El fenómeno migratorio tiene muchas caras, debido a que en él confluyen distintas formas de migración. Por ejemplo, México es “origen”, es decir, que las personas locales se desplazan a otros lugares; “tránsito”, debido a la cercanía con EE.UU.; y “destino”, para quienes deciden quedarse dentro de nuestras fronteras. Y, ante lo difícil que es asentarse en un nuevo lugar, los albergues migratorios se han vuelto actores fundamentales para miles de personas.
Estos representan, en muchas ocasiones, el apoyo más fuerte para las personas migrantes, que año con año aumentan, derivado sobre todo de la falta de oportunidades y violencia. Sin embargo, tanto en la frontera norte como sur, los albergues migratorios —en su mayoría gestionados por asociaciones civiles— tienen necesidades agudas, debido a la demanda de sus servicios.
Por este motivo, la Fundación Pablo Landsmanas, por medio de la Cátedra de Investigación Elías Landsmanas Dymensztejn – Anahuac en niños migrantes no acompañados —que ha impulsado la divulgación y análisis en torno a la migración de niñas, niños y jóvenes no acompañados— pretende crear vinculación con albergues de este tipo, para contribuir a las necesidades de la comunidad migrante. ¡Te contamos más sobre ello!
Una situación que exige solidaridad
Aunque a la fecha se hacen continuos llamados sobre este tema —incluso la ONU ha establecido el Día Internacional del Migrante—, existe un ambiente tenso para las personas migrantes en la región de México y Centroamérica. Esto derivado de una serie de políticas y acciones, así como el cierre de la frontera norteamericana por la COVID-19, que han negado el derecho de asilo e impulsado una expulsión masiva hacia nuestro país. Lo que ha ocasionado una crisis humanitaria, en la que los albergues migratorios han intentado seguir ayudando.
Dichas instancias, según lo indica el Gobierno de México, “son espacios que proporcionan servicios de salud, psicológicos, servicios básicos, de seguridad, apoyos especializados y se preocupan por ayudarles a establecer la comunicación con sus familiares en otras regiones”. Además, en los últimos años se han convertido en la oportunidad de vida, pues suelen ser bastiones que resguardan la integridad física de la comunidad migrante.
Lo anterior se vuelve más complejo cuando se habla de niñas, niños y adolescentes migrantes no acompañados, por lo que los esfuerzos de los albergues migratorios deben ser apoyados. Este es uno de los objetivos que la Fundación Pablo Landsmanas y su Cátedra se han impuesto como misión, por ello, planean generar un equipo multidisciplinario que contribuya a las labores que se efectúan dentro de los albergues migratorios.
La frontera sur, el inicio de un odisea
Ubicada en el estado de Chiapas, la frontera sur de México es uno de los mayores pasos migratorios a nivel mundial. Si bien, conseguir cruzarla no es un asunto tan complejo, es el comienzo de una ruta que para muchos migrantes representa un riesgo de muerte. Lo que se agrava cuando hablamos de niñas, niños y jóvenes migrantes, que se ven expuestos a factores que los vulneran más.
Entendiendo esto, la Cátedra de Investigación Elías Landsmanas Dymensztejn – Anahuac en niños migrantes no acompañados notó que era imprescindible contribuir a los albergues migratorios de esta zona, en la que además se encuentran aliados muy importantes en materia, como son ACNUR, COMAR e INM.
“Una de las principales necesidades es la falta de personal en los albergues que trabaje con enfoque de niñez y adolescencia, ya que la atención que se les brinda es la misma que a los adultos y termina por perjudicarlos. Por esto, buscamos colaborar con albergues que los reciben y tengan la necesidad de personal especializado en este grupo poblacional”.
Aidé Mendoza, investigadora de la Cátedra.
Con esta intención, se entabló una vinculación con los albergues de la frontera Sur, en el que un grupo de especialistas de la Cátedra pudo mirar de cerca cómo podrían contribuir a la causa migratoria, recaudando datos importantes sobre estas labores.
Albergues migratorios, un punto de acción
La Fundación y la Cátedra han mantenido su compromiso con la comunidad migrante, pero sobre todo con la niñez y juventud. Por lo que como parte del tercer año de la Cátedra, se está impulsando la creación de un equipo multidisciplinario, que pueda ofrecer apoyo a los albergues migratorios, específicamente en Casa Betania (Santa Martha) en Salto de Agua, Chiapas.
Esta estancia no cuenta con financiamiento de otras organizaciones y, al estar en un lugar clave en el inicio de la ruta migratoria, fortalecerlo resulta fundamental. Por lo que, durante la visita, los especialistas de la Cátedra pudieron interactuar con el personal a cargo del albergue, conocer sus carencias e incluso la Fundación entregó víveres.
Gracias a esto, se ha identificado la urgencia de implementar un equipo jurídico, médico y psicológico que brinde estos servicios dentro del albergue, además de fortalecer la dieta de quienes llegan al lugar, pues hasta ahora, debido a la saturación y la falta de apoyo, es difícil mejorar este aspecto. En este sentido, al ser posible una colaboración con Casa Betania, el impacto podría ser muy productivo.
Este tipo de esfuerzos entre asociaciones privadas y organizaciones públicas son indispensables para mejorar la vida de miles de personas que se desplazan por nuestro país. Por lo que, sin duda, con este acercamiento se planean mejores posibilidades para la zona, pues la Cátedra también visitó un albergue ubicado en Palenque, para ofrecer su aporte.
Con reglas migratorias más estrictas, como el título 42 de EE.UU., la saturación de los albergues migratorios seguirá siendo una constante que podría terminar en un colapso. Por ello, labores como la de la FPL y su Cátedra son fundamentales para continuar salvaguardando a la comunidad migrante.