Por: Alejandro Joseph Esteinou
En 2016, el Royal Bank de Escocia organizó un reto de ciclismo como parte de su estrategia de salud y bienestar empresarial. Mil doscientos empleados realizaron una travesía de cinco días en los que recorrieron 500 millas de distancia entre Londres y Edimburgo. Otro número igual de empleados se sumó a la actividad desde bicicletas estacionarias colocadas en distintas sucursales del banco. Lograron recaudar 600 mil libras que se destinaron a apoyar a una fundación aliada; pero hubo un beneficio adicional: las cifras de lealtad de los empleados a la empresa y de productividad se elevaron de manera notable.
La correlación entre el estado físico de los empleados y su desempeño laboral es un factor estudiado y comprobado ampliamente. Cuando una empresa adopta políticas en este sentido gana de diversas formas. Por ejemplo, un estudio publicado en el Journal of Occupational and Environmental Medicine mostró que los empleados que se ejercitan al menos 30 minutos durante 3 días a la semana eran 15% más propensos a tener un mejor desempeño laboral. Otro beneficio claro: el menor ausentismo y su consecuente incremento en la productividad.
La salud y bienestar laboral es un tema amplio que va desde procurar una sana alimentación del personal hasta evitar situaciones de presión psicológica como el mobbing (acoso laboral), y que pasa por el fomento de la actividad física. Este último punto, es uno al que vale la pena acercarnos un poco más debido a la reducida importancia que suele dársele y a la oportunidad que tiene la próxima administración pública para cambiar esto.
Uno de los puntos del plan de trabajo del presidente electo en materia de deportiva es la “Actividad física y deportiva, en todos lados, para la salud y el bienestar”; el equipo de la nueva administración ha hablado del compromiso asumido de elevar a prioridad la activación física y de crear políticas públicas para revertir problemas asociados al sedentarismo, como lo es la obesidad que tanto termina costando al sistema de salud, pero que también está asociado al bajo rendimiento laboral y a servicios deficientes.
Si bien la propuesta habla de actividad física “en todos lados”, no especifica si esto incluye las propias dependencias gubernamentales. La posibilidad de que el gobierno, como suele suceder, no mire hacia adentro es un problema latente; pero si en efecto lo hace, por su alcance y resultados podría colocar al país como un caso ejemplar a nivel mundial. Al mismo tiempo, de ser correctos los estudios, podría dotar de compromiso y pertenencia a aquellos servidores que logren incorporar el ejercicio a sus rutinas diarias.
El estimular al personal con actividades deportivas no es terreno desconocido para todas las instituciones gubernamentales. El Instituto de Geografía e Informática (INEGI), por ejemplo, de acuerdo con las Condiciones generales de trabajo de su personal de base, organiza cada año el Encuentro Nacional Cultural, Deportivo y Recreativo. En este evento se realizan actividades de activación física, torneos y concursos culturales. Es una excelente iniciativa que podría afinarse al menos de dos maneras: no limitando el tipo de personal que puede gozar de esta actividad (esto es, transformándola de un triunfo sindical a una política institucional), y dándole mayor continuidad y seguimiento.
El Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) cuenta con un programa de actividades sociales, culturales, deportivas y de responsabilidad social, que forma parte de las disposiciones de su sistema de servicio profesional. Para 2018 incluyó un torneo de futbol, un club de corredores y la carrera IFT. Como se aprecia, estas actividades son más puntuales, incluyentes y continuas que en el ejemplo de INEGI. Es decir, son esfuerzos que encaminan al personal hacia un mayor compromiso y lealtad hacia la institución. No obstante, sería importante saber si ello va acompañado de mediciones específicas para ajustar el programa. Podríamos seguir con ejemplos en otras instituciones: hay clases de yoga, de baile, otros torneos.
Eso sí, para evitar posibles reclamos sociales por descuido laboral, ausentismo o costo, si la cosa va enserio, el nuevo gobierno debería contemplar unas reglas básicas para promover la activación física de los servidores públicos. Uno, que la activación física sea breve o que no interfiera con horarios de atención o de oficina; que se trate de actividades incluyentes de géneros, edades, niveles, y que se trate de un esfuerzo constante y monitoreable en sus resultados. De otra manera, todo quedará nuevamente en demagogia y el funcionario, de malas y apoltronado en su silla.
Le apasionan tres temas: el servicio público, la responsabilidad social y la comunicación, por lo que estudia constantemente su posible intersección. Ha realizado producción, investigación, planeación estratégica y contribuido a la generación de diversos documentos de autorregulación durante los últimos 20 años en organismos públicos como el Instituto Mexicano de la Radio, el Canal del Congreso, el Instituto Federal de Telecomunicaciones y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales. Actualmente, también forma parte del Consejo Ciudadano de UAM Radio y asesora a empresas en materia de responsabilidad social. Es maestro en Responsabilidad Social por la Universidad Anáhuac y licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Intercontinental.