Durante mucho tiempo se creyó que la función social de una empresa se limitaba a proveer productos o servicios al mercado y a la sociedad.
Hasta ahí se fijaba y llegaban los límites de la responsabilidad empresarial, y los propios consumidores, dentro del juego de la oferta y la demanda, serían los encargados de evaluar qué tan bien se cumplía con esa misión.
Hoy la visión de lo que es una empresa ha cambiado totalmente. Se ha dejado de concebir a la actividad empresarial como alejada de su comunidad. El cambio se generó al tomar en cuenta que el factor más importante en las operaciones de la empresa es la gente, y que el destinatario de su labor son igualmente seres humanos, que participan como parte de la comunidad.
Por ello, la responsabilidad empresaria no es sólo una moda o un recurso de relaciones públicas para que las empresas resulten «amables» al conjunto de la población.
Se trata sobre todo de una actitud ética, de un trabajo de promoción y de realización acciones que van más allá de simplemente respetar las normas legales y de los derechos humanos, sociales y ambientales.
Las empresas socialmente responsables asumen la tarea de ser promotores un cambio positivo en su entorno, ya sea en el ámbito del desarrollo de las comunidades, la salud, la educación, la creación de infraestructura o el cuidado responsable del medio ambiente.
Inicios
Desde los inicios de la industria en el siglo XIX, algunos empresarios inspirados sobre todo en principios de caridad, empezaron a involucrarse en el bienestar de sus empleados, primero, y luego de las comunidades en que se encontraban.
La naciente sociedad industrial vivía sus primeros efectos negativos, en la pobreza en las grandes ciudades, la contaminación, el trabajo infantil o la falta de servidos de salud o de infraestructura urbana.
En este panorama, los gobiernos de los países industrializados empezaron poco a poco a abordar estos problemas, con la promulgación de las primeras leyes sociales, al tiempo que las empresas fueron tomando en sus manos la tarea de cuidar de sus trabajadores.
En el siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, surge el llamado «Estado de bienestar», en el que los organismos gubernamentales promovían acciones de beneficio social, como una forma de resolver los sufrimientos ocasionados por la conflagración bélica.
En este periodo, las empresas acuden a la resolución de los problemas, por un lado con el cumplimiento de leyes de beneficio social a los trabajadores y sus familias, pero también con acciones voluntarias capaces de influir en aspectos concretos, como la atención a la educación, la mejora de la vivienda de los empleados o de los servicios urbanos.
Pero no fue sino hasta finales del siglo XX y primera década del siglo XXI, que la responsabilidad empresarial comenzó a formar parte integral de las estrategias de las empresas para vincularse eficazmente con su entorno.
El ámbito de acción no era solamente el propio del rubro de la empresa, sino que ésta se empezó a involucrar con todos los aspectos que tienen que ver con el bienestar de la comunidad en la que actúa.
No se trata solamente de generar acciones de beneficio inmediato sino de «influir positivamente dentro de la comunidad en el largo plazo, y de convertir a las empresas en un agente del desarrollo social.
Responsabilidad social hoy
Con la realización de las «Cumbres» económicas mundiales, tales como el Foro de Davos o de la Organización Mundial de Comercio, junto a organismos económicos como el Grupo de los 7 o el Grupo de los 20, las acciones sociales se convierten en un tema presente en la agenda económica a nivel global.
Las necesidades sociales dejan de ser responsabilidad exclusiva de los gobiernos y se convierte en parte de las responsabilidades de toda la sociedad, en especial de los agentes económicos y de las empresas.
Las sociedades les exigen a las empresas que asuman un rol activo en la promoción de bienestar, y que las acciones no dependan de los vaivenes políticos de cada país.
El fenómeno de la globalización dejó al descubierto el hecho de que la economía planetaria es interdependiente, y que las acciones empresariales no se podían limitar a un país o a una región, de forma que, además, las iniciativas debían contar con la capacidad de llegar a ámbitos muy dispares entre si.
El resultado ha sido la creación de programas muchas veces audaces, capaces de responder de forma tangible frente a las necesidades.
De hecho, uno de los factores que permiten definir la Responsabilidad Social Empresaria es justamente que, además de cumplir de forma estricta con los ordenamientos legales, las empresas aportan de forma voluntaria con acciones tendientes al beneficio social.
Aportes que inician en el ámbito concreto de la acción de la empresa, se empiezan a expandir en otras áreas que no son su campo cotidiano. El resultado es una tendencia que cada día crece, y qué muestra una creatividad, un compromiso y una eficacia que día a día sorprende a propios y extraños.
Fuente: El Universal.com
Por: Norma Rivero.
Publicada: 20 de marzo de 2012.