Forma y Fondo CXLIX
Por: Pedro Silva Gámez
Cuando apenas terminó el 2010, Año Internacional de la Biodiversidad, con más fracasos que logros, ya tenemos otra declaración para el 2011 como Año Internacional de los Bosques, cuyo lema es: “Los Bosques para las Personas” Su concepto poca ayuda permite y parece rayar en la paradoja; en los últimos ciento cincuenta años lejos quedó el sentido de su aprovechamiento para beneficio razonable y racionado de la humanidad. En vez de ello el abuso alcanzó los niveles actuales de inseguridad climática, en la que todavía siguen tratando de ponerse de acuerdo los líderes mundiales.
Ante el panorama actual, esta nueva celebración causa escepticismo acerca de la utilidad real de tales declaraciones, pero vale la pena insistir en crear conciencia colectiva de la importancia de los bosques tanto por su valor intrínseco como por los servicios eco sistémicos que generan y la dependencia del ser humano de ellos. Son indispensables para que haya condiciones de vida en el Planeta y son innegables sus beneficios económicos, socioculturales y ambientales.
Más de un veinte por ciento de la población mundial encuentra en ellos su medio de vida.
Coincidiendo con el informe de la FAO (Food and Agriculture Organization) “Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2010”, el objetivo es aumentar los esfuerzos por evitar la deforestación anual de millones de hectáreas de masa forestal en el mundo.
Algunos datos del documento ilustran lo anterior. Los bosques abarcan un treinta y uno por ciento de la superficie del Planeta. La tasa mundial de deforestación y pérdidas por causas naturales entre 1990 y 2000 fue cercana a los dieciséis millones de hectáreas anuales, sin olvidar que hasta cien especies también desaparecen diariamente. La mayor pérdida anual de bosques hoy en día la tienen: Sudamérica con cuatro millones de hectáreas y África con tres y medio millones de hectáreas. El Banco Mundial añade que los recursos forestales juegan un papel clave en el cambio climático, porque la deforestación propicia el veinte por ciento de las emisiones mundiales de bióxido de carbono a la atmósfera, más su costo económico.
La salud de toda forma de vida sobre la Tierra depende de la supervivencia de los ecosistemas y de la preservación forestal. Los bosques y su todavía lejano aprovechamiento racional son las columnas soporte del desarrollo sustentable, la erradicación de la pobreza y el logro de los programas convenidos en el marco de los acuerdos internacionales, incluidos los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
La importancia de los espacios boscosos en la biósfera, radica en que por ser áreas con alta densidad arbórea, son el hábitat de muchas especies de la fauna, a la vez que albergan otras más de flora. Modulan los flujos hidrológicos y son conservadores de suelos. Fijan el bióxido de carbono y mitigan el efecto invernadero para reducir el cambio climático.
En la reciente COP 16 de Cancún, la comunidad internacional representada por más de ciento noventa naciones, inició los acuerdos en torno a la aplicación del REDD, Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación, aunque no se definieron criterios técnicos ni fuentes de financiamiento.
Este programa existe actualmente en Bolivia, Indonesia, Filipinas, Panamá, Papúa, Nueva Guinea, Paraguay, República Democrática del Congo, Tanzania, Vietnam y Zambia, tratando de combatir la deforestación, reducir las emisiones de bióxido de carbono y fomentar el acceso de los países participantes al apoyo técnico y financiero.
Aunque México ya difundió la visión en que basará su estrategia nacional de REDD, estará en marcha a partir del 2012. Sin embargo, existen dos inconvenientes para este y para muchos otros proyectos durante los próximos dos años. Uno, que actualmente la medición de la degradación de suelos es escasa. Otro: los próximos veinticuatro meses ya están comprometidos a la promoción de candidatos y a sus campañas políticas, lo que afecta tradicionalmente a programas de toda índole. De cualquier manera, basta este último fenómeno ritual nacional que en los últimos tiempos ha continuado ininterrumpido, para que los problemas del país no se atiendan con seriedad.
Esta declaración de las Naciones Unidas es la segunda en la que los bosques son los protagonistas de un Año Internacional. En 1985 la FAO pidió a sus Estados miembros que tomaran conciencia de la necesidad de proteger esta parte medular de la naturaleza.
La contribución personal y colectiva inicia con la consabida consigna; reducir, reutilizar y reciclar. Estas pequeñas acciones no solucionan el problema, pero contribuyen a evitar tala de árboles, aprovechar mejor la celulosa y ahorrar energía.
Para fabricar una tonelada de papel a partir de celulosa virgen, se necesitan dos mil cuatrocientos kilos de madera, doscientos mil litros de agua y alrededor de siete mil kilowatts/hora de energía. Para obtener la misma cantidad con papel usado y destinado para reciclaje, se necesita cien veces menos cantidad de agua, dos mil litros y una tercera parte de energía: dos mil quinientos kilowatts/hora. Las bondades son evidentes.
La forma: crear conciencia en la humanidad de la importancia crítica de los bosques.
El fondo: después de todo, aun es tiempo de alcanzar un mundo mejor, porque: TODOS
SOMOS NATURALEZA.
Fuente: Acacia Fundación Ambiental A.C