Por Helena Ancos
Nuestro país está hoy en estado de excepción social y la rueda de la RSE se sigue moviendo con cadencia monótona, casi con atonía. Ha llegado el momento de hacer un alto en el camino y autoevaluarnos, tomando todos los que trabajamos en la RSE de nuestra propia medicina.
Cuando comenzó la crisis, muchos vaticinaban un mundo de oportunidades, un terreno fértil para la RSE. Mientras que los datos económicos no dejan margen para una pronta recuperación, y la realidad social muestra signos de grave fractura, cabe plantearse la posibilidad de un efecto contagio a la responsabilidad social corporativa o si por el contrario, tal como se apuntaba recientemente por algunos expertos del sector, la RSC está saliendo reforzada y están surgiendo oportunidades para innovaciones disruptivas.
Hace algunos años publiqué un trabajo sobre el Mercado de la RSE en torno a la idea de que para que la responsabilidad social corporativa prosperase, era necesaria la creación de incentivos de mercado que apuntalaran todas sus áreas temáticas y tuvieran en cuenta las necesidades de sus grupos de interés, en el bien entendido que para que existiera “competencia efectiva” en este mercado (lo que en Derecho de la competencia se llama “Workable competition“), habría de partirse de la visión transversal de las relaciones entre todos estos grupos (tradeoffs) y el grado de madurez estructural de aquél.
Me atrevía allí también a apuntar algunos de los mitos y espejismos que poblaban ya por aquel entonces ese incipiente mercado, poblado de intereses pero con pocos grupos de interés operativos. Y era consciente eso sí, de que la RSE se iría gestando a fuego lento, en consonancia con sus propios principios y naturaleza.
Hoy sigo creyendo que la RSE es todavía un infante, un paradigma inmaduro y sujeto a gran volatilidad. El logro de la sostenibilidad requiere de transformaciones éticas y organizativas a todos los niveles que refuercen los compromisos para el cambio. El Business case de la RSE y el moral case son compatibles y necesarios, sencillamente porque estamos hablando de planos distintos de la responsabilidad social. La sostenibilidad que queremos conseguir es un bien público, y los bienes públicos necesitan de esfuerzos cooperativos a todos los niveles, desde el ineludible compromiso personal pasando por todos los eslabones de la cadena de valor.
Ahora bien, de lo que no estoy tan segura, es de que imbuidos en nuestras propias dinámicas de mercado, no estemos reproduciendo los mismos patrones y roles del modelo económico que queremos desterrar.
¿Estamos haciendo una RSE especulativa? ¿Estamos convirtiendo una RSE inmadura en mero mercadeo?
La pregunta sin duda resultará retórica para muchos convencidos de nuestro propio compromiso. Pero vayamos un poco más allá,¿Estamos reproduciendo en nuestras distintas especialidades y áreas de trabajo, (pongamos por caso con patrocinios de empresas con dudoso compromiso ético) el mismo marco del que queremos escapar? ¿Hay otra forma de hacer RSE?o ¿es ése el camino?
Helena Ancos Franco
Coordinadora del Programa de Trabajo de Responsabilidad Social Empresarial del Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Representante en la UCM de la RedUNIRSE, red Iberoamericana de Responsabilidad Social Empresarial y Promotora en la Universidad Complutense de Madrid de la Red Interuniversitaria de Responsabilidad Social Empresarial. Ha sido Abogado y Profesora de Derecho Internacional Privado en la Universidad Europea de Madrid y en el Centro Universitario Francisco de Vitoria y en el Centro Universitario de Estudios Financieros de Madrid. Sus actuales líneas de investigación se centran en la búsqueda de modelos jurídicos y económicos que promuevan la rentabilidad de los negocios y el desarrollo social, así como mecanismos de colaboración público-privada para el desarrollo.