Los límites de nuestro sistema económico actual han quedado en evidencia con los continuos signos del cambio climático causado por la actividad humana, el aumento de la desigualdad de ingreso, una gran parte del mundo en desarrollo que continúa luchando y la recesión mundial que ha mostrado la fragilidad del capitalismo dirigido por las finanzas. Tal vez la crisis bancaria haya abierto una oportunidad para hacer de la sostenibilidad una realidad, ya que ha obligado a repensar las bases de nuestro sistema económico.
Los dos conceptos básicos que aparecen aquí son el de “crecimiento verde” y el de “economía verde”. Ambos han surgido recientemente como una posible de salida de la crisis. Sin embargo, no son nuevos en absoluto y están basados en evaluación anteriores ya existentes sobre la capacidad del sistema económico de absorber el impacto ambiental de la producción y el consumo. En términos más técnicos, significa nada menos que un esfuerzo por “internalizar las externalidades”.
Esta teoría tiene varias ventajas. La economía verde es una mejor alternativa que el modelo de crecimiento actual. Por ejemplo, puede revitalizar la economía en momentos de recesión económica por medio de la movilización de nuevas inversiones, la creación de empleo en sectores emergentes o procesos de innovación. El crecimiento verde también puede fomentar la inversión en innovaciones ambientales. Por su parte, sectores ecologistas (llamados modernistas ecológicos) plantean que la eficiencia de los recursos puede promover un menor gasto en producción y crecimiento por medio de la reducción del consumo de recursos naturales.
A pesar del acuerdo generalizado sobre una agenda de modernización ecológica, es un enfoque que no deja de plantear algunos problemas. Por ejemplo, ¿cómo se pueden garantizar la integridad de las políticas? Es bastante fácil imaginar una situación en la que haya mayor disponibilidad de energía renovable, pero donde el crecimiento del consumo de energía limite los beneficios ambientales de las renovables debido a un aumento constante del uso de combustibles fósiles. En principio, el mix energético sería más sostenible, pero el consumo general, sin dudas, no lo sería.
Si bien no hay una alternativa clara al paradigma del crecimiento, en los últimos años, han surgido una serie de ideas —“la transición justa” es una de ellas— con visión a largo plazo y un objetivo común: conseguir el bienestar económico y la distribución equitativa de los recursos naturales por otros medios. Entre esas ideas se encuentra el concepto de “prosperidad sin crecimiento” y de “desarrollo de los derechos de efecto invernadero”.
Si bien hay un consenso general en cuanto a que la justicia social no puede alcanzarse sin protección ambiental, todavía no queda claro cuales sería el camino para hacer realidad un enfoque que beneficie a todos (el llamado win-win en inglés). ¿Cómo podrían apoyar las políticas medioambientales a los medios de vida de trabajadores y comunidades que viven del medio ambiente y son causa de su degradación? ¿Cómo podemos enfrentar las consecuencias de la transformación de las economías? Estas cuestiones dieron origen al marco de “Transición Justa”, elaborado por el movimiento sindical como herramienta para asegurar que las grandes acciones por el medio ambiente integraran las cuestiones sociales y las necesidades de la sociedad.
La Transición Justa aborda la necesidad de promover inversiones sostenibles a largo plazo, que puedan crear empleos decentes y transformar los empleos de sectores tradicionales; políticas activas de capacitación y desarrollo de capacidades técnicas específicas; diálogo social con los sindicatos, empleadores y otros grupos de interés; investigación y evaluación temprana del impacto social de las políticas ambientales; y el desarrollo de programas de protección social y de planes locales de diversificación económica.
¿Cómo puede contribuir un marco de “Transición Justa” a un cambio de paradigma? En primer lugar, eliminando la aparente contradicción entre la protección de los medios de vida y la protección del medio ambiente. En segundo lugar, tiene la ventaja de resaltar la importancia de anticipar y planificar políticas industriales y de desarrollo, y de permitir la reflexión a mediano y largo plazo. En última instancia, como “herramienta transicional”, hace posible el cambio hacia otro modelo económico.
Muchos grupos de la sociedad reconocen la necesidad de un cambio de paradigma para lograr objetivos sociales y ambientales. Sin embargo, este pensamiento está todavía dividido en compartimientos estanco.
Si bien se presentan oportunidades de empleo y de crecimiento por parte de los de la teoría de modernización ecológica, es importante tener en cuenta cuáles van a ser y quién va a pagar por las consecuencias del paradigma del crecimiento en nombre de nuestras sociedades y nuestros recursos naturales. Están surgiendo nuevas ideas que vinculan ambas dimensiones, pero todavía están incompletas.
El movimiento sindical ha avanzado significativamente en la comprensión de las cuestiones ambientales y en acciones, no obstante, las propuestas como las que se incluyen en el concepto de Transición Justa no han logrado consenso fuera del movimiento sindical. En ese sentido, la degradación ambiental y la crisis económica actual han abierto un espacio de importancia fundamental para que los sindicatos hagan oír su voz y propongan un marco alternativo más integral.
Es necesario multiplicar nuestros esfuerzos en este ejercicio, puesto que las consecuencias del modelo económico actual ya están generando cambios irreversibles en la base de recursos naturales del planeta lo que, a su vez, debilita aún más las posibilidades de lograr trabajo decente y sostenibilidad.
*Anabella Rosemberg es la Responsible de Salud Laboral y Medio Ambiente de la Confederación Sindical Internacional (CSI).
Extracto de un artículo cuyo versión completa está publicada en Saliendo de la crisis: hacia un modelo más equitativo y un crecimiento sostenible, elaborada por el Instituto Sindical Europea (ETUI), la versión íntegra está disponible pinchando aquí.
Fuente: Sustainlabour.org
Por: Anabella Rosemberg*
Publicada: 7 de marzo de 2012.
