Probablemente es la minoría, pero su alcance lo hace mayúsculo. En México, ser víctima de burlas, insultos y agresiones físicas en diferentes niveles de la educación pasa desapercibido por la sociedad. De no expulsar esta conducta reprobatoria que se ha incrementado en los últimos años habrá más consecuencias fatales.
Nicolás tiene 18 años. Durante la primaria fue un acosador de sus compañeros y al entrar a la secundaria, se revirtieron los papeles.
Cuando empecé a acosar a mis compañeros “sabía lo que le dolía y ahí le ‘daba’. Todos los demás se reían; yo creo que mis compañeros se unían y me apoyaban para no ser molestados”.
“Siempre era una agresión que no alcanzara a provocar una reacción. Siempre en el límite; si los insultaba o si los humillaba siempre se podía interpretar como una broma”.
El motivo principal de Nicolás para molestar a sus compañeros era la satisfacción de sentirse popular y, por consiguiente, poderoso.
“No razonaba, pensaba que los compañeros se lo merecían o se lo buscaban”. Pero terminada la primaria, Nicolás cambió de escuela y se integró a una donde la mayoría de sus compañeros se conocían, así que se convirtió en víctima del hostigamiento.
“Había un grupo que me insultaba señalando mis defectos físicos. Contaban chistes entre ellos y me aislaban. Escondían mi mochila cuando eral ahora de la salida y se iban riéndose. Salían juntos a lugares fuera de la escuela y seguían excluyéndome. Se secreteaban en el recreo”.
Ante esta actitud, las personas acosadas se sienten tan agredidas que responden de la misma forma.
“Respondían con agresión y eso me aislaba más. Tenía una sensación de impotencia por no poderme vengar. Me sentía siempre muy enojado”.
Las manifestaciones del hostigamiento en la escuela varían de una persona a otra. En la mayoría de los casos, generan una disminución de la seguridad y baja autoestima, en otros, se puede presentar un decremento drástico del rendimiento académico y un rechazo al entorno escolar.
Para algunos niños y jóvenes, los efectos producen un estado de ansiedad con consecuencias serias en la salud. El más grave de ellos es que aparezcan rasgos depresivos y pensamientos suicidas.
“Solía rechazar todo, la escuela, las tareas, los profesores, porque no se daban cuenta y yo no quería ir a decirles nada. Ya no quería ir a la escuela y muchas veces no iba. A veces porque decía que estaba enfermo y otras veces me iba de pinta”.
“No le decía nada a nadie, te da vergüenza admitir que eres el ‘paria’ o el ‘apestado’. Si los denuncias, los demás te llaman “acusón” o algo peor. Sólo les puedes contar a los otros ‘molestados’ y ¿quién quiere pertenecer a ese grupo? Me aislé y cuando podía me escapaba de la escuela”.
No exentar
Existen algunos comportamientos que pueden delatar cuando un niño o joven está siendo víctima de acoso escolar y así evitar consecuencias fatales.
De acuerdo con la Asociación Nacional de Psicólogos Escolares en Estados Unidos, algunos estudios han “encontrado una relación directa entre la intimidación con mayores tasas de depresión infantil y adulta, suicidio, agresión y bajo rendimiento académico”.
Por ello, hay que preocuparse cuando el estudiante no quiere asistir a la escuela o a actividades escolares, y da explicaciones poco convincentes como dolores de cabeza, estómago u otros síntomas (reales o fingidos) para no ir.
Igualmente, cuando llega a casa irritado, silenciosos o denunciado que le robaron o rompieron útiles o dinero. Las víctimas suelen ser poco sociales, no van a fiestas o reuniones y en la escuela reportan que están mucho tiempo solos.
Pueden haber signos de ansiedad. En niños pequeños: insomnio, mojan la cama, se muerden las uñas. En preadolescentes o adolescentes se presenta cambios bruscos en el humor como irritabilidad, tristeza o se encuentran absortos en su pensamiento, o bien tienen arranques de enojo.
Cuando la agresión se vuelve física llegan a presentar moretones, y/o desgarraduras en la ropa. No quieren hablar de lo que pasa en la escuela y dan explicaciones inverosímiles a las lastimaduras.
Objeto de estudio
Los niños y adolescentes pueden vivir un infierno que puede marcarlos de por vida, por lo que es una obligación saber cómo hacerle frente a este grave problema. La UNICEF señala que “4 de cada 10 niños manifiestan que las burlas y apodos son métodos sistemáticos de discriminación”.
El acoso escolar (físico, verbal, gestual o incluso por vía cibernética) consiste en formas de comportamiento agresivo, intencional y dañino que se presentan de forma repetida, y por la que se busca dominar e intimidar a la víctima.
En México este es un problema que, si bien es conocido por las escuelas de los distintos niveles, desde preescolar hasta secundaria, no genera mayor atención. Sin embargo, debido a algunas cifras alarmantes encontradas en investigaciones recientes en México, el hostigamiento escolar está siendo considerado con mayor seriedad.
Según una encuesta del INEGI de 2005, el 60 por ciento de los jóvenes entre 12 y 17 años que desertan de la educación media y superior han recibido maltrato e intimidación por parte de compañeros de grupo y del profesorado.
El que la “trae”
Los agresores buscan víctimas que tengan poco respaldo social y se enfocan en características físicas o de personalidad del estudiante. En general, cualquier niño o joven que sea considerado “diferente” a la norma es propenso a ser acosado escolarmente.
Los agresores suelen ser identificados como chicos problemáticos, que pertenecen a entornos familiares con violencia. No obstante, los estudios permiten ver que los agresores no siempre pertenecen a entornos conflictivos, incluso son felices, populares y de buen rendimiento académico.
Los muchachos que hostigan generalmente niegan que lo han hecho, minimizan el tamaño de su agresión o bien culpan de sus acciones al comportamiento de la víctima. Amenazan a los observadores testigos de la agresión para mantenerlos al margen.
Dorothea Ross, investigadora en el tema del hostigamiento escolar señala que “los jóvenes que intimidan disfrutan el poder que tienen sobre sus víctimas, y no recurren a la intimidación para obtener un beneficio tangible, dinero para el almuerzo, por ejemplo; por el contrario, buscan comportamientos que lastimen o pongan en una situación incómoda a la víctima”.
¡Atención!
Es necesario aclarar que los niños y jóvenes no son culpables de que los compañeros los molestan aun cuando incurran en conductas que no favorecen si integración.
De ahí que la inconsistencia de adultos y profesores les enseñe a los agresores que sus comportamientos son aceptables; y a las víctimas que merecen ser maltratadas.
La eliminación de la violencia en la escuela es responsabilidad de los adultos. Los maestros y directivos son los primeros que deben actuar modelando las interacciones entre los alumnos y ayudándolos a expresar sus opiniones y diferencias de manera respetuosa. Asimismo, deben intervenir consistentemente frente a cualquier hecho que implique violencia física, verbal o psicológica contra alguno de los niños de la escuela.
Cada interacción violenta que ocurra debe ser sancionada de manera adecuada; cada hecho de esta naturaleza que es pasado por alto es una oportunidad desperdiciada para mostrar otra manera de relacionarse.
Testimonio: “Cuando la gente ve que te están maltratando y no hace nada, empiezas a creer que te lo mereces”.
Muchos de estos actos ocurren fuera de la vista de los maestros, suceden en el patio, en el baño, en el recreo, a la entrada o a la salida de la escuela.
Testimonio: “Cuando la gente te intimida y nadie te ayuda, es como si fueras invisible y no contaras”.
Por eso es importante, explicarles a los niños y jóvenes que cualquier hecho de esa naturaleza debe ser denunciado con los maestros y directivos. A los niños, en general, sobre todo a los que ya son pequeños, les parece que su situación empeorará si “acusan” a sus compañeros. Es por esta razón que los padres deben hablar de manera explícita de estas conductas y hacerles saber que no están solo frente al acoso escolar.
No hay una sola manera de enfrentar estos problemas: varían según la edad, el entorno y la actitud de los adultos presentes. Así que el apoyo familiar más importante consiste en escucharlos atentamente, no minimizar el problema, no regañarlos por permitir ese trato, sino manifestar su preocupación y su apoyo incondicional para encontrar la solución pertinente a cada situación.
Aumento de la problemática
Una de las reflexiones compartidas por investigadores de distintos países consiste en valorar los efectos que tienen la televisión y los videojuegos en los comportamientos que hemos mencionado.
L.R. Huesmann, junto a otros especialistas, sostiene que “la violencia en televisión, especialmente cuando es utilizada por héroes carismáticos, muestra a los jóvenes que esa es una manera adecuada de manejar algunas situaciones”.
En Una infancia en libertad (Ed. Oniro), Martin Large da unas cifras escalofriantes: Tomando en cuenta que el número de horas promedio de un niño frente a la televisión es de custro horas por día, al terminar la escolaridad primaria habrá visto 200 mil escenas violentas, de las cuales 16 mil son asesinatos.
La banalización de la violencia es reconocida por distintos investigadores como una de las causas frecuentes en agresores adultos. De aquí la importancia de la familia como filtro frente a la pantalla, sobre los propósitos que persiguen dichos programas. La posibilidad de un pensamiento crítico es en muchos ámbitos una medida de protección importante frente a las estrategias comerciales de alto impacto y de baja estrofa ética.
Niños, tomen nota
Es necesario explicarles a los niños claramente y con ejemplos las situaciones donde puede haber burlas, ofensas, golpes intencionales con el propósito de hacer sentir mal al otro. Es una situación donde uno trata de sentirse poderoso humillando a otro.
Es importante hacerles notar que el acoso no siempre tiene que ver con las palabras utilizadas sino con la intención y la actitud que las acompañan. Eso implica que ellos también deben vigilar su lenguaje corporal.
No hay una manera única y correcta de lidiar con los “molestones”. Lo que funciona par un niño puede no ser útil para otro.
Algunas veces ignorar al molestón funciona. Pero otras no, y será necesario buscar otro plan. Ejemplos de esto son:
Ser asertivo. Expresa el desacuerdo sobre lo que está ocurriendo de una manera que no sea grosera y que no haga crecer el pleito: “No me gusta cuando…”, “Esa es tu opinión”, “¿Es realmente necesario?, “¿De veras?”.
Mostrar asombro (no miedo ni molestia): “Órale, wow”.
Ponerle una pizca de humor: “¿De veras?, gracias, es lo que quería”, “¿Qué onda, amaneciste de malas?”.
Mirar de frente (no agachar la cabeza), mostrarse confiado y no asustado.
Aléjate
Otros consejos que pueden ser útiles son: hablar con un adulto de confianza. No guardar todo en el interior; no están solos. Buscar ayuda.
Si después de haber expresado el desacuerdo claramente el acoso continúa, es necesario que apuntar en un cuaderno cuándo y dónde ocurren los incidentes. Hablar con los maestros y mostrarles el cuaderno par que tengan al “molestón” en la mira y puedan sorprenderlo. Ante la sospecha de correr peligro, pedir una cita en la dirección de la escuela y acude con tus padres.
Lo que seguro NO funciona:
No amenaces con algo que no vas a poder hacer.
No respondas con insultos.
No trates de vengarte. El problema no se acaba de esa manera.
No le pidas a otros que tomen partido. Eso sólo incrementa el problema.
No dejes de ir a tus actividades por evitar enfrentar a los molestones.
No pierdas el control: respira, respira, respira. Cuando entra el aire, inspira fuerza y seguridad; y al sacarlo, expira el enojo y la ansiedad.
Recordatorio para los papás: La escuela es un laboratorio donde se aprende, entre otras cosas, a relacionarse. Pero también lo es la familia, es el mejor entorno donde aprender a expresarse libremente, donde se pueden resolver conflictos de manera justa. Es el mejor escenario para mostrar la equidad, la tolerancia y el cuidado de sí mismo. El cuidado de la autoestima desde la más temprana infancia es una protección eficaz contra situaciones de cualquier tipo de abuso.
Afortunadamente para todos aquellos que sufren esta situación, el tema del acoso escolar está dejando de ser invisible para los directivos escolares, para los padres ya para la sociedad en general.
Fuente: Día Siete; Suplemento de El Universal, p. 46
Publicada: 22 de agosto 2010