La biodiversidad y el buen funcionamiento de los ecosistemas proporcionan servicios ambientales fundamentales como agua, suelos y la regulación del clima. En cambio, la deforestación y degradación de los bosques representan una de las principales amenazas para la diversidad biológica y provocan la pérdida de dichos beneficios.
Estas condiciones adversas, además, contribuyen al cambio climático e impactan de manera negativa los medios de vida de millones de personas que dependen íntimamente de los bosques para subsistir.
México es uno de los 17 países megadiversos que existen en el planeta. Esto significa que por su ubicación geográfica, variedad de paisajes, tamaño, historia evolutiva y aislamiento, contiene una diversidad biológica enorme.
Así, la existencia de ecosistemas sanos es fundamental para obtener servicios ambientales como captación y filtración de agua, generación de oxígeno, retención del suelo, belleza escénica y regulación del clima. Éstos sustentan las actividades de aproximadamente 120 millones de personas, y a una de las economías más grandes del mundo (la nuestra).
Por otro lado, la deforestación y degradación de los bosques contribuyen con casi 20% de las emisiones totales de Gases de Efecto Invernadero (GEI), más que el sector del transporte mundial en su totalidad. La tasa de deforestación en México (según diferentes estimaciones) varía entre las 300 000 y 600 000 hectáreas por año; en tanto, la degradación es más difícil de cuantificar, pues no implica –como tal– la disminución de la superficie forestal, sino de la calidad del ecosistema. No obstante, ambas representan un riesgo enorme para la conservación de los bosques, la biodiversidad que sostienen, los servicios ambientales que ofrecen y los medios de vida de los millones de personas que dependen de éstos.
Por si fuera poco, al destruir los bosques se agrava también el cambio climático, pues no solamente se anula su capacidad para capturar carbono y producir oxígeno.
Al perder los bosques, se perjudica al capital natural del que dependen miles de ejidos y comunidades aledañas, y aumenta la vulnerabilidad de sus pobladores frente al calentamiento global. Por ejemplo, con patrones climáticos más erráticos, se dificulta predecir las temporadas de siembra y cosecha de granos como el maíz, ocasionando disminuciones en su rentabilidad y especulación en los mercados de commodities, situación que afecta a los consumidores urbanos.
En busca de la solución
El mecanismo REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal) se está perfilando como una posible solución que permite a los países en vías de desarrollo –como México– atacar las causas de la deforestación y degradación de los bosques para mitigar el cambio climático, al tiempo que se conserva la biodiversidad, se fortalecen los acervos forestales de carbono e impulsa el manejo sustentable de dichos ecosistemas.
La implementación de esta estrategia en México se encuentra en proceso de consulta pública, a través de la Estrategia Nacional de REDD+ (ENAREDD+), a cargo de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR).
En México, se concibe con base en el desarrollo rural sustentable, con miras a crear oportunidades económicas para todos los actores involucrados, incluyendo al sector privado comprometido y, especialmente, a las comunidades y ejidos forestales a fin de mejorar su calidad de vida y enfrentar los efectos del cambio climático.