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Remake de Blancanieves y La Sirenita superaron en emisiones a diversos aeropuertos


En los últimos años, la industria cinematográfica ha buscado posicionarse como una aliada de la sostenibilidad, con narrativas que promueven el respeto a la naturaleza y valores medioambientales. Sin embargo, el análisis de las emisiones de películas como los remakes de Blancanieves (2025) y La Sirenita (2023) revela una alarmante contradicción entre el mensaje que se muestra en pantalla y el impacto ambiental detrás de cámaras.

Estas superproducciones no solo han generado controversia por cuestiones políticas y sociales, sino también por su huella de carbono. Los reportes oficiales, obligatorios en el Reino Unido desde 2019, muestran que sus emisiones de películas superan incluso a las de aeropuertos como Birmingham y Luton, lo que obliga a replantear urgentemente los estándares ambientales en la industria del entretenimiento, de acuerdo con un artículo de The Guardian.

Emisiones de películas: la paradoja de los cuentos verdes

Blancanieves y La Sirenita apelan visualmente a mundos mágicos y naturales, pero su producción dejó una huella de carbono considerable. En el caso de Blancanieves, se recreó un bosque artificial con animales de utilería, una cabaña de paja a tamaño real y ambientaciones de cuento, todo en medio de un gran despliegue logístico. En paralelo, Disney presentó un conejo real en la alfombra roja de Hollywood para subrayar su narrativa de conexión con la naturaleza.

No obstante, los documentos oficiales demuestran que Blancanieves generó más gases de efecto invernadero en Reino Unido que Rápido y Furioso, una saga de alto consumo energético por sus escenas automovilísticas. En ese contraste se evidencia cómo el discurso ambiental queda atrapado en el guion, mientras la realidad operativa no se ajusta a los compromisos climáticos.

La emisiones de películas como estas resultan especialmente preocupantes cuando su impacto rebasa el de industrias tradicionalmente más señaladas. Con más de 8000 toneladas combinadas de CO₂ equivalente, ambas producciones lideran la lista de las más contaminantes de Disney en territorio británico.

¿Producción verde o marketing verde?

Uno de los grandes retos de la sostenibilidad corporativa es evitar caer en el greenwashing, es decir, promover acciones ambientales cosméticas sin un impacto real. Disney ha intentado justificar su estrategia de reducción de emisiones mediante el uso de generadores híbridos, renta de autos eléctricos y tarifas verdes para abastecer Pinewood Studios, donde se filmaron las películas.

Sin embargo, los resultados no acompañan al discurso. A pesar de los supuestos esfuerzos, las emisiones reales de La Sirenita duplicaron el estándar promedio de una gran producción cinematográfica, y Blancanieves lo superó en un 62%. Esto revela una falta de control real sobre los procesos indirectos y logísticos que inciden directamente en las cifras finales de contaminación.

Aquí es donde la trazabilidad de las emisiones de películas se vuelve clave. Para lograr una transición efectiva hacia una industria verdaderamente sostenible, los estudios no pueden limitarse a compensar el daño; deben prevenirlo desde el diseño de producción, la elección de locaciones y la planificación de transporte.

El rol de los subsidios gubernamentales

Tanto Blancanieves como La Sirenita fueron filmadas parcialmente en el Reino Unido, país que otorga reembolsos fiscales de hasta el 25.5 % a producciones extranjeras. Esto ha generado críticas hacia la política pública que, sin condicionamientos ambientales estrictos, termina premiando producciones altamente contaminantes.

Disney recibió más de 94 millones de libras por filmar ambas películas en el Reino Unido, una cifra significativa si se considera el impacto ambiental asociado. Al no exigirse límites rigurosos a las emisiones de películas como criterio para acceder a estos incentivos, se pierde una oportunidad valiosa para alinear el gasto público con los compromisos climáticos del país.

La obligación de presentar reportes ambientales es un avance, pero debe ir acompañada de mecanismos de control y penalización, además de incentivos adicionales para producciones que implementen tecnologías limpias y procesos circulares.

Las emisiones de películas vs infraestructura pública

Comparar las emisiones de películas con las de aeropuertos o grandes complejos de entretenimiento podría parecer exagerado, pero los datos no mienten. La Sirenita y Blancanieves generaron juntas más CO₂ que todo el aeropuerto de Birmingham en un año. Incluso superan a destinos como Blackpool Pleasure Beach o el icónico O2 Arena de Londres.

Este paralelismo permite dimensionar el verdadero peso ambiental de la industria del entretenimiento, muchas veces pasada por alto frente a sectores más tradicionales como el transporte o la construcción. La diferencia está en que, mientras los aeropuertos están constantemente bajo vigilancia ambiental, el cine aún goza de una cierta impunidad mediática.

Adoptar un enfoque integral que contemple la totalidad del ciclo de vida de las producciones es esencial. Esto incluye desde los vuelos del elenco y equipo técnico hasta la fabricación de utilería y el transporte de mercancías.

¿Y ahora qué? Hacia una producción cinematográfica responsable

El caso de Disney es un llamado de atención para toda la industria. Las productoras deben asumir su responsabilidad más allá de los créditos finales y comprometerse con prácticas que reflejen lo que promueven en sus historias. No basta con alquilar autos eléctricos o usar tarifas verdes si el resto del proceso continúa siendo intensivo en carbono.

Una acción concreta sería ampliar el alcance de las métricas utilizadas y comprometerse a reducir las emisiones de películas año con año. También es vital incluir a proveedores responsables, invertir en escenografías digitales cuando sea posible y fomentar la capacitación del personal en prácticas sustentables.

La audiencia también tiene un rol que jugar: exigir coherencia entre los valores que se narran en pantalla y las prácticas detrás del telón. Porque si algo nos ha enseñado el cine, es que los cuentos también pueden tener un final diferente si tomamos las decisiones correctas.

Las películas pueden inspirar a cuidar el planeta, pero si al hacerlo generan más contaminación que un aeropuerto, hay algo que no cuadra. Blancanieves y La Sirenita han dejado claro que la industria del entretenimiento debe replantearse urgentemente su impacto ambiental. La sostenibilidad no puede ser solo parte del guion: debe ser parte del proceso completo. Solo así, las historias que vemos reflejarán los valores que verdaderamente importan.

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