Con pocos incentivos fiscales y muchos países en donde el gobierno y la iglesia tradicionalmente se ocupan de los servicios sociales, el sector filantrópico en gran parte de América Latina palidece frente a otras regiones.
Sin embargo, cuando se trata de emprendimientos sociales y soluciones innovadoras para combatir problemas relacionados con la pobreza y el medio ambiente la región se esta convirtiendo rápidamente en un líder.
La filantropía ciertamente no está ausente de Latinoamérica, y la contribución empresarial es cada vez mayor. En Brasil, por ejemplo, motivadas por una serie de mandatos del gobierno, compañías como Natura, uno de los mayores fabricantes de cosméticos, han establecido fundaciones empresariales.
Sin embargo, en comparación con países como Estados Unidos o algunas naciones Europeas, la filantropía en América Latina -en particular, las donaciones privadas- se encuentra en un estado de subdesarrollo.
Si bien destacan algunos casos como Carlos Slim, todavía no se establece una tradición de empresarios que creen en organizaciones para hacer donaciones.
«El individuo al estilo estadounidense, -alguien que se levanta por sus propios medios y establece una fundación para regalar sus millones- es una tradición muy específica, y en realidad no existe aquí», dice Sean Mc Kaughan, director ejecutivo de la Fundación Avina.
Por otra parte, la legislación, que a menudo dificulta que las fundaciones den dinero fuera de su país de origen, es una de las razones por las cuales Avina sigue siendo una de las pocas fundaciones regionales en America Latina. «Sólo dos países permiten que una fundación nacional haga donaciones fuera de sus fronteras: Panamá y Uruguay, dice McKaughan.
La eterna Burocracia
En muchos países, los agobiantes procedimientos para asegurar la exención de impuestos así como la escasez de fundaciones y otras organizaciones que concedan subvenciones se traducen en que la comunidad de organizaciones sin ánimo de lucro y organizaciones no gubernamentales no sea tan robusta como en otras partes del mundo. Por el contrario, muchos ven un gran potencial para el cambio en el trabajo de los emprendedores sociales: empresas con un modelo de negocios que tienen como tres pilares el desempeño económico, social y ambiental, así como las que forman parte de la comunidad en ciernes de corporaciones benéficas (conocidas como «B Corps»).
«Hay un surgimiento real de este nuevo movimiento», sostiene Lee Davis, cofundador de NESsT, un grupo sin fines de lucro que promueve el emprendimiento social en los mercados emergentes y que en octubre fue el anfitrión del Foro Mundial Social Empresarial en Río de Janeiro, Brasil.
Una de las razones por las cuales quienes trabajan para promover el desarrollo humano y la protección del medio ambiente recurren a modelos de negocio puede radicar en la debilidad de la filantropía en la región y las barreras estructurales, históricas y culturales que dificultan la expansión de las instituciones donantes.
Sin embargo, un sector filantrópico históricamente débil es sólo una de las muchas fuerzas que impulsan el crecimiento de los enfoques de mercado para enfrentar los problemas sociales y ambientales en la región. En primer lugar, pese al rápido crecimiento económico y una clase media en expansión, las extremas disparidades de ingreso persisten, muchas personas aún viven en la pobreza y necesitan servicios básicos, como agua limpia, vivienda, salud y educación de bajo costo.
Por ejemplo en Lima, la capital peruana, Juan Carlos Aguilar Macizo -uno de los miembros de Ashoka, que apoya a los emprendedores sociales- pone a prueba un sistema de gestión de residuos que se puede instalar por una tercera parte del costo de los sistemas tradicionales de manejo de aguas residuales, al tiempo que reduce el consumo de agua.
El modelo se basa en modestas inversiones de la comunidad local, que financia 40% del proyecto. Aguilar cree que esto lo hará más atractivo, ya que en su papel cree que eso lo hará más atractivo, ya que en su papel de inversionistas, en lugar de receptoras pasivas de agua «gratuita», las comunidades tendrán mayores incentivos para usar y mantener los sistemas.
Una región abierta a la innovación
Dado que varios países de Latinoamérica aun tienen servicios sociales básicos, existen muchas oportunidades para que los emprendedores sociales presenten este tipo de ideas.
«Ellos no quieresn sólo recrear los viejos sistemas de Occidente», afirma Raj Kumar, presidente de Devex, un centro de información y reclutamiento en línea para la comunidad de desarrollo global.
Para Dane Smith, director gerente de FSG, una consultora sin ánimo de lucro, esto se vincula con lo que ve como un número creciente de empresas en la región que quieren abordar los problemas sociales y ambientales, no a través de donaciones, sino al adaptar sus modelos de negocios para incluir a clientes d bajos ingresos o incorporar pequeñas iniciativas en sus cadenas de suministro.
«Éste es un salto más fácil para las empresas en América Latina que en Estados Unidos», dice.
«Debido a que reconocen que en sis economías, una parte sustancial de la oportunidad de mercado va a estar en personas de niveles socioeconómicos más bajos».
En cuanto a las cuestiones ambientales otro factor que impulsa el crecimiento de los emprendimientos sociales es la conciencia de la importancia de la biodiversidad, los materiales naturales y los ecosistemas, no sólo para las comunidades, sino también para las empresas,
«Es una región que está concentrada en los recursos naturales y las necesidades de desarrollo sostenible de esos recursos naturales», dice Bart Houlahan, cofundador de B Lab, un grupo estadounidense sin fines de lucro que aprovecha el poder de los negocios para resolver problemas sociales y ambientales, y cuyo sistema de certificación «B Corp» se está replicando en varios países latinoamericanos.
A la rápida difusión de ideas -como las «B Corps» que deben poner el mismo énfasis en la entrega de beneficios sociales y ambientales que en generar ganancias- la ayuda el hecho de que en el español y el portugués son los idiomas predominantes en la región, lo que permite que las innovaciones crucen las fronteras con más facilidad.
Por otra parte, las instituciones mundiales reconocen el potencial retorno de sus inversiones al financiar empresas sociales e lugar de lanzar programas de ayuda. En toda la región, organizaciones como la Agencia de Estados Unidos para el desarrollo Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo han puesto en marcha iniciativas para promover la difusión de emprendimientos e inversiones de impacto social (aquellos diseñados para ayudar a resolver un problema social o ambiental a la vez que generan un rendimiento financiero).
El emprendimiento social se acoge en grados distintos de país a país. Davis destaca Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, y Perú entre los que están a la vanguardia del movimiento.
En Chile, por ejemplo, los ministerios y las universidades han creado una suerte de incubadoras para emprendedores .
«Y Perú está en lo alto de la lista en el trabajo con innovadores rurales que están estableciendo emprendimiento social en la agicultura», dice.
Dado el creciente interés en este tipo de enfoque el emprendimiento social puede incluso tener el potencial de revitalizar el sector filantrópico a medida que los donantes se interesan en asociarse con las empresas.
Por supuesto, como en cualquier región, la filantropía siempre tendrá un papel el América Latina. Problemas como las violaciones de derechos humanos o el abuso de drogas son dificiles de abordar a través de modelos basados en el mercado.
Sin embargo, la pregunta para los filántropos aventajados es si, al abordar muchos de los problemas que esperan ayudar a resolver, podrían obtener más por su dinero al apoyar a emprendedores con ideas inteligentes en lugar de simplemente entregar cheques de beneficencia.
Revista Expansión
No.1105 Diciembre 2012