Por Antonio Tamayo Neyra
Es claramente visible la persistencia de algunos paradigmas que se resisten a modificarse por considerarse como valores o verdades absolutas, y en este caso se encuentra el concepto empresa, que sigue siendo defendido como una entidad de propiedad única y exclusiva de sus propietarios.
Y si bien es bien muy conocida la posición de Milton Friedman al respecto que se toma como referencia para sostener esa única propiedad; hubo otra antes que se consideró y que posiblemente se sigue valorando como el punto de partida de esta manera de pensar.
En específico me refiero al conocido caso “Dodge versus Ford”, que estableció jurisprudencia en Estados Unidos:
Cuando Henry Ford creó su empresa en 1906, contó con la ayuda de distintos inversionistas, entre los que se encontraban los hermanos Dodge, quienes pusieron 10,500 dólares en el proyecto Ford, y John Dodge entró a formar parte del consejo de administración.
En 1916 los Dodge decidieron crear su propia empresa automovilística, que pensaban financiar en parte con los dividendos de la floreciente Ford. En ese entonces Henry Ford canceló el reparto de dividendos para capitalizar la empresa y asignar más recursos a sus clientes y a sus empleados; con lo que favoreció a lo que ahora se conoce como sus grupos de interés sobre los socios. Ante ello, los Dodge lo demandaron y acabaron ganando el pleito.
La Corte Suprema de Michigan declaró que: “una organización empresarial está organizada y dirigida con el fin principal de dar beneficios a sus accionistas”.
Este hecho, se enmarca en el modo y forma de pensar de la época, muy influenciada todavía por la mentalidad del siglo anterior, lo cual hasta cierto punto pudiera ser entendible.
Pero prácticamente a un siglo de aquel suceso, sigue vigente esta idea de propiedad única, en donde empleados están de alguna manera al servicio de los dueños, y los clientes son el medio para incrementar sus ganancias.
Esta concepción requiere modificarse en las grandes y principalmente medianas y pequeñas empresas, ya que estas últimas son la mayoría, pero no hacerlo por una cuestión de altruismo, sino por esa responsabilidad social que necesita ser tomada en cuenta en la forma como se opera cualquier organización.
Inculcar entre el empresariado no solamente las cuestiones financieras pensando que solamente son ellas las importantes para obtener ganancias y utilidades; sino además promover una ética en la forma de administrar, algo que no es incompatible con el aspecto monetario y que también es rentable.
En suma, generar y fomentar una mentalidad empresarial que tome en cuenta la responsabilidad que se tiene con la sociedad, y dejar atrás esa idea individualista que no permite un mayor y mejor desarrollo socioeconómico.
Que tengan una mentalidad de largo plazo la cual fomenta una forma de pensar en donde se busca una sostenibilidad y no una ganancia para una sola vez. Algo que se puede lograr y alcanzar.
Seguiremos platicando ….
Blog: http://atamayon.blogspot.com
Antonio Rey Tamayo Neyra
Dedicado al periodismo de investigación desde 1987 especializado en temas socioeconómicos. Desde 1991 colabora en el periódico El Financiero como Coordinador Editorial y Redactor de Proyectos Especiales, además de colaborar en otros medios. Desde el 2002 involucrado en la Responsabilidad Social, escribiendo y realizando proyectos editoriales de este tema, y además documentando las actividades de las empresas (tipo caso)
También es profesor de posgrado e imparte capacitación en relacionales laborales.
Licenciado en Administración por el Instituto Tecnológico Autónomo de México; su preparación profesional posterior incluye un Diplomado en Responsabilidad Social en el Tecnológico de Monterrey, y un Curso del mismo tema en la Universidad Abierta de Cataluña. Actualmente estudia la Maestría en Sociedad de la Información y el Conocimiento en la Universidad Abierta de Cataluña.