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Blue Origin despegó… pero el feminismo se quedó atrás; ¿la razón?


El reciente vuelo de Blue Origin ha sido promocionado como un logro histórico para las mujeres. Seis figuras femeninas —Katy Perry, la activista de derechos civiles Amanda Nguyen, la exingeniera de la NASA, Aisha Bowe, la productora de cine Kerianne Flynn, la periodista Gayle King y Lauren Sánchezentre— viajaron al espacio en la primera misión compuesta exclusivamente por mujeres desde 1963. La prensa celebró el hecho como una victoria simbólica, mientras Jeff Bezos, dueño de la empresa, capitalizaba la narrativa del empoderamiento femenino.

Sin embargo, la supuesta hazaña poco tiene que ver con los principios del feminismo. En lugar de visibilizar las capacidades, independencia y trayectoria de las mujeres, el vuelo se convirtió en un espectáculo mediático que reforzó estereotipos. El feminismo en Blue Origin parece más marketing para la empresa de Bezos, que un verdadero triunfo para la causa feminista. Una cápsula de lujo con pestañas postizas, no una reivindicación política para las mujeres.

El vuelo, la imagen y el vacío

Periodistas como Moira Donegan han hablado claro sobre el sin sentido de lo que otros han aclamado como un logro para las mujeres: “Este vuelo revela la derrota absoluta del feminismo estadounidense”. De las seis tripulantes, solo Aisha Bowe y Amanda Nguyen pueden considerarse representantes legítimas del mérito y la trayectoria. El resto, incluida Lauren Sánchez —prometida de Bezos y organizadora del viaje—, llegaron ahí no por logros profesionales, sino por vínculos personales o fama.

Que este grupo sea presentado como ícono del avance femenino es insultante. Como señala Donegan, no fue “virtud de su carácter” lo que las llevó al espacio, sino “su relación con un hombre”. Sánchez misma confirmó su lugar como accesorio decorativo al afirmar con orgullo que llevarían extensiones de pestañas en el vuelo. El cohete fálico y el discurso glam también reforzaron el mensaje: si quieres llegar lejos, sigue dependiendo de ellos.

La banalización del empoderamiento femenino fue evidente en cada declaración. “Vamos a ponerle ‘culo’ a un astronauta”, dijo Perry, trivializando décadas de lucha por espacios en STEM. Y mientras algunas hablaban de inclusión racial en ciencia y tecnología, la conversación giraba más hacia peinados de prueba en Dubái que hacia descubrimientos científicos o avances tecnológicos. El feminismo en Blue Origin se vistió de rosa, pero no trascendió la superficie.

No es misógino señalar que esas prioridades están desordenadas; lo es pretender que ese modelo represente a todas las mujeres. En lugar de empoderamiento, el mensaje que se envió fue que lo importante es verse bien, pertenecer a un círculo exclusivo y tener un hombre poderoso detrás. No importa si se trata del espacio o de la Tierra: si no hay autonomía, no hay avance real.

Un espectáculo que impulsa el retroceso de un movimiento

Cuando los viajes espaciales se convierten en vitrinas para “empoderar” mujeres a través del glamour, la causa feminista se trivializa. Lo que debería ser una oportunidad para reconocer la capacidad humana y los avances científicos termina siendo un desfile de vanidad. El feminismo en Blue Origin se vendió como una bandera, pero fue solo un envoltorio de marketing para una élite desconectada.

Estas mujeres fueron promovidas como modelos a seguir para las niñas. ¿Pero qué se les está enseñando? Que el camino al éxito pasa por el maquillaje, la apariencia y la asociación con hombres influyentes. En un momento donde la lucha feminista exige mayor representación en política, ciencia, y derechos laborales, este tipo de espectáculos banaliza el sentido profundo del movimiento.

Peor aún, refuerza la idea de que las mujeres deben destacarse a pesar de sus capacidades, no gracias a ellas. El simbolismo del viaje no es revolucionario, es regresivo: un accesorio mediático más que un cambio cultural. Mientras el feminismo real construye puentes, este tipo de acciones sólo entretienen al patriarcado.

A la larga, este tipo de “eventos históricos” son más un obstáculo que un avance. La lucha por la igualdad requiere seriedad, no trajes espaciales adornados. Requiere inversión en educación, ciencia, y derechos, no cápsulas glamorosas donde las mujeres no lideran nada. El feminismo en Blue Origin no subió a las estrellas: se quedó atrapado en los espejos.

Críticas desde distintos frentes

Las críticas no sólo vinieron del feminismo. Diversos sectores han señalado que estos vuelos no aportan innovación ni avances científicos significativos. Son, en cambio, muestras del exceso de una élite que ha perdido contacto con la urgencia climática y social del planeta. El feminismo en Blue Origin, desde esta perspectiva, forma parte del mismo juego de simulación mediática.

El impacto ambiental de estos vuelos es alto, pero rara vez se discute cuando se empaquetan como victorias simbólicas. ¿Cuánta energía se gastó en este viaje para obtener… selfies espaciales? Mientras millones de mujeres carecen de acceso a educación, salud y justicia, estas imágenes sirven solo para alimentar el ego de una élite desconectada de las prioridades reales.

No se trata de restar mérito a mujeres con trayectoria como Nguyen o Bowe, sino de no permitir que sus nombres sean utilizados para disfrazar una acción que representa todo lo contrario a la equidad. Usar el feminismo como una excusa para hacer turismo de lujo en el espacio es irresponsable y dañino. Y es deber del movimiento feminista alzar la voz ante este tipo de farsas.

Recuperar la causa, rescatar el sentido

El feminismo no puede ni debe reducirse a una imagen estéticamente atractiva de mujeres cumpliendo fantasías millonarias. Tiene una historia profunda de resistencia, pensamiento crítico, y búsqueda de justicia. El feminismo en Blue Origin no representa esa historia; la caricaturiza. Y eso es tan peligroso como cualquier otro tipo de misoginia.

Es importante defender el movimiento de este tipo de apropiaciones vacías. Porque cada vez que una causa se convierte en mercancía, pierde su potencia transformadora. Este espectáculo fue más un entretenimiento para los ricos que un verdadero hito para la humanidad. No cambia estructuras, no incomoda al poder, no empodera a nadie.

Si queremos que el feminismo siga avanzando, debemos protegerlo de estas narrativas superficiales. No todo lo que brilla (ni lo que flota en órbita) es progreso. En vez de mirar al espacio buscando validación, deberíamos mirar a la Tierra, a las miles de luchadoras anónimas que sí están cambiando el mundo.

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