Por Helena Ancos
César Molinas concluía hace tiempo que la Transición española “fue un éxito porque había ambiciones explícitas que cohesionaron a la población: democracia, Europa, Estado del bienestar”. En España estamos asistiendo a la erosión de todos estos logros. Ante la falta de perspectiva y el descrédito hacia la clase política y la élite empresarial, el horizonte más esperanzador procede de la innovación social propiciada por la acción colectiva y las redes ciudadanas.
¿Podremos articular la movilización social en torno a la recuperación de nuestro Estado de bienestar y de una democracia participativa? ¿podremos articular la movilización social en torno a la Responsabilidad social de todos y cada uno de nosotros?
El desarrollo sostenible requiere de cambios tecnológicos y de modelos productivos pero también innovación institucional y social. Un espacio político abierto y más participativo no sólo permite la integración de nuevas voces sino también que la participación ciudadana gane en escala. Del mismo modo, para que la RSC sea un éxito ha de servir para cohesionar intereses de grandes, pequeñas, medianas empresas y ciudadanía.
En un mercado inmaduro de RSC y con graves carencias institucionales como las que estamos viviendo hoy en día en España, esta interacción multistakeholder necesita rabiosamente del fortalecimiento de la sociedad civil. Del mismo modo que no puede darse una gestión efectiva de los grupos de interés en una organización empresarial muy verticalizada, ¿cabe hablar de capacidad de influencia de los stakeholders cuando éstos están divididos en compartimentos estancos y tienen una posición estructural más débil?
La ciudadanía se encuentra en una posición de debilidad económica, legal y de negociación frente a medianas y grandes empresas e instituciones. Su reto no es sólo crear corrientes de opinión, sino convertirlas en auténtico contrapoder.
Las redes sociales se han convertido en un arma estratégica: son útiles para impulsar el cambio, para que la gente transmita su mensaje:
– Por un lado, las redes otorgan la transparencia que no ofrecen otras instancias, como las agencias gubernamentales o las instituciones oficiales
– El uso de internet y las redes sociales ha cambiado los hábitos de información de millones de personas, cuyos ecosistemas se amplían a círculos concéntricos.
– En España además, se está difuminando el signo político de los ciudadanos, cohesionando a la ciudadanía. La sensibilización respecto a ciertos movimientos sociales como la dación en pago y el freno a los desahucios ha creado un consenso ciudadano como no veíamos desde la guerra de IRAK. Incluso me atrevería a decir, que las redes sociales nos están educando en civismo: somos más respetuosos con las opiniones “virtuales” de otros que en la vida cotidiana.
Ahora bien, no hay que idealizar el potencial de las redes sociales. La ciudadanía no es la única que tiene acceso a ellas y por otra parte, hay un reto: saber desvirtualizar ese mensaje.
Conseguir una prolongación en el tiempo de nuestras expectativas y de nuestros intereses más allá de los requerimientos puntuales de una empresa, de la novedad impuesta por los medios de comunicación, o de la actualidad de un acontecimiento social, ayudará a crear uno de los pilares fundamentales de la responsabilidad social y a asentar los cimientos del mercado de la RSC.
– Conviene identificar los liderazgos dentro los propios grupos de interés, los llamados emprendedores sociales internos.
– Y necesitamos más interacción, más networking y crear lazos de confianza entre nosotros, aprender a cooperar.
La puesta en marcha de la RSC requiere de tiempo y de pedagogía. Quizás tengamos que “reiniciarnos” a nosotros mismos. Parafraseando a Descartes, añadir al “pienso, luego existo” el “actúo, luego existo”. Porque la forma en que avancemos y administremos la RSC va a condicionar su durabilidad.
Helena Ancos Franco
Coordinadora del Programa de Trabajo de Responsabilidad Social Empresarial del Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Representante en la UCM de la RedUNIRSE, red Iberoamericana de Responsabilidad Social Empresarial y Promotora en la Universidad Complutense de Madrid de la Red Interuniversitaria de Responsabilidad Social Empresarial. Ha sido Abogado y Profesora de Derecho Internacional Privado en la Universidad Europea de Madrid y en el Centro Universitario Francisco de Vitoria y en el Centro Universitario de Estudios Financieros de Madrid. Sus actuales líneas de investigación se centran en la búsqueda de modelos jurídicos y económicos que promuevan la rentabilidad de los negocios y el desarrollo social, así como mecanismos de colaboración público-privada para el desarrollo.