en pos de reducir la producción y consumo de CFC. A la fecha, se han estabilizado las concentraciones atmosféricas de los principales CFC; sin embargo han aumentado la concentración de hidroclorofluorocarbonos (HFC), que son usados como compuesto sucedáneos, y que también tienen la característica de agotar ozono, aunque en menor escala.
CAMBIO CLIMÁTICO. Ahora bien, el símil con otro fenómeno global actual igualmente controvertido es inmediato. El cambio climático se relaciona con la destrucción de la capa de ozono en que los compuestos que agotan el ozono estratosférico también tienen altos potenciales de calentamiento.
La similitud entre los dos fenómenos globales no se limita a compartir fuentes causales, es preciso reconocer que ambos fenómenos poseen una extrema complejidad. A fin de entender lo que sucede, se necesita ir mas allá de un área de conocimiento científico; para empezar a entender tales fenómenos se precisa una nueva formar de aproximarse y lidiar con los problemas, es necesaria una forma interdisciplinaria, integral e inclusiva entre áreas de conocimiento tanto científicas como sociales.
Para entender a estos fenómenos se necesita percibir al mundo como un sistema interrelacionado donde ocurren procesos físicos, químicos y biológicos en la tierra, el mar y el suelo; procesos que se ven afectados por factores sociales, políticos y económicos.
Dentro de la compleja naturaleza de los fenómenos globales, es importante resaltar la reacción de la población, los gobiernos y los sectores económicos. Se observa que la población enterada y convencida tiene el poder de imponer regulaciones y boicotear productos, hecho que si bien sucede no es lo común, es más bien frecuente que la sociedad opte por la incredulidad. De manera superficial, podría pensarse que tal suspicacia emerge de la difícil percepción y falta de comprensión del propio fenómeno global; su efecto tangible en la vida diaria del colectivo común. De manera profunda, cabe el cuestionamiento que la reacción de desconfianza es lo esperado al enfrentarse ante un cambio de paradigma que ponga en jaque los mecanismos familiares de producción, comercio y consumo.
Por su parte, la reacción de los gobiernos es cauta y de apoyo al sector productivo, y aunque comprensible, pospone medidas necesarias y obstaculiza innovación tecnológica. Por su parte, los intereses económicos del sector productivo se anteponen a modificaciones, que si bien a corto plazo serán difíciles y caros, a largo plazo los harán más competitivos.
Cerrando estas reflexiones con una nota positiva, es justo concluir que la fecha conmemora un acuerdo de cooperación internacional para enfrentar un fenómeno ambiental global, acuerdo que ejemplifica que tales consensos son posibles. Las lecciones aprendidas nos muestran la manera de alcanzarlos.
1Parson E. 2003. Protecting the ozone layer: science and strategy. Oxford University Press
Fuente: Cronica.com.mx
Por: Gabriela Muñoz, doctora en Ciencias Ambientales por Imperial College e investigadora del departamento de Estudios Urbanos y del Medio Ambiente de El Colegio de la Frontera Norte (Colef) [email protected]
Publicada: 9 de septiembre de 2011.