Esta columna es patrocinada por Cuauhtémoc Moctezuma
Es un hecho que el agua es un recurso natural limitado en nuestro planeta, sin embargo aparentemente también puede ser un recurso renovable si cuenta con un sistema de gestión y un aprovechamiento adecuado.
Cuándo el agua subterránea se utiliza a una velocidad igual o menor a aquella con la que el manto vuelve a llenarse se dice que es una fuente renovable, ya que la comunidad que se abastece de ella podrá continuar aprovechando el recurso.
Si, por el contrario, el agua es utilizada con una rapidez mayor a aquella con la que se abastece el subsuelo, la tierra se compacta poco a poco, permitiendo cada vez menos la renovación del recurso hídrico.
En México la distribución del agua es muy variable. La Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) divide el territorio nacional en 13 regiones hidrológico–administrativas, muchas de las cuales tienen un bajo nivel de agua renovable per capita y se espera que para 2030 éstos lleguen a ser incluso menores a los 1000 metros cúbicos por habitante al año.
Muchas zonas rurales dependen de forma significativa e incluso total del agua subterránea, cuya conservación, de acuerdo con pronósticos de CONAGUA, requiere especial atención, pues su sobreexplotación podría ocasionar hundimiento del terreno, la necesidad de pozos más profundos e importantes daños en los ecosistemas.