La fotografía es un golpe para la vista. Cientos, miles de pequeñas casas se extienden una tras otra. Todas son iguales, clonadas. Al fondo, a penas y se miran los cerros amenazados por el avance de este ejército de concreto. El pie de foto dice: “Ixtapaluca. Una urbanización nueva en las afueras de la ciudad de México. El rápido crecimiento de la población mundial es uno de los factores que ha modificado nuestra relación con el sistema ecológico de la Tierra”.
Con esta imagen comienza el libro Nuestra Elección. Un plan para resolver la crisis climática (Editorial Océano,2010), escrito por Al Gore, el ex vicepresidente de Estados Unidos que ahora recorre el mundo en su faceta de activista, como director de la organización Alianza para la Protección del Clima.
Con su libro Una verdad incómoda, después convertido en documental, el Premio Nobel de la Paz consiguió lo que ecologistas y científicos no habían logrado en años: que los ciudadanos pusieran atención al cambio climático y su impacto.
Ahora, con su nuevo libro, Gore va más allá prender las luces de alarma sobre la crítica situación que se vive y el impacto que esto traerá en el modo de vida de millones de personas. Él se aboca a explicar cuáles son los caminos que existen para aminorar los impactos del cambio climático.
Nuestra elección —explica— es el resultado de las revolucionarias perspectivas aportadas por líderes de diferentes disciplinas, desde la neurociencia, la economía, las tecnologías de la información, la comunicación, la agricultura, hasta la ganadería.
“Podemos resolver la crisis climática. Será difícil, es verdad, pero si nos decidimos a hacerlo, no tengo ninguna duda de que lo conseguiremos”, escribe un optimista Al Gore, que ahora se muestra muy alejado de lo que vivió como vicepresidente de uno de los países que más contaminan y que, hasta ahora, no ha querido asumir ningún compromiso internacional para disminuir sus emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático.
Los caminos que señala Al Gore no son nuevos. Científicos y ecologistas los han puesto sobre la mesa desde hace tiempo. Por ejemplo, el uso de energías alternativas, como la solar, la geotérmica e incluso la nuclear. También, como muchos científicos, el activista advierte sobre los riesgos que trae la producción de etanol a partir de cereales y sobre el avance de la deforestación en zonas críticas como el Amazonas.
Lo que es más novedoso es la forma en que Gore se lanza contra los “escépticos del clima”, a quienes critica por “su obstinada negativa” a aceptar la crisis climática.
Incluso, los compara con los “birthers”, un grupo de estadounidenses que al ver la eminente llegada de Obama, un hombre con raíces afroamericanas, a la presidencia de Estados Unidos comenzó a buscar “pruebas” para mostrar que Obama no había nacido en la Unión Americana.
“La decisión de poderosos ideólogos y egoístas defensores de las corporaciones de convertir las ‘cuestiones de verdad en cuestiones de poder’ ha producido una lasitud similar en la reacción a las advertencias genuinas, basadas en los hechos, de una tragedia cuya envergadura crece y que no tiene parangón en la historia humana”, escribe un Gore que no deja de advertir que el tiempo se agota.
El Universal – sociedad, p.17