Ban Ki-moon, que fue reelegido ayer para un segundo periodo como secretario general de la ONU, no cuenta con el carisma de su predecesor Kofi Annan, pero la imagen de este adicto al trabajo recobró un cierto prestigio ante su audaz posición frente a la primavera árabe.
El ex canciller surcoreano, de 67 años, viaja por el mundo sin descanso. “Al viajar, siempre es el primero en levantarse y el último en acostarse”, dice un funcionario de la ONU. “En Nueva York, trabaja desde casa en las noches y los fines de semana”, agrega.
Grande, pero de aspecto frágil y voz suave, Ban Ki-moon ha hecho una carrera diplomática de 41 años, que incluye 15 misiones relacionadas con Naciones Unidas.
Llegó a la cabeza de la ONU el 1 de enero de 2007, tras una reforma para que la institución sea más eficiente, menos derrochadora y más transparente. Durante su primer mandato de cinco años, ha intentado manejar con sumo cuidado su relación con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, EU, Francia, Gran Bretaña y Rusia), cualquiera de ellos con derecho a veto sobre su reelección.
Y el viernes, por unanimidad y por aclamación, el Consejo de Seguridad recomendó su continuación en el cargo.
Ban Ki-moon, “profundamente honrado” por el voto unánime, dijo que estaba “motivado y dispuesto a seguir trabajando con los Estados miembros”.
“Estoy orgulloso de todo lo que hicimos juntos, aunque soy consciente de los enormes desafíos por delante”, dijo tras la votación.
Algunos diplomáticos dicen que se encuentra especialmente cerca de EU. Estuvo en un momento en la mira de los rusos por ignorar la independencia de Kosovo en 2008 y durante la guerra relámpago entre Rusia y Georgia en agosto de 2008.
También ha tenido cuidado de no provocar a China, evitando criticar su cuestionable historial de derechos humanos.
Las principales fallas que se le atribuyen son su falta de carisma y un inglés bastante imperfecto, tanto como su francés. Pero en los últimos tiempos, Ban mejoró significativamente su imagen ante los ojos de los defensores de los derechos humanos al manifestar su apoyo a los levantamientos en los países árabes, no dudando en utilizar un lenguaje decidido en favor de los rebeldes y exhortando a los gobernantes al diálogo.
No le falta coraje. Emitió un informe a finales de abril condenando al gobierno de Sri Lanka, acusado de posibles “crímenes de guerra” durante la represión de la rebelión tamil, y mostró su puño contra el ex presidente marfileño Laurent Gbagbo.
“Ban ha superado a sus críticos, mostrando que podía sostener un discurso contundente en materia de derechos humanos y protección de civiles, sobre todo en el mundo árabe y en Costa de Marfil “, asegura un diplomático occidental.
“Aunque el primer mandato del secretario general a menudo ha sido decepcionante en materia de derechos humanos, Ban hace poco encontró su voz al hablar con más firmeza sobre Egipto, Libia y Costa de Marfil”, observa Philippe Bolopion, de la organización Human Rights Watch. “Una vez liberado de las presiones de su reelección, él no tendrá ninguna excusa para negarse a oponerse cuando sea necesario a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad”, añade.
Tras graduarse en la Universidad Nacional de Seúl en 1970, Ban completó sus estudios en la prestigiosa Universidad de Harvard en EU. Ban comenzó a trabajar con la ONU en 1975, desde el ministerio de Relaciones Exteriores de su país.
Nacido el 13 de junio de 1944 en un país en guerra, Ban, junto a sus padres y hermanos, tuvo que huir de su provincia natal cuando la guerra estalló en los años 50.
Ban está casado con Yoo (Ban) Soon-taek, a quien conoció en la escuela secundaria en 1962. Tiene un hijo y dos hijas.
Fuente: Impreso.milenio.com
Publicada: 22 de junio.