Con las enormes distancias que separan sus ciudades, sus ricos yacimientos mineros y gigantescas explotaciones agrícolas y ganaderas. Australia enfrenta un reto considerable para demostrar su compromiso en la lucha contra el cambio climático.
La conciencia verde parece haber brotado con fuerza en Australia en los últimos años. La llegada al poder del Partido Laborista a finales de 2007 supuso un cambio radical en la manera de entender la relación entre la economía y el medio ambiente. Los sondeos de opinión aseguran que el cambio climático y la degradación del entorno natural convirtieron el ecologismo en una de las prioridades políticas de los australianos durante aquella campaña.
Muchos analistas creen que la falta de atención al medio ambiente es lo que hizo caer al Gobierno liberal-conservador, que durante 11 años se mantuvo en el Gobierno.
Este cambio de mentalidad gradual queda reflejado no sólo en los programas electorales de laboristas y liberales, sino también en los votos conseguidos por el principal Partido ambientalista, Australianos Verdes, que hoy se ha convertido en la tercera fuerza del país.
El ex Primer Ministro laborista, Kevin Rudd, puso en marcha varias medidas «verdes» nada más llegar al cargo en 2008. En su primer día en el cargo, ratificó el Protocolo de Kioto y prometió sacar adelante un sistema para mercantilizar los gases de efecto invernadero, similar al que utiliza la Unión Europea, el cual, finalmente no se concretó.
Tras la renuncia de Rudd, la nueva Primera Ministra, Julia Gillard, ha retomado la bandera verde.
Entre los varios compromisos adquiridos está el de invertir en energías renovables, la cuales, para comenzar, suponen un 1.7 de la producción total del país y un 5.2 del consumo. La idea es que antes de 2020, el porcentaje ascienda al 20 por ciento.
Fuente: Reforma, Suplemento, p. 13.
Reportera: Angel Villarino.
Publicada: 27 de febrero de 2011.