Si hubiera un momento más difícil en los últimos 40 años para ser líder en el movimiento ambiental estadounidense, sería difícil de identificar. La Tierra se está calentando, quizá catastróficamente, sin embargo, en el 2010, fracasaron los esfuerzos legislativos para poner un tope a las emisiones de carbono. Los límites globales de carbono han sido igual de escurridizos, como lo demostró de nuevo una conferencia en Durban, Sudáfrica, este mes.
En Estados Unidos, hostiles congresistas republicanos y algunos sonados fracasos de subsidios ecológicos, han coincidido con un atractivo auge energético de combustibles fósiles en Norteamérica, lo que debilita la voluntad nacional de frenar las emisiones.
Los grupos de conservación más importantes, al enfrentar reveses, además de un número de miembros a la baja y envejecientes, reestructuran sus misiones en un momento de transición generacional. Los últimos 15 meses han incluido cambios ejecutivos en el Sierra Club, Defenders of Wildlife y la Audubon Society, entre otros. El director de Wilderness Society dejará el cargo el próximo año.
Al frente de la estrategia, algunos de estos grupos se vuelven cada vez más cautos en la campaña contra el calentamiento global, conscientes de los sentimientos encontrados del público. Está surgiendo un triple enfoque: combatir el calentamiento global al centrarse en las inquietudes locales e inmediatas, revigorizar las bases a través de los medios sociales y las manifestaciones callejeras y renovar el énfasis de influir en las elecciones.
Roger Ballentine, quien asesora a negocios sobre estrategias ecológicas, sugiere que el movimiento se ha vuelto cada vez más impaciente con el logro de cambios graduales al involucrarse con creadores de políticas y corporativos. La manera antigua era que el Sierra Club colocara su sello en productos «verdes»; la nueva forma es sugerida por una campaña en internet de Greenpeace, que este mes persuadió a Facebook para que prometiera usar menos carbón para sus centros de datos.
«La omisión de abordar el clima es catastrófica, y la gente joven está indignada con justificación», aseveró Ballentine. «Lo que tenemos ahora son bases resentidas que piden un enfoque radicalizado».
Cuando los nuevos líderes hablan de revigorizar las bases, muchos mencionan el éxito más visible que el movimiento ha tenido en años: la suspensión, a principios del año, del proyecto del oleoducto Keystone XL, que transportaría petróleo de Canadá a EU. (Sus defensores en el Congreso estadounidense se reorganizan para impulsarlo de nuevo).
Tras el derrame petrolero en el Golfo de México, en el 2010, y el intento fallido de poner un tope en las emisiones de carbono, los ambientalistas empezaron a ver el oleoducto planeado como un símbolo de una incontrolable dependencia al combustible fósil. Los grupos locales les sacaron provecho a los temores de los propietarios de las tierras a los derrames de petróleo, mientras que los grupos nacionales protestaban afuera de la Casa Blanca. La Administración Obama, enfilándose a unas difíciles elecciones, decidió aplazar su decisión hasta el 2013.
En gran medida, el éxito de las manifestaciones se le ha atribuido a Bill McKibben, periodista convertido en activista, quien fundó 350.0rg, grupo que atrae a los jóvenes con su mensaje en línea y protestas masivas.
McKibben destaca a Michael Brune como un buen ejemplo del nuevo enfoque local del ambientalismo.
Brune, de 40 años, director ejecutivo del Sierra Club, ha expandido su Campaña Más Allá del Carbón para movilizar a las poblaciones locales en torno a cerrar viejas plantas de carbón en 46 estados. La campaña hace énfasis en preocupaciones como qué tanto contribuyen las emisiones de una planta local al asma en los niños de barrios cercanos. Brune señala que es más eficaz organizarse en contra de «una planta cercana que tiene impactos en la salud» que en contra de «una ley climática relativamente compleja y desconocida». El grupo dice contar con muchos nuevos partidarios dispuestos a contribuir financieramente en asuntos específicos.
La última pieza del rompecabezas para muchos conservacionistas es responsabilizar más a los políticos de sus votaciones antiambientales, las cuales, a decir de los grupos importantes, no reflejan realmente los deseos de sus gobernados. Muchos ambientalistas se han opuesto a anuncios publicitarios abiertamente partidistas o al politiqueo. Pero esto está cambiando.
«Nuestra adicción al petróleo afecta cada vez más a una franja mucho más amplia de estadounidenses que en el pasado», señala Frances G. Beinecke, presidenta del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales. «Y éstas son cuestiones que la gente apoyará».
Fuente: Reforma, suplemento The New Tork Times, p. 1.
Por: Leslie Kufman.
Publicada: 24 de diciembre de 2011.