La escena sucede el 17 de mayo de 2157. Una mujer escribe: «¡Hoy Tommy se ha encontrado un libro de verdad!». Este es el inicio de un relato de Isaac Asimov titulado Cuánto nos divertíamos (Cuentos completos I, trad. Carlos Gardini, Barcelona, Ediciones B, 2005).
En 1951, fecha de la publicación original del texto, Asimov imagina un mundo en donde los libros son viejas rarezas. La mujer del cuento dice que su abuelo le contó que su propio abuelo le había narrado lo siguiente:
«Hubo una época en que los cuentos siempre estaban impresos en papel. Uno pasaba las páginas, que eran amarillas y se arrugaban, y era divertidísimo ver que las palabras se quedaban quietas en vez de desplazarse por la pantalla. Y cuando volvías a la página anterior, contenía las mismas palabras que cuando las leías la primera vez.»
Asimov estaba cerca de imaginar los libros electrónicos que se leen en tabletas como el Kindle o el Ipad. Él les llamaba telelibros. Su metáfora visual implícita es la de un pergamino que atraviesa electrónicamente la rendija de la pantalla. Es por eso que las palabras no quedan siempre en la misma página. Sin embargo, la bola de cristal de la ciencia-ficción no está muy lejos de los escenarios que ya se presentan el día de hoy.
Hace un año, cuando estuve en San Francisco, me llevé la sorpresa de que las librerías del centro de la ciudad prácticamente habían desaparecido. Por supuesto, me recorrió una oleada de nostalgia. En esas mismas calles, caminando con mi padre hace más de 40 años, veía en los aparadores las portadas de libros que me invitaban a conocer nuevos mundos. Mi padre generosamente me regalaba unos libros que todavía conservo.
Aunque amo los libros tradicionales y creo que nunca desaparecerán, es claro que la presencia del libro electrónico está cambiando el territorio de distribución del conocimiento. Hace dos meses el periódico The Guardian, en Gran Bretraña, informó que en la librería de Internet de Amazon de ese país, por cada 100 libros tradicionales que ahí se venden, se descargan 114 electrónicos. Ello ha conducido a un renacimiento de la lectura.
Esta tendencia, también visible en otros países, será aún mayor cuando bajen más los precios de las tabletas que son el soporte digital de los libros electrónicos. Hay tabletas de Kindle que cuestan en Estados Unidos unos 900 pesos. Cuando se distribuyan en nuestro país junto con otras ofertas de librerías digitales y tabletas económicas creo que llegaremos a precios del orden de 300 pesos o menos. Hay que pensar nada más lo que pasó con las reproductoras de dvd´s que llegaron a costar más de 5 mil pesos y que ahora se pueden conseguir por 300 pesos. El libro electrónico cuesta en EU aproximadamente 150 pesos. ¿A medida que aumente el mercado tenderá a bajar? ¿Pasará un efecto similar al que sucedió con el mp3 y la música para que la industria del libro se defienda de la piratería? ¿Quién será el Steve Jobs de los libros electrónicos?
Lo cierto es que se está abriendo un campo de grandes posibilidades para la lectura. La experiencia es cada vez más placentera a la vista y, al final de cuentas, al leer un libro en formato digital uno obtiene el mismo conocimiento. Tiene también sus ventajas: los subrayados y los apuntes que hago al libro los guardo en un archivo digital. Puedo llevar en la mano, para consulta, una biblioteca de hasta mil libros y buscar un concepto entre cientos de páginas en tan solo unos segundos.
En este marco, el fomento a la lectura puede adquirir otra dimensión: son muy interesantes programas como el de Libropuertos Digitales que se lleva a cabo en la Línea 3 del Metro. La propuesta es que en las entradas y salidas de las estaciones se coloquen carteles con fragmentos de libros de Cortázar, Fuentes y Vargas Llosa, entre otros, disponibles en código QR. Mediante un teléfono celular se podrán descargar para su lectura en los vagones del Metro. Esta es una imagen que solo alguien como Asimov podía pensar en 1951. Nos invita a imaginar más.
Fuente: Reforma
Por: José Gordon
Publicada: 26 de Octubre de 2012
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