Beyoncé no solo bateó ayer al cámara que se postraba a los pies del escenario del Madison Square Garden, también a todo el patio de butacas. El primer embiste era parte de su espectáculo, pero el segundo atizó las conciencias de los asistentes a los últimos premios VMA, concedidos por MTV.
Su último disco Lemonade es mucho más que fuegos de artificio y rotaciones imposibles de cadera; también es un himno eficaz y muy conveniente para una época de dramas raciales. Pero su activismo ha levantado la polémica, tanto dentro como fuera de la comunidad negra.
El single “Formation” fue un acontecimiento digno de la Super Bowl donde se presentó. “Dejen de dispararnos”, escribía Beyoncé en los muros de su videoclip para dar un altavoz a los familiares de los chicos asesinados y maltratados por la brutalidad policial.
Ahora ha puesto también rostro a las madres de cuatro jóvenes abatidos por los agentes de seguridad. Michael Brown, Trayvon Martin, Oscar Grant y Eric Garner se han convertido en símbolos de Black Lives Matter, y nadie mejor que las mujeres que les dieron la vida para denunciar a los que se la arrebataron.
Las cuatro progenitoras posaron junto a la cantante y trasladaron su causa a un marco improbable de locura y frivolidad, como son históricamente reconocidos los premios de la MTV. Pero solo hay una persona capaz de llevar la palabra activismo a las crónicas de la gala y convertir el mojigato show de la Super Bowl -que perdió los estribos por el pezón de Janet Jackson- en un desfile contramilitar y un homenaje a Malcolm X. Esa es Beyoncé, reina en la música y princesa de los barrios de Nueva Orleans.
“Michael Brown, Trayvon Martin, Oscar Grant y Eric Garner se han convertido en símbolos del Black Lives Matter, y nadie mejor que las mujeres que les dieron la vida para denunciar a los que se la arrebataron”.
“El colectivo menos respetado de Estados Unidos es el de las mujeres negras”, reclama el activista de los derechos humanos en una cinta tan antigua que escuece por su vigencia. La diva del pop incluye la cita de Malcolm X en su tema Don’t Hurt Yourself e introduce así el estigma racial en el feminismo que ha abanderado en los últimos años. Los gigantescos carteles que rezaban Feminist en los VMA 2014 se olvidan ahora de las palabras vacías y abren paso a los testimonios de verdad.
A madres que lloran con la fotografía de sus hijos en las manos, a la receta ancestral de una limonada con raíces afroamericanas, a las atletas y artistas que han tenido que reivindicar su talento sobre un color de piel. Beyoncé rompió las barreras sociales y situó la precariedad de las amas de casa junto a la amenaza machista en Beverly Hills. Aunque ese mensaje de “luzco Givenchy sin olvidarme de mis raíces” no convenció a todos. La cantante Azealia Banks la llamó “ladrona” de la causa racial porque “ella no es una hermana, las hermanas comparten, no roban”.
La rapera opina que la relación de Beyoncé con su marido Jay-Z está lejos de reflejar el empoderamiento que defiende. “Sigues llorando por un hombre y perpetuando ese sentimiento de tristeza en las mujeres negras. Y eso no es lo que tratamos de conseguir aquí”, atacaba Banks mordaz, definiendo su disco como “antifeminista”.
Iggy Azalea daba un paso más y acusaba a la diva de fomentar los estereotipos de las mujeres blancas en su canción Sorry. La cantante hace referencia en el tema a Becky with the good hair, que es una forma despectiva de referirse a las caucásicas en el argot de la calle.
Tributo a Nueva Orleans
Donde no hubo ni un atisbo de duda fue entre el jurado de los VMA. El producto casi cinematográfico que Beyoncé ofrece en Lemonade convence, tanto junto como por separado. Llegó al pabellón neoyorquino con 11 nominaciones y salió de él con cinco estatuillas y batiendo con un nuevo récord a la mismísima Madonna.
Como era de esperar, el vídeo de Formation arrasó de forma inmediata y sacó de nuevo a la palestra el delicado estado de Nueva Orleans. El inicio con el audio de Messy Mya, el rapero y youtuber asesinado en 2010 tras visitar a su hija recién nacida, es solo el aperitivo de lo que está por venir.
Las imágenes de la catástrofe del huracán Katrina se empastan con policías rindiéndose ante un niño negro y forman un producto de oro. La letra tiene mensajes directos para las mujeres negras (y únicamente para ellas), propina un golpe reverso a aquellos que piensan que la música de Jay-Z la trata como un trozo de carne y presenta una alegoría, nada pacifista, contra los abusos policiales.
Beyoncé lleva años enfrentándose a acusaciones de activismo interesado, tanto por parte de la comunidad afroamericana como de la femenina en general. Sus detractores critican que se haya sumado al carro del compromiso social como parte de su inteligente promoción personal. Lemonade ha querido ser, entonces, la guía definitiva de sus referentes sureños, africanos y underground.
La autenticidad del mainstream
Comenzó utilizando la charla TEDx de la dramaturga nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, We should all be feminist, en su canción de 2013 Flawless. Con ayuda o no de la cultura pop, la charla de Ngozi terminó siendo un título de cabecera en las estanterías feministas y la lectura obligatoria en los colegios de Suecia. Así ha ocurrido ahora con la poeta británica-somalí Warsan Share. Los versos de esta joven de 27 años resuenan en todo Lemonade y encriptan reflexiones sobre el machismo en el Islam y los sentimientos de una joven de segunda generación.
Pero no solo en literatura, Beyoncé se ha recorrido buena parte de la diáspora artística de África y le ha dedicado un hueco en su álbum visual. El artista gráfico de Nigeria, Laolu Senbanjo, decora las pieles de las bailarinas con simbología espiritual africana y el director de origen indio, Khalil Joseph, ayudó a la diva en la narrativa de Lemonade. Eran nombres talentosos, pero injustamente reconocidos, y ahora sus trabajos artísticos llegan a los titulares de todo el mundo.
También tuvieron su momento en las pantallas de los premios de la MTV, con todo el alcance mediático que eso implica. Aunque los VMA seguirán siendo un mosaico de situaciones inverosímiles, pezones al aire y locura frívola, algo ha cambiado en su discurso. Las trifulcas entre Kanye West y Taylor Swift no van a desaparecer para convertirse en el atril recatado de los Oscar, pero hay cabida para mucho más. Y eso es algo que la historia de la música deberá agradecer siempre a Beyoncé, con aroma a Chanel Nº5 incluido.
Fuente: SinEmbargo