Por décadas, retos como brindar acceso a educación de calidad, empoderar a las mujeres en los negocios, proporcionar oportunidades de empleo formal a jóvenes en riesgo y combatir las crecientes enfermedades crónicas han sido serias preocupaciones para los mexicanos de todos los sectores de la población. Desafortunadamente, muy a menudo los obstáculos institucionales, la desconfianza entre sectores o la falta de financiamiento han hecho difícil encontrar soluciones a estos problemas que a veces parecen imposibles de resolver.
Un nuevo mecanismo financiero está atrayendo el interés de muchas sociedades alrededor del mundo, incluidos México y otros países de América Latina, para dar respuesta a necesidades sociales: los bonos de impacto social (BIS).
Los BIS son una oportunidad sin precedentes que reúne en la misma mesa a gobiernos, inversionistas privados, la filantropía y la sociedad civil para encontrar soluciones innovadoras a los mayores retos que enfrenta la sociedad, siempre con base en resultados.
¿Cómo funcionan los bonos de impacto social?
Un BIS es una asociación en la que fundaciones e inversionistas de impacto asumen el riesgo –no los gobiernos– para financiar una solución a un problema social. Una vez que la ONG y empresas sociales reciben el capital de los inversionistas, pueden trabajar directamente en las comunidades para implementar sus servicios de manera efectiva. Sólo si las organizaciones tienen éxito, el gobierno paga a los inversionistas privados por los resultados positivos obtenidos.
Desde hace más de un año, el Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin), el laboratorio de innovación del sector privado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que apoya modelos de negocio innovadores que benefician a la base de la pirámide, ha trabajado para difundir una mejor comprensión de los BIS en México. Ahora, el Fomin cree que el país tiene la oportunidad de liderar el camino para construir un mercado sólido de los BIS en América Latina, con un ecosistema robusto.
Varios gobiernos estatales, al igual que el gobierno federal, se encuentran en etapas iniciales para explorar en qué áreas pueden servir los BIS como una herramienta para “contratar” mejores resultados sociales. Algunos estados han desarrollado comunidades de emprendedores locales e inversionistas de impacto. Dentro de este ecosistema existe una multitud de empresas sociales y ONG con modelos probados que pudieran proveer los servicios dentro de un BIS. Además, un número creciente de las fundaciones mexicanas han expresado un alto interés en apoyar el desarrollo de un sector social basado en el desempeño a través de los bonos de impacto social.
Sin embargo, sigue habiendo varios obstáculos para el desarrollo de un mercado de BIS en México. Los BIS requieren de un cambio cultural en las sociedades acerca de la manera habitual de financiar e implementar servicios sociales.
Este cambio no es fácil. Los BIS rompen con la forma tradicional de colaboración entre agencias de gobierno, fundaciones, inversionistas y organizaciones sin fines de lucro, integrando una nueva cultura basada en datos y gestión del rendimiento en la prestación de servicios. Además incorporan nuevas capacidades y habilidades para apoyar la demanda de las intervenciones basadas en resultados. Si bien estos retos son reales, no son insuperables. El desarrollo de una serie de BIS, bien diseñados y exitosos, es de suma importancia para México, pues preparará el terreno para el mercado de BIS y liberará el potencial de nuevos intereses y actores.
México se encuentra en la búsqueda de soluciones para sus desafíos más grandes –y el financiamiento a estas soluciones puede ser difícil de encontrar–. Si México logra emprender nuevas formas para enfrentar los problemas sociales en América Latina, los BIS pueden brindar el financiamiento, los incentivos y la cooperación necesarios para proveer servicios de calidad y con mayor acceso para las poblaciones vulnerables desde el norte hasta el sur del país.
Fuente: Forbes