Sin duda, la gimnasia es una de las disciplinas más fascinantes, puesto que quienes observan la ejecución de una rutina de este tipo pueden apreciar como el deportista expresa habilidades que parecen ser irreales para el cuerpo humano. Pero a esta extraordinaria práctica, que requiere mucho esfuerzo, se le ha adherido un lado negativo, el de los abusos en el deporte, pues parece que se ha confundido la violencia con exigencia.
Y, aunque durante mucho tiempo estas situaciones fueron consideradas como parte de la dedicación e incluso silenciadas por quienes practicaban este deporte, junto con lo atípico de los pasados Juegos Olímpicos de Tokio 2020, surgieron las voces de gimnastas de alto rendimiento que denunciaron grandes problemáticas que rodean a los equipos y entrenamientos.
Los reclamos han continuado, y una nueva controversia está exponiendo las presiones y maltratos que reciben gimnastas. En este caso, las del equipo rítmico italiano, quienes han señalado haber sufrido acoso psicológico por parte de sus entrenadoras.
Gimnasia, una fuente de abusos en el deporte
Con influencia de las antiguas actividades físicas griegas, la gimnasia, como la conocemos hoy en día, nació en el ámbito militar, obteniendo su primera inclusión en los Juegos Olímpicos de 1886. Sin embargo, fue hasta 1928 que las mujeres pudieron competir por primera vez en esta disciplina, de la que se apropiaron.
Pero, desde la única Nadia Comaneci, que a los 14 años obtuviera el primer 10 olímpico en barras asimétricas, hasta Simone Biles, que se especulaba como la nueva multicampeona, los abusos en el deporte se han visibilizado con el paso del tiempo. Por ejemplo, en el caso de Comaneci existen reportes sobre la presión a la que estuvo sometida, no solo por parte de su entrenador Béla Károlyi, sino también del régimen rumano.
«Interminables entrenamientos aderezados de insultos, bofetones y hambre, mucha hambre. Era el método con el que Béla Károlyi y su mujer, Martha, convertían en gimnastas y campeonas a las crías que pasaban por su escuela, en Onesti».
El Mundo.
Esto se perpetuó en la gimnasia profesional. Muestra de ello fue lo que sucedió con el médico Larry Nassar, que abusó de decenas de jóvenes gimnastas, entre ellas Biles, delito por el que fue condenado a 300 años en prisión y que obligó a la USA Gymnastics a indemnizar a las víctimas con 880 millones de dólares en total.
«Creo, sin lugar a dudas, que las circunstancias que llevaron a mi abuso y permitieron que continuara son el resultado directo del hecho de que las organizaciones creadas por el Congreso para supervisar y protegerme como atleta: la USAG y el comité olímpico y paralímpico de Estados Unidos, fallaron en hacer su trabajo».
Simone Biles, gimnasta norteamericana.
A estos casos se ha sumado el de gimnastas italianas que han denunciado abusos en el deporte, sobre todo de índole psicológico, pues al menos tres competidoras han denunciado que fueron objeto de presión e insultos por su peso
Violencia psicológica: Gimnastas italianas
La gimnasia rítmica implica una combinación de danza, teatralidad y técnica, lo que la ha convertido en una de las más seguidas a nivel mundial. Sin embargo, la flexibilidad que se necesita al ejecutar cualquier rutina, ya sea de gimnasia tradicional o rítmica, aunado a factores de fuerza y resistencia han colocado a esta disciplina como una de alto rendimiento y en la que son evidentes los sesgos de edad y complexión.
Si bien no existen datos o reglamentos precisos sobre cuánto debe pesar una gimnasta, lo cierto es que las siluetas estilizadas son las que dominan. Para Anna Basta, exgimnasta de la Federación Italiana, este estereotipo representó una condena, pues ha acusado que sufrió humillaciones y que requirió atención psicológica.
«Jamón, levántate del suelo. Mira qué culo gordo tienes. Hace 40 grados, sudas y pese a ello nunca adelgazas» son algunas de las palabras hirientes a las que estuvo sometida Basta, lo anterior hizo que se retirara tras Tokio 2020. Por razones similares, Nina Corradini y Giulia Galtarossi alzaron la voz, pues ellas también fueron objeto de esta violencia, que para Galtarossi se convirtió en trastornos alimenticios.
«Me hacían notar todo el rato, según ellas, lo gorda que estaba. Si me torcía el tobillo pisando la pelota y me hacía daño, era porque estaba gorda. Si un día las cosas no salían como ellas consideraban, era porque estaba gorda. Si me veían apagada en un ejercicio, es porque estaba gorda».
Anna Basta, exgimnasta de la Federación Italiana.
Pese a que la Fiscalía de Brescia y la Procura Federale —el organismo de justicia deportiva del Comité Olímpico Italiano— están investigando estas acusaciones, esta problemática traspasa sistemáticamente, ya que no solo implica a organismos reguladores, sino también al público.
Body shaming, un ataque a deportistas
Los abusos en el deporte se han perpetuado en distintos ámbitos, sobre todo cuando se habla de ataques que conllevan críticas al aspecto físico de los atletas. Lo cual se vio con Alexa Moreno, gimnasta mexicana, que se volvió blanco de comentarios despectivos por su complexión, pues usuarios en redes la llamaron gorda y descalificaron su calidad como deportista debido a esto.
Este tipo de agresiones, conocidas como body shaming, fortalecen la idea de que la delgadez es un signo de salud y de superioridad, además de avalar las maneras extremas en las que las personas buscan poseer una complexión que sea adecuada a estándares de belleza dañinos. En cuanto a la gimnasia, parece que ello es indispensable para ser una gran representante.
A esto, los resultados de Moreno han dado una respuesta, pues logró el tercer lugar en salto de caballo durante el Campeonato Mundial de Gimnasia en 2018 y clasificar a las Olimpiadas, dejando de lado las críticas por su aspecto y peso.
Por último, es importante resaltar que, así como las instituciones y entrenadores tienen un papel fundamental para erradicar los abusos en el deporte, también es muy relevante que la sociedad asuma su responsabilidad en cuanto los actos que impliquen la violencia y la estandarización de un perfil único, que es una imposición más que una necesidad.
