«Mejor sería no hacer nada, dijo uno de los optimistas, los problemas del futuro, el futuro los resolverá. Lo malo es que el futuro es ya hoy, dijo uno de los pesimistas.»
José Saramago, Las intermitencias de la muerte.
En los últimos años ha crecido significativamente el número de emprendedores sociales que con proyectos innovadores buscan dejar su huella en el mundo, pero lo más interesante de este fenómeno es que muchos de ellos son jóvenes estudiantes y no, como muchos pensarían, empresarios con gran historial laboral.
¿Qué es lo que los motiva? ¿Cómo empezó esta transformación? Las recesiones y caídas de bolsas se dieron a nivel mundial y en mayor o menor medida cada uno de los países sufrió estragos dejando a su paso innumerables retos, pero como se suele decir, es justo en los momentos de crisis que aparecen las mejores oportunidades.
De ahí que como respuesta a estos eventos, el número de emprendedores ha aumentado, por ejemplo en México, tal como lo explica José Carlos Sánchez en su artículo Aprendizaje social e intenciones emprendedoras, el 30% de los nuevos emprendedores tienen entre 16 y 24 años, un número bastante significativo cuando pensamos que son precisamente en esos años cuando los jóvenes se encuentran iniciando su preparación profesional.
Es cierto que a lo largo de la historia, las universidades han sido el lugar perfecto no solo para formar profesionistas sino para que también quienes asistan a ellas aprendan valores y forjen los lazos humanos que han de acompañarlos el resto de su vida. Sin embargo, ahora estos centros educativos han despertado a la realidad, saben que no todos sus egresados contarán con la posibilidad de trabajar para una empresa consolidada y que por eso incentivar a sus estudiantes a crear su propio empleo no solo es una opción, es su obligación.
Pero su trabajo no termina ahí, ya no solo deben formar emprendedores tradicionales, ahora deben buscar que los posibles emprendedores agreguen un componente social a su proyecto. Esta nueva estructura curricular les deberá enseña que aquello que otros podrían considerar problemas sociales son en realidad nuevos y poco explorados nichos y oportunidades para hacer una carrera profesional.
Lo más interesante es que esta transformación ha alcanzado a universidades tanto públicas como privadas que han instaurado semanas enteras dedicadas al emprendimiento social o simposios cuyo objetivo es concientizar sobre la nueva forma de hacer negocios, modelos de negocio inclusivo, modelos ganar-ganar.
Además, trabajan en conjunto con las Organizaciones Civiles que se han esforzado en apoyar e involucrar a las universidades en programas de emprendimiento social, tal es el caso de Ashoka, que a través de su programa Ashoka U brinda su experiencia y asesoría a universidades y jóvenes, ofreciéndoles la oportunidad de participar en el programa Changemaker Campus que los coloca en la posición privilegiada de aprovechar los recursos de esta organización para convertirse en los líderes educativos más influyentes en emprendimiento social.
Ninguna de estas iniciativas tendría el impacto que tiene si estos jóvenes universitarios no estuvieran preocupados por lo que pasa a su alrededor y decididos a participar activamente en el necesario cambio social. Fingir que educamos a las nuevas generaciones ya no es una opción, la enseñanza debe ser completa, alimentar el intelecto y el espíritu, de nada nos servirán personas llenas de información si no tienen la más mínima noción de ética y empatía.
Si bien vamos por el camino correcto al abrir los espacios para escuchar lo que estos jóvenes tienen que decirnos, aún nos falta asumir la realidad de que cualquiera de nosotros puede ser un agente de cambio, para lo cual se requiere adquirir el compromiso para identificar una problemática, generar soluciones innovadoras y trabajar para transformar la manera en la que hacemos las cosas.
Comunicado de Prensa