Nuestra economía se ha transformado en un sistema vertebrado que le concede el poder al mercado y donde las empresas privadas son las principales generadoras de riqueza. Por lo tanto, el compromiso de estas empresas con la responsabilidad social tiene impactos muy importantes para la vida de millones de personas.
Los mexicanos quieren una democracia más eficaz para generar consensos políticos y gobernabilidad, pero también demandan una economía de mercado con un rostro más humano, capaz de promover la inclusión social y cerrar las brechas de desigualdad.
Si no logramos que la economía de mercado incorpore a más mexicanos al desarrollo, habrá, como dice Carlos Slim, “una fatiga de la sociedad y una nostalgia por el populismo”.
Hoy, solo el 6 por ciento de los mexicanos opina que el Estado puede resolver todos los problemas y, en cambio, hay una mayor confianza en el poder emprendedor de los ciudadanos. El 60 por ciento de los mexicanos está de acuerdo en que la empresa privada es indispensable para el desarrollo del país.
Necesitamos que la libre empresa asuma ese papel social más activo que reclaman nuestros ciudadanos. Necesitamos dosis cada vez más grandes de responsabilidad social empresarial.
Sin embargo, como lo ha informado el Centro Mexicano para la Filantropía A.C., solo mil de las 950 mil empresas que existen en el país trabajan con principios de responsabilidad social. No es nada. Tenemos un déficit preocupante de ciudadanía corporativa.
Necesitamos más empresas invirtiendo en la agenda social, no para sustituir las obligaciones que por ley tiene el Estado, sino para potenciar los esfuerzos. Hoy, es una obligación moral ineludible de las corporaciones privadas el sumar recursos y esfuerzos con los gobiernos en un marco de corresponsabilidad.
Creo profundamente en el cambio y tengo el coraje para asumir las decisiones que tengo que asumir. México tiene que transformarse, y nuestra generación tiene que dejarle algo al país.
Graham Bell dijo en alguna ocasión: “Nunca andes por el camino trazado, pues te conducirá únicamente hacia donde los otros fueron”.
Tiene toda la razón. Si no innovamos, si no abrimos puertas a la construcción de sólidas alianzas público-privadas y con la sociedad civil, si no dejamos atrás las acciones aisladas no vamos a cumplir nuestros objetivos.
Hay quienes abogan por separar las esferas públicas de los ciudadanos. Aducen que existen intereses y reglas diferentes. Tienen razón y tal vez ahí radica el problema de la falta de unión para crear la visión y la fuerza que transforme al país. Hay medios diferentes, pero deben de converger en un solo fin: bienestar y prosperidad para todos.
Es tiempo de romper paradigmas y barreras políticas para darnos la oportunidad de encontrar nuevas formas de resolver, a través de la responsabilidad social y de gobierno, las condiciones de desigualdad que nos impiden avanzar.
Es hora de las decisiones y la oportunidad de transformar lo que no sirve y crear lo necesario para mejorar los resultados.
La unión de fuerzas de las capacidades públicas, con las de las empresas y los ciudadanos, debe estar al frente de un gran acuerdo nacional por un México mejor y más próspero.
Dice Edmundo Hoffens que: “La única diferencia entre un sueño y un objetivo es una fecha”. Convirtamos la esperanza en realidad. Convirtamos el poder de elegir de los mexicanos en una gran fuerza ciudadana por los acuerdos que México necesita para avanzar con crecimiento y oportunidad para todos. Que el proceso electoral de julio se convierta en el inicio de un nuevo México, grande, poderoso y generoso con todos.
Fuente: Marcopaz.mx
Por: Marco Paz, Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, con especialidad en Análisis Político por la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Publicada: 13 de febrero de 2012.