El primero de noviembre, el Wall Street Journal publicó un artículo de opinión sobre la agenda post-2015, escrito por el primer ministro del Reino Unido, David Cameron. Siendo co-presidente del Panel de alto nivel de personas eminentes para la agenda de desarrollo post 2015, sin duda la visión de Cameron tendrá una influencia importante en la propuesta del Panel, cuyo lanzamiento está previsto para marzo del 2013.
El artículo argumenta que los recursos de la asistencia oficial al desarrollo deberían ser canalizados hacia el fortalecimiento del ‘hilo dorado’ del progreso, el cual entrelaza una serie de condiciones subyacentes que, ocurriendo simultáneamente, conducen al progreso económico y social. Estas condiciones: estado de derecho, derechos de propiedad, ausencia de corrupción, transparencia, estabilidad y paz, apertura, y prensa libre, son consideradas como esenciales para el desarrollo, según Cameron.
El artículo ha tenido una recepción diversa. Por un lado, ha sido celebrado por hacer referencia a la necesidad de perseguir reformas institucionales permanentes, por su llamado hacia compromisos más relevantes de parte de países desarrollados, y por ofrecer una posición más equilibrada sobre los beneficios potenciales de la asistencia hacia el desarrollo. Por el otro, algunos lo han calificado como débil en su reconocimiento a la interdependencia global, y pequeño en cuanto a sus aspiraciones económicas. En efecto, dado los importantes avances económicos y sociales logrados durante las últimas dos décadas, y la amplia capacidad local desarrollada en torno a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), parecería irreverente formular una agenda post-2015 que carezca de ambición.
El último reporte sobre el desfase en el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio identifica una brecha de US$167 mil millones entre fondos de asistencia comprometidos y desembolsados hacia el 2011. Pero, aun cuando se espera que los flujos de asistencia de donantes tradicionales continúen bajos o incluso se reduzcan, se estima que los fondos de donantes emergentes se doblarán durante los próximos cinco años. Esta tendencia puede tener repercusiones importantes en el sistema de asistencia al desarrollo. Por ejemplo, se ha argumentado que a medida que los nuevos donantes rechacen el modelo de asistencia condicionada a favor de un modelo de beneficios mutuos inspirado en el espíritu de cooperación Sur-Sur, el sistema de asistencia al desarrollo podrá evolucionar hacia un esquema de inversiones estratégicas dirigido a resolver la escasez de infraestructura y el financiamiento de industrias extractivas en países pobres. En tal escenario, las prioridades sociales y ambientales erigidas en los ODM podrían ser relegadas a favor de metas de crecimiento económico y generación de empleo. Por su relevancia global, la agenda post-2015 podría ofrecer una oportunidad única para lograr mayor coherencia entre intereses económicos, sociales y ambientales que se perciben como excluyentes en el corto plazo.
El Índice de Compromiso hacia el Desarrollo creado por el Centro para el Desarrollo Global (Center for Global Development) mide la responsabilidad hacia el progreso que exhiben los países desarrollados, mediante un análisis de sus decisiones de política doméstica en lugar de simplemente considerar el tamaño de su presupuesto para asistencia externa.
En efecto, algunos de los componentes del índice, tales como el grado de apertura hacia exportaciones de países en desarrollo, la adopción de estándares ambientales, y la creación y difusión de innovaciones tecnológicas, han estado al centro del debate hacia un orden mundial más justo y equitativo, como evidencian las negociaciones multilaterales de comercio de la Ronda de Doha, la conferencia mundial sobre el cambio climático y el desarrollo sustentable Rio + 20, y los obstáculos para garantizar a los pobres del mundo acceso a medicinas esenciales en la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (GAVI, por su sigla en ingles).
Con el crecimiento en poder económico y político de países emergentes como Brasil, China, India, o Sudáfrica, es probable que estos temas adquieran aun más relevancia en el futuro. Asimismo, la urgente necesidad de controlar el calentamiento global, junto con otros problemas globales comunes, sugieren que la agenda post-2015 podría acercarse a un modelo de gobernanza global en lugar de un marco regulatorio para el sistema de asistencia oficial para el desarrollo.
Lograr un acuerdo común respecto a una agenda tan ambiciosa será sin duda difícil en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Después de todo, las negociaciones multilaterales precedentes no han logrado alcanzar un consenso en el pasado. Sin embargo, algunos han destacado que, en ausencia de mecanismos supra-nacionales de gobernabilidad, es inevitable que hasta una agenda mínima no logre sus objetivos, o peor aun, que una vez logrados, éstos sean incapaces de mantenerse en el largo plazo.
*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.
Fuente: America Economía
Por: Andrea Lozano
