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Amanalco, el bosque que logró la sustentabilidad

Más de 30 machetes se mueven en la cuenca boscosa de Valle de Bravo. El sonido que hacen al cortar la hojarasca y las ramas es rápido, corto, filoso. Mujeres y hombres los empuñan como si se tratara de una lucha. Lo es, porque defienden a machetazo limpio los pinos, oyameles y encinos que aquí crecen.

En Amanalco, estado de México, los machetes son aliados en la defensa de los bosques. Con ellos quitan la hierba que estorba a los nuevos árboles; con ellos se hacen brechas que servirán de barrera si llega un incendio.

Los más de 30 hombres y mujeres que llevan los machetes son parte de las mil 500 personas que forman la Unión de Ejidos Forestales Emiliano Zapata de Amanalco, organización que en estas tierras logró combatir la deforestación.

Aquí los árboles ganan terreno: si hace una década estos bosques se extendían en poco más de 10 mil 500 hectáreas, ahora ocupan casi 12 mil.

La fórmula para lograrlo se conoce como “manejo forestal comunitario”, una alternativa para combatir el cambio climático y, de paso, la pobreza.

Bosques como herencia

Para los habitantes de Amanalco, el olor del encino, del pino y el oyamel les es familiar. Estos bosques forman parte de su herencia.

Sus padres, abuelos y bisabuelos recibieron las 10 mil 500 hectáreas de bosque como parte del reparto agrario en los años 30. En ese tiempo les dijeron que eran dueños de las tierras.

Pasó una década y un decreto presidencial les prohibió tocar 2 mil hectáreas, porque formaban parte del Parque Nacional del Nevado de Toluca.

En los años 60, llegaron al municipio de Amanalco representantes de la Protectora e Industrializadora de Bosques (Protimbos), paraestatal del estado de México que recibió una concesión para explotar la zona.

Los ejidatarios sólo miraban cómo se llevaban sus árboles; de vez en cuando se les daba “el reparto del monte”, una raquítica compensación económica. Pedro Vilchis Martínez, comisariado del ejido Agua Bendita, recuerda que Protimbos les pagaba “lo que quería. Nunca tuvimos un beneficio”.

Protimbos dejó de funcionar a princios de los años 80. Fue cuando los ejidatarios decidieron tener una nueva relación con el bosque. El 18 de junio de 1981 crearon la Unión de Ejidos Forestales Emiliano Zapata de Amanalco.

Más árboles, menos pobreza

La sierra ya hizo su trabajo. Pedro y Simón, los hermanos Zarza Domínguez, usan el machete para quitarle las ramas y dejar listo el tronco para el aserradero. Hoy tirarán cinco árboles.

Los troncos que caerán son aquellos que han sido marcados por técnicos especializados; porque aquí la tala no se hace sin ton ni son. Antes de que la sierra se escuche, se realizaron manifestaciones de impacto ambiental, se formuló un programa de conservación y se obtuvieron permisos estatales y federales.

Para garantizar un manejo adecuado del bosque, existe toda una planeación. Fernando Santos Carvajal, técnico de la unión de ejidos, explica que de las 12 mil hectáreas de bosque, sólo 8 mil están en el programa de manejo. Éstas han sido divididas en 10 zonas y sólo se aprovecha una de esas áreas por año. Así se logra la regeneración natural del bosque.

“Aquí podemos demostrar que manejando los bosques de manera adecuada y en completo apego a la ley, los bosques no se terminan. Al contrario, se mejoran”, dice Gabino García, ingeniero que asesora a los ejidatarios.

En 25 años de vida, la Unión de Ejidos Forestales Emiliano Zapata de Amanalco ha logrado tener su propio aserradero, eso les permite procesar la madera, incrementar su valor y, sobre todo, crear 150 fuentes de trabajo para los jóvenes de la comunidad.

Además, las utilidades del aserradero se reparten entre los integrantes. En promedio, cada uno recibe un salario mínimo diario. Para estos ejidatarios —la mayoría hombres y mujeres de entre 50 y 70 años—, el bosque se ha convertido en su fuente de ingresos.

Las comunidades de Amanalco han logrado establecer una relación virtuosa con el bosque, comenta Gabino García: “Antes, ellos pensaban que el bosque, lejos de ser un recurso natural, era un estorbo. Pensaban que tendrían más beneficios si tumbaban los árboles y tenían un terreno agrícola. Con el tiempo la gente se ha convencido de que los bosques les dan más beneficios”.

Las cerca de mil hectáreas que se sumaron al bosque en la última década son la mejor prueba de lo que dice Gabino García. Esas tierras habían sido deforestadas para sembrar papa o criar animales. Hoy son habitadas por árboles.

Virtudes del manejo comunitario

Los ejidos de Amanalco no son los únicos en el país que realizan un manejo comunitario de sus bosques. En México, cerca de 2 mil 400 comunidades aprovechan sus bosques y selvas en Durango, Michoacán, Chihuahua, Oaxaca, Puebla, Jalisco, Guerrero y Quintana Roo. Sólo 600 tienen empresas forestales que les generan empleos, 44 de ellas tienen certificación internacional.

En el estudio Los bosques comunitarios de México, investigadores de la UNAM, del Centro de Investigaciones y Docencia Económica, del Instituto Politécnico Nacional y de la Universidad Internacional de Florida, aseguran que el manejo comunitario forestal protege el ambiente, disminuye la pobreza y promueve la paz social.

Al estudiar varios casos en el país, los investigadores concluyen que los bosques comunitarios bien manejados conservan la cobertura forestal tan bien o mejor que las Áreas Naturales Protegidas. Sobre todo, hay una activa participación de la comunidad en la protección contra incendios y la tala ilegal.

Oportunidad frente al cambio climático

Aunque sus beneficios han sido probados, el manejo forestal comunitario no es una práctica que se extienda México. No existen cifras claras sobre el tema, pero se calcula que sólo 11% de las zona forestales del país están bajo un esquema de manejo, un porcentaje bajo si se toma en cuenta que 75% de las tierras forestales son de propiedad comunal.

Aún así, actualmente México es la nación que tiene más empresas forestales comunitarias en el mundo.

Iván Zúñiga, del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS), explica que en el país se privilegia la creación de Áreas Naturales Protegidas o los programas de reforestación, y no se ha impulsado el manejo forestal comunitario pese a las evidencias de que uno de los mejores caminos para conservar un área forestal es involucrando a la comunidad.

Y aunque el manejo forestal comunitario se contempla en el Programa Especial de Cambio Climático, en el presupuesto para 2011 no se refleja un interés decidido por apoyarlo. De los 6 mil 547 millones de pesos que se otorgaron para el sector forestal, sólo 18% está destinado para el manejo comunitario.

Para organizaciones como el CCMSS, el manejo forestal sustentable es también una alternativa para combatir el cambio climático, sobre todo si se toma en cuenta que la deforestación está entre las principales causas de emisiones de gases de efecto invernadero.

“Cuando existe un manejo sustentable del bosque, se cortan los árboles más viejos y se permite el crecimiento de los árboles jóvenes, que son los que consumen más carbón. Mientras mejor manejado tengas un bosque, se puede capturar más carbón”, explica Iván Zúñiga.

Los investigadores que realizaron el estudio Los bosques comunitarios en México recomiendan el impulso de políticas públicas que ayuden a fomentar el manejo comunitario de la tierra, porque se ha demostrado que es una estrategia efectiva “para conservar los bosques y reducir la pobreza”.

Trabajo, agua y aire

En el municipio de Amanalco hay frases que se repiten. Las pronuncia la gente, pero también están pintadas en las bardas de escuelas y casas, en letreros que están sobre la carretera: “El bosque es agua, es vida”, “Cuida los árboles”, “Combate los incendios”.

Simón Zarza Domínguez, uno de los hombres que trabaja para la Unión de Ejidos Forestales talando árboles, también repite estas frases.

—Nosotros trabajamos para proteger el bosque, lo cuidamos de los incendios. Cada que venimos a tirar un árbol, pensamos en los demás árboles. Cuidamos en no lastimar a los otros y ayudar a que nazcan nuevos. Si cuidamos los bosques, tenemos trabajo. Y allá, en la ciudad, tienen agua.

Simón tiene razón, el agua que generan estos bosques va a parar a Valle de Bravo, a la ciudad de Toluca, e incluso a la ciudad de México.

Los mil 500 ejidatarios que pertenecen a la Unión de Ejidos Forestales Emiliano Zapata de Amanalco tienen muchos planes. Quieren impulsar el turismo responsable en la zona. Ya comenzaron creando el Parque Ecoturístico Corral de Piedra, donde tienen un criadero de venado cola blanca.

Lo que menos quieren es que a sus bosques llegue gente que no sabe el valor de un árbol, como los motociclistas o los cazadores que se paran por ahí.

Los 30 hombres y mujeres que están con su machete limpiando el área se enojan cuando se acuerdan de ellos.

—Llegan con sus motos y pasan por zonas donde están creciendo los árboles nuevos. No respetan los caminos. Se pasan por donde quieren. El otro día, unos cazadores que andaban con su rifle nos empezaron a regañar. Decían que por qué estábamos talando el bosque. Nosotros estábamos con nuestro machete haciendo las brechas corta fuego. Ellos son los que no cuidan.

Y sí, en Amanalco los bosques se defienden a machetazo limpio.

Fuente: El Universal, Nación, p.4
Publicada: 24 de Noviembre de 2010.

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