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¿A qué líderes debemos seguir?

Líder

Líderes negativos, modelos de referencia no dignos de imitar, existen en todos los ámbitos; lo preocupante es que consigan seguidores. A la vista de destacados ejemplos en el mundo empresarial, los autores replantean en qué consiste la naturaleza del líder y qué lo caracteriza para que merezca seguidores. Se sirven para ello de un antiguo gurú, del management o mejor dicho un auténtico gurú de la consistente y asombrosa naturaleza humana.

Es lamentable comprobar que los defraudadores podrían representar el paradigma del líder empresarial de nuestra sociedad contemporánea. Por ejemplo, Paul A. Allaire, presidente y director general de Xerox de 1991 a 2001, fue considerado uno de los ejecutivos más admirados y exitosos a finales del siglo XX. Incluso, al retirarse de Xerox su prestigio era tal que GlaxoSmithKline lo nombró presidente de su comité de remuneraciones a pesar de que había sospechas sobre sus manejos financieros.

Un par de años después, la SEC 2 lo destituyó de su cargo, le prohibió volver a trabajar en cualquier compañía pública y lo multó con 8.6 millones de dólares por haber participado en un esquema que operó como un fraude y un engaño a los accionistas de Xerox y a inversionistas de los mercados norteamericanos.

Los fraudes corporativos y las crisis financieras mundiales exigen que empresarios, intelectuales y académicos cuestionen los supuestos económicos y las teorías de la dirección de empresa.

Al analizar una serie de casos fraudulentos en empresas de distintos tamaños, vemos que quienes los planearon y ejecutaron eran, en su mayoría, personas carismáticas, sumamente inteligentes, algunos egresados de las mejores universidades del mundo y de prestigiadas escuelas de negocio. Todo esto nos obliga a preguntarnos: ¿quiénes deben encabezar las organizaciones? ¿Qué líderes merecen ser seguidos?

¿Un gurú del management?

En la historia del pensamiento hay autores que permanecen vigentes aunque hayan transcurrido siglos. Sin duda, Aristóteles es uno de ellos. Adentrarse en textos como la Ética Nicomaquea o la Política es una experiencia sorprendente porque parece que se refiere explícitamente a debates contemporáneos de la agenda política, social y económica. A pesar de que vivió hace casi 2,500 años, la riqueza de su pensamiento es tal, que hoy más que nunca, es necesario que la práctica empresarial retome sus enseñanzas.

¿En qué sentido Aristóteles es vigente para el management? En su libro Política, afirma que es noble seguir y justo obedecer a quien sea superior en virtud y tenga la capacidad para realizar mejores acciones que los otros miembros del grupo y que el líder debe poseer no sólo virtud sino prudencia, es decir, capacidad de acción.3 Su postura respecto a las características del líder ideal es muy clara y su criterio excluye la cantidad de poder o de bienes materiales que una persona pueda poseer. Y es que el poder y los bienes «en cantidad» se pueden obtener por medios ilegales o inmorales, como el fraude, mas no a través de la virtud.

En los últimos años se han perpetrado algunas de las estafas más escandalosas de la historia. La Tabla 1 muestra los diez casos más grandes de bancarrota. Destaca el mítico caso de Enron en el que los directivos de la empresa, a través de una muy compleja red de transacciones contables y financieras, engañaron a los inversionistas al simular rendimientos inexistentes.

En México se dio un caso similar con Xerox entre 1997 y 2001.4 Funcionarios de la empresa registraron ingresos ficticios para proyectar ganancias que nunca se produjeron. No es coincidencia que estos engaños se hayan fraguado en nuestra época porque el capitalismo moderno compele a las empresas a alcanzar y sostener el éxito de corto plazo en un contexto de competencia global, y los directores empresariales se ven presionados a rendir cuentas positivas a los accionistas.

Los buenos resultados cuantitativos son primordiales para el bienestar de las empresas. Pero esta dinámica puede «incentivar» prácticas directivas inmorales que aceleren o, peor aún, simulen la generación de ganancias financieras y éxito de las empresas.

Replantear la naturaleza del líder

Es muy conveniente replantear la naturaleza y misión del líder empresarial desde una perspectiva aristotélica; en otras palabras, volver a situar la virtud como el centro de la práctica directoral.

¿Qué es la virtud y cómo se alcanza? De manera muy general, consiste en actuar de acuerdo al término medio o la moderación. Pero, de inicio, la norma «término medio» es demasiado problemática para utilizarla en el mundo de los negocios.

En primer lugar, en el ámbito empresarial constantemente se enfatiza el hecho de que el éxito se alcanza asumiendo riesgos, que el mundo evoluciona día a día y que las personas deben mantenerse a la par de esta evolución para incursionar en los negocios. Entonces, ¿tiene sentido actuar con moderación en un mundo que requiere una alta capacidad de innovación, adaptación y creatividad?

La segunda dificultad es que la moderación parece ser una norma bastante relativa. Para ilustrarla, podemos recurrir a lo siguiente: en los diez mandamientos de Moisés encontramos límites muy concretos de acción como «no matarás». Enunciado que se refiere a una acción muy clara y específica que se debe evitar. Pero «actuar con moderación» en este caso parece que no hace referencia a nada en concreto, y por eso puede percibirse como relativo.

¿Quién determina el punto medio? ¿A partir de qué parámetro se alcanza la moderación? Aristóteles explica que los vicios se encuentran en pares opuestos. Por ejemplo, si hablamos de miedo y confianza, puede haber vicio por temeridad o por cobardía. Justo en medio de estos dos vicios por exceso y por defecto se encuentra la virtud. Para seguir con el ejemplo, la virtud de la valentía se encuentra justo en medio de la temeridad (exceso) y la cobardía (defecto). Pero la valentía, que constituye el término medio en nuestro caso, no se debe practicar «con moderación», sino que una persona debe ser tan valiente como le sea posible.

Es decir, la regla del término medio sólo sirve para encontrar la virtud en medio de los vicios, pero una vez que la encontramos, debemos practicarla sin límites ni moderación. Tienen razón quienes dicen que para tener éxito en los negocios necesitamos asumir riesgos e innovar: los negocios requieren toda la valentía que sea posible, el cobarde casi nunca encontrará el éxito, pero tampoco el temerario que se arriesga innecesariamente.

Aristóteles plantea una noción formal de la virtud, no una noción con contenido. Únicamente nos dice la forma que debe tener el acto virtuoso; pero ahí es está justamente la fortaleza de su criterio, porque la virtud no se alcanza a través de recetas preestablecidas.

El buen director no es aquel que sigue una serie de instrucciones, sino aquel que actúa mejor de acuerdo a la circunstancia específica que se le presenta; aunque a veces eso signifique actuar en contra de las «recetas» establecidas. La Tabla 2 presenta el punto medio de varias virtudes morales aristotélicas.

Lynn Magnum, un «Noble liderazgo»

Cuando en sesiones de trabajo con empresarios se discute el caso de Automatic Data Processing (ADP),5 a muchos sorprende la recomendación que Lynn Magnum hizo a la Alta Gerencia: vender la unidad de negocio Servicios Electrónicos Financieros Inc. (SFE) que él mismo dirigía. A pesar de que estaba posicionada como una de las mejores compañías de servicios de transacciones electrónicas en Estados Unidos y mantenía una posición financiera rentable, Magnum percibió que, en el futuro cercano, las alianzas entre bancos, redes de supermercados regionales y el crecimiento de la competencia pondrían en riesgo la rentabilidad del negocio.

Además, anticipó que SFE no cumpliría con algunos puntos específicos que ADP marcaba como claves en la estrategia de sus unidades de negocio. Recomendó vender SFE a pasar de estar consciente que ponía en riesgo no sólo sus propios incentivos económicos sino el futuro de su carrera profesional.

Magnum actuó con moderación y prudencia para percibir el contexto en que se desenvolvía su negocio, prever que el futuro presentaba riesgos y condiciones contrarias a la estrategia de ADP, por lo que era mejor deshacerse de la empresa en ese momento que lucía una atractiva salud financiera. Hubiera sido imprudente quedarse en un negocio que generara ganancias en el corto plazo, pero que en el futuro se alejaría de los parámetros establecidos por ADP. También actuó con valentía porque puso en riesgo su beneficio personal el bono y profesional, anteponiendo lo que era mejor para la organización. Es decir, no usó los beneficios económicos personales como criterio de decisión. Aristóteles diría de Lynn Magnum que «es noble seguirle y justo obedecerle».

Virtud, extraño poder que caracteriza al buen director

Por el contrario, los mencionados escándalos corporativos ofrecen muchos ejemplos en los que los altos directivos no actuaron de acuerdo con la definición aristotélica de virtud. El primer aspecto deplorable: dejarse llevar por elementos meramente cuantitativos. Los directores de estas organizaciones también desvirtuaron la valentía necesaria para practicar negocios y la convirtieron en la más insensata temeridad.

Los ejecutivos de Xerox no actuaron con moderación, no fueron realistas respecto a los ingresos futuros y proyectaron ganancias ilusorias, fueron imprudentes. En el caso de Enron, su temeridad y fanfarronería llegó a tal extremo que, entre muchas otras excentricidades, se atrevieron a construir una planta en Dabhol, India para vender electricidad al gobierno indio. Pero el gobierno no tenía siquiera capacidad financiera para pagar la energía que producía la planta. Se requiere ser valiente para incursionar en mercados nuevos, pero si uno no toma en cuenta aspectos tan simples como la capacidad económica del cliente, la valentía deviene en imprudencia.

Las enseñanzas milenarias de Aristóteles adquieren vigencia en el contexto actual; un contexto en el que la pujanza y la potencia del mundo empresarial hacen que cada vez sea más fácil perder de vista las verdaderas virtudes que un director debe desarrollar. Los bienes económicos en cantidad son fundamentales para mantener la sanidad de las empresas, los conceptos de Aristóteles y su aplicación en los casos narrados muestran que la virtud debe anteceder a los beneficios financieros. El éxito económico y la cantidad de bienes deben ser consecuencia de la virtud, pero bajo ninguna circunstancia ésta debe medirse en términos cuantitativos o financieros.

Fuente: Istmo

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