Que las políticas de ajuste están hundiendo la actividad, destruyendo empleo y generando un círculo vicioso del que no se ve salida es un hecho. Que los recortes presupuestarios apenas compensan el incremento de los intereses de la deuda al precio de erosionar gravemente los derechos de ciudadanía, otro. Que todo ello se hace con injusticia social e incremento de las desigualdades –ayudas públicas a la banca y no a las familias desahuciadas, por ejemplo- es lo más sangrante de tanto despropósito.
En este marco, es difícil seguir defendiendo que la salida de la crisis no sólo depende de otras políticas que garanticen derechos sociales, que repartan equitativamente los esfuerzos y que, como consecuencia de ello, relancen la actividad, el empleo y la recaudación, sino que además hay que realizar el cambio de modelo productivo que nos aleje del capitalismo casino, la especulación inmobiliaria y los servicios de poco valor.
Sin embargo, es evidente que la alternativa al modelo económico y social dominante no se puede construir sin poner en el centro del debate el modelo de producción. Es a partir del que –según los clásicos, los barbudos del movimiento obrero –se construye todo lo demás.
CCOO e ISTAS han dedicado muchos esfuerzos en años pasados a poner de manifiesto la capacidad de la economía verde de generar nuevos empleos y garantizar la viabilidad de la mayoría de los actuales. Todo ello si se adoptasen políticas ambiciosas –que son una realidad en otros países- que hoy en España no sólo no se impulsan, sino que –ya desde el inicio de la crisis- están en franca regresión.
Con el cambio de gobierno, hemos pasado de las incoherencias del anterior-por ejemplo entre sus declaraciones sobre el clima y las políticas energéticas- a un progresivo reforzamiento de los mensajes disparatados, casi negacionistas, que refuerzan la postergación de las necesarias políticas ambientales, energéticas y de cambio de modelo.
Como ejemplo, con siete días de diferencia el secretario de Estado de Medio Ambiente, dice en sede parlamentaria que: «El cambio climático no lo negamos ni lo afirmamos», «tenemos un conocimiento científico todavía incierto en algunos ámbitos» y Sandy confirma al mundo que los efectos del calentamiento global ya son perceptibles y catastróficos.
Vemos, pues, con estupor, que volvemos a la casilla de salida en la que estábamos hace ocho años por lo que se refiere a la comprensión de la cuestión ambiental, con el agravante que ello nos pone a la cola de Europa, donde ya ni los conservadores ponen en cuestión los retos y las oportunidades que se derivan de la necesaria ambientalización de la economía. De hecho, son quienes están liderando este proceso tanto en políticas nacionales como en las propuestas de la Comisión. la última la comunicación sobre política industrial.
Frente a ello, la respuesta de quienes creemos que nuestro bienestar depende de acertar en la mencionada ambientalización productiva acompañada de mayor equidad social queda sepultada por otras luchas más inmediatas. La pregunta es si el tiempo perdido desde el gobierno no lo está siendo también por las organizaciones políticas y sociales de progreso. Conseguir que las propuestas alternativas –en toda su pluralidad- sean conscientes de los retos ambientales y sean capaces de aprovecharlos para generar oportunidades de salida de la crisis es imprescindible para construir propuestas alternativas sólidas y creíbles, que puedan recoger apoyos mayoritarios. Cualquier otra cosa es subordinarse a los intereses que nos han traído hasta aquí.
Fuente: Comfia
