Por Antonio Tamayo Neyra
Uno de los métodos muy extendidos para luchar contra la corrupción son los llamados códigos de ética en todas sus modalidades. Y si bien su intención a todas luces es positiva, pregunto: ¿Estos es suficiente para terminar con este problema?
Sin querer ser pesimista creo que la respuesta es negativa. Sin embargo creo que es un buen principio para que las empresas e instituciones en general, tengan un documento que en forma explícita rechacen este tipo de comportamiento entre sus miembros.
Y creo que la respuesta es negativa, ya que la corrupción no se podrá detener con un escrito. Dicen por ahí que el “camino al infierno está lleno de buenas intenciones”.
La corrupción nos remite a los valores y la cultura en general.
Tanto en México como en muchos otros países, este modelo de comportamiento se ha vuelto por así decirlo en algo natural; es decir, todos de alguna manera y en algún momento hemos realizado un acto corrupto; y si bien sabemos que no es lo correcto, lo pasamos por alto justificándolo por el objetivo que se busca. En otras palabras: “el fin justifica los medios”.
Y si bien son “actos pequeños” (quién sabe qué sea eso), si sumamos los de todos entonces nos encontramos en una sociedad corrupta.
Y si esto es un problema, creo que hay uno mayor cuando la corrupción se convierte en un modo de vida para una persona o una organización, definiendo a esa persona, organización o sector social corrupta por antonomasia, tal es el caso de los políticos que de entrada son etiquetados con dicho calificativo.
Y si esto es el caso: ¿Será un código de ética suficiente para que un político no sea corrupto, corruptible y corruptor? De no nuevo insisto, no creo que esto sea suficiente.
Si este es el caso. ¿Qué se requiere hacer para evitar que surja la corrupción antes de que nazca? Se dice que los países nórdicos son poco corruptos o corruptibles, por lo tanto: ¿Qué han hecho en esos países para que la población se comporte de acuerdo a las reglas establecidas sin tener a un policía a un lado?
Hablando como cualquier ciudadano sin ser experto en la materia, creo que la respuesta a la última pregunta es a través de inculcar valores con el ejemplo; si los padres de familia, los maestros y las figuras públicas ya sean músicos, actores, actrices y políticos tienen un comportamiento ético, esto será aprendido por las nuevas generaciones. Esto no es fácil ni rápido, pero es necesario generar un ambiente social en donde la corrupción sea vista como algo raro, poco común y que no sea considerada como algo normal, tal como actualmente sucede.
Hay que llegar al momento en que cualquier relación comercial o de negocios, los involucrados no desconfíen desde el inicio de su relación de su contraparte, o bien, el sentirse engañados simplemente por alguien que proviene de un sector ya etiquetado de corrupto.
Tal vez lo mencionado en los dos últimos párrafos suene a utopía y lo reconozco, pero en cualquier caso hay que hacer algo para reducir a su mínima expresión este problema que tiene enferma a toda la sociedad, que de continuar creciendo, terminará con nuestra vida social en todos los órdenes. O en otras palabras, terminará con lo sociedad en el más amplio de sus sentidos.
Seguiremos platicando …
Blog: http://atamayon.blogspot.com
Antonio Rey Tamayo Neyra
Dedicado al periodismo de investigación desde 1987 especializado en temas socioeconómicos. Desde 1991 colabora en el periódico El Financiero como Coordinador Editorial y Redactor de Proyectos Especiales, además de colaborar en otros medios. Desde el 2002 involucrado en la Responsabilidad Social, escribiendo y realizando proyectos editoriales de este tema, y además documentando las actividades de las empresas (tipo caso)
También es profesor de posgrado e imparte capacitación en relacionales laborales.
Licenciado en Administración por el Instituto Tecnológico Autónomo de México; su preparación profesional posterior incluye un Diplomado en Responsabilidad Social en el Tecnológico de Monterrey, y un Curso del mismo tema en la Universidad Abierta de Cataluña. Actualmente estudia la Maestría en Sociedad de la Información y el Conocimiento en la Universidad Abierta de Cataluña.