En memoria de C.K. Prahalad
Sin duda, hay ejemplos de individuos que logran combinar exitosamente varias capacidades a la vez, en estos casos, la de inventores por excelencia y empresarios indiscutibles.
En los últimos años ha venido cobrando gran fuerza en el mundo el papel de los emprendedores sociales, quienes se han volcado hacia el sector socioeconómicamente más necesitado –conocido como la “base de la pirámide”, conformada por 4 mil millones de habitantes en el mundo, 250 millones en América Latina y 40 millones en nuestro país— para tratar de cubrir algunas de las necesidades básicas que ahí existen: servicios de salud, agua, energía, educación y comunicación, entre otros, siendo el más conocido y exitoso el de las microfinanzas.
Además de tratar de resolver estos problemas dentro del sector, un objetivo que los emprendedores sociales han perseguido ha sido el ayudar a desarrollar y promover hacia “arriba de la pirámide” los bienes y servicios que ya se producen dentro de estas zonas marginadas, fomentando así la generación de fuentes de trabajo y la creación de riqueza.
Estos emprendedores tienen varias características que son evidentes desde el primer contacto: una enorme pasión por lo que hacen, su compromiso por ayudar a resolver problemas añejos y muy complejos, un verdadero conocimiento del terreno que pisan, su respeto evidente hacia quienes tratan y, finalmente, interés genuino por cambiar el mundo. En las reuniones en las que participan se respira un aire que contagia. Tienen puesta esa “cachucha social” que es condición necesaria para tener un impacto real en la base de la pirámide.
Desafortunadamente, esto no es condición suficiente para alcanzar su objetivo: erradicar la pobreza permanentemente.
Es difícil establecer cifras que indiquen el ritmo de crecimiento de emprendedores sociales en México. Sin embargo, con base en información generada por algunas organizaciones de la sociedad civil dedicadas a este sector, podemos afirmar que afortunadamente el número de ellos crece de manera significativa año con año. La oficina de Ashoka México, una organización global dedicada a promover el cambio social apoyando e invirtiendo en ellos, evalúa de 200 a 300 emprendedores sociales nuevos cada año, para añadir algunos de ellos a su red local.
Cuando una persona se acerca a este sector se da cuenta muy pronto que los obstáculos a los que los emprendedores sociales se enfrentan son enormes y que su portafolio de herramientas para afrontarlos es limitado. Por ejemplo, el nivel de sofisticación en el uso de las técnicas de mercadeo y comercialización de los productos o servicios que promueven, como el acceso a diversas tecnologías o al conocimiento de su existencia misma, y por tanto, a los beneficios que potencialmente éstas podrían traer, o bien, el dominio de la logística de sus operaciones y, por supuesto, la falta de financiamiento para sus proyectos que se convierte casi siempre en una barrera infranqueable.
Tan complicado como todo esto es la conformación de modelos de negocio requeridos para tomar los elementos antes mencionados, y otros más, y lograr que el modelo resultante sea viable —y por tanto sustentable en el largo plazo—, repetible y escalable. Todos ellos son retos propios de cualquier emprendedor, pero se magnifican exponencialmente cuando se emprende en la base de la pirámide.
Es aquí donde se reduce significativamente la lista de individuos, que como Bell, Alva Edison y Gates son capaces de ponerse varias “cachuchas” al mismo tiempo: en el caso de los emprendedores sociales, la social y la de empresario.
¿Cuál es la intersección en la que el activista social y el empresario se encuentran para tomar lo mejor de cada mundo? Depende de cada caso y situación.
Por ejemplo, un emprendedor artesano que ha logrado convencer a otros de los beneficios de sumar esfuerzos para promover sus productos fuera de la región, se enfrenta al reto de instalar un horno comunitario y así generar economías de escala. Su intuición le dice que esto sería benéfico para el proyecto. La justificación, selección, compra, instalación y operación del mismo lo llevan a un terreno para el cual probablemente no está preparado.
Por otro lado, el empresario entusiasmado con la idea de aprovechar una nueva tecnología desarrollada en Asia para la purificación de agua se da cuenta, cuando intenta estimar el tamaño del mercado con la base de la pirámide y así la inversión requerida, que las distancias entre los hogares en la zonas rurales y los pozos que la comunidad ha construido para “resolver” sus requerimientos y el reto de cómo ponerle un precio al servicio de purificación y suministro de agua son tales que pronto lo desaniman y lo regresan a mirar a mercados y soluciones más tradicionales, ubicadas seguramente en la parte media y alta de la pirámide.
El activista social se beneficiaría significativamente de técnicas utilizadas en áreas como la mercadotecnia de consumo, la innovación y estrategias de precio, herramientas que en el mundo de los negocios son utilizadas todos los días. La creación de sinergias entre instituciones u organizaciones para compartir mejores prácticas, la capacitación continua y la asignación de mentores son también técnicas comunes en el mundo de los negocios, que de ser aprovechadas por los emprendedores sociales los llevarían a ser más eficientes en sus esfuerzos por mejorar el mundo en el que vivimos.
Al mismo tiempo, el empresario que busca participar en el sector social necesita conocer a fondo las características estructurales y de negocio que el sector presenta. Éstas incluyen, entre muchas, la dinámica entre los participantes, o sea, las comunidades mismas —respeto a la cultura y tradiciones—, las organizaciones de la sociedad civil y los gobiernos, la creación de la cadena de suministro necesaria para llevar los productos o servicios al usuario final —enorme reto en la mayoría de los casos—, o bien, establecer alternativas de financiamiento de los proyectos, así como los retornos esperados. El empresario se beneficiaría significativamente del profundo conocimiento que al emprendedor social le da el caminar la región, vivir la realidad del sector y enfrentarse a las limitaciones que presenta.
Seguramente, al igual que Alva Edison, Bell y Gates, existen emprendedores sociales que pueden intercambiar “cachuchas” cuando el momento y las circunstancias así lo requieren. Esto es, que pueden ser una y la misma persona. Sin embargo, son pocos los que tienen esta capacidad. En la mayoría de los casos se requieren dos agentes de cambio que se necesitan mutuamente: el activista social y el empresario. En la medida en que ambos reconozcan sus capacidades y sus limitaciones y consideren la posibilidad de encontrarse en el algún punto del camino para trabajar, complementarse y compartir conocimientos y recursos, las oportunidades para reducir las grandes carencias que existen en la base de la pirámide se incrementarán significativamente.
*Edmundo Vallejo Venegas es profesor de Política de Empresa del IPADE. Fue presidente y CEO de GE México desde enero de 2001. Obtuvo una Maestría en Ingeniería Química en la Universidad de Notre Dame, South Bend, Indiana y posteriormente el MBA en la Harvard Business School.
Fuente: El Universal; Cartera, pp. B13
Escrito por: Edmundo Vallejo Venegas
Publicada: 18 de Octubre 2010