Investigaciones recientes han descubierto que “la gente está harta del mensaje desagradable de miedo”. El miedo debe de ser utilizado con gran precaución en las comunicaciones de responsabilidad ambiental. Hay evidencias de que el miedo por lo regular produce apatía, el sentimiento de que ya nada se puede hacer.
Atraer a los instintos de supervivencia también puede producir resultados distintos a los esperados. Los instintos humanos de pelea o de huida no están programados para responder a amenazas vagas e inciertas tales como el cambio climático. De hecho, vincular temas de responsabilidad ambiental a nuestra supervivencia por lo regular hace que la gente se asuste y por consiguiente que se vuelva apática.
Solo en muy pocas ocasiones es conveniente utilizar el miedo pero para llamar la atención, y siempre debe estar asociado con oportunidades positivas y soluciones.
Hacer que la gente se sienta culpable acerca de sus estilos de vida y sus hábitos de consumo han tenido un éxito limitado.
Retroalimentación
La comunicación ambiental también requiere de intercambio, de respuesta. Es muy necesaria porque es la que indica al emisor si el mensaje fue recibido, si fue bien interpretado, si se aceptó y utilizó. Una pequeña evaluación de 6 preguntas de opciones antes y después de la campaña será suficiente.
Realidades
Investigaciones demuestran que existen muchas estrategias para involucrar al público en la responsabilidad ambiental
Realidad 1: Enfocarse en un tema específico, por ejemplo: El reto del agua en ciudad de México
Realidad 2: El tema debe convencer al público. Información real basada en hechos y razones, nunca en voces de alarma
Realidad 3: Hágalo práctico. Acciones puntuales que se pueden realizar desde casa, oficina y actividad cotidiana
Realidad 4: Vincular con aspiraciones. Que encuentren la relación entre las acciones puntuales y los beneficios que obtendrán ya sea personales o familiares.