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Buscan europeos receta de felicidad

A Lars Pyfferoen, de 12 años, lo primero que le dijo su mentor al iniciar clases en el colegio público Zwin no fue que se pusiera a trabajar para alcanzar la excelencia, más bien le habló de la importancia de ser feliz.

«Me pidieron que estudie, pero también me dijeron que era más importante que sea feliz», dice Pyfferoen recordando el consejo que le dio la asesora del grupo.

La observación de su profesora de información artística Harriet Roodbeen no fue una ocurrencia, sino en cumplimiento con el plan de estudios nacional, el cual ha ido integrando en la última década el concepto de ser feliz como elemento central.

Pero Holanda no es la única en Europa interesada en promover este concepto entre la infancia. Suecia, Dinamarca y Noruega siguen prácticas similares, mientras otros, como Gran Bretaña y Francia, han optado por medir primero el nivel de felicidad entre la población para eventualmente realizar ajustes en sus políticas púbicas.

Por encargo del Primer Ministro, David Cameron, la Oficina Nacional de Estadísticas inició el 25 de noviembre un proceso de consulta para medir la felicidad de los británicos, en tanto que el Presidente francés Nicolás Sarkozy pidió el año pasado a dos premio Nobel, entre ellos el economista Joseph Stiglitz, considerar la cuestión.

«La idea de crear un Índice de la Felicidad parte del reconocimiento de que las estadísticas del Producto Interno Bruto (PIB), no reflejan la realidad sobre el terreno y suelen enmascarar la brecha entre ricos y pobres», explica a REFORMA Saamah Abdallah, investigador de la Fundación británica de la Nueva Economía y miembro del equipo encargado de la elaboración del Índice del Planeta Feliz.

«Es un avance positivo que debería conducir a generar nuevas políticas públicas».

Para Dasho Karma, Director del Centre for Bhutan Studies y responsable del índice la Felicidad Interior Bruta (FIB) elaborado en Bután, lo que busca realmente Europa son respuestas a problemas que no se han resuelto con crecimiento económico y progreso social, y que por el contrario van en aumento, como es el suicidio, el divorcio, el alcoholismo, la obesidad y la depresión.

«Los europeos finalmente están entendiendo que no importa qué tan exitoso pueda ser un individuo, al final no está disfrutando la vida. Pienso que buscan la manera de que la riqueza económica también se traduzca en una vida más satisfactoria y significativa», dice Karma en conversación telefónica.

A nivel de la UE también se perciben cambios y a más tardar en el 2013 su agencia de estadísticas lanzará su propio índice de felicidad.

Pionero

El primer Gobierno preocupado por saber qué tan felices son sus ciudadanos no fue un europeo, sino un asiático, Bután.

Al asumir el trono, el rey Jigme Singye Wangchuck decidió en 1972 reemplazar el PIB como indicador del progreso y bienestar ciudadano, por el medidor de la Felicidad Interior Bruta (FIB).

Consideró en su momento que el PIB era una medida obsoleta y que la verdadera riqueza nacional no podía ser cuantificada sólo en dinero y macroeconomía.

Desde entonces, la monarquía del Himalaya, hoy liderada por el rey Jigme Khesar Wangchuck, ha impulsado políticas públicas haciendo del concepto de felicidad casi una obsesión nacional.

El FIB está compuesto por 72 variables y a diferencia de los métodos existentes en Occidente, incluye factores no tangibles como espiritualidad, bienestar psicológico, vitalidad cultural, relación comunal, y balance en el uso del tiempo.

El responsable de la investigación y antiguo Miembro del Consejo Nacional, Dasho Karma, afirma que el objetivo del FIB es contribuir a identificar políticas para promover la felicidad entre la población.

«Fuimos el primer país en introducir la felicidad como uno de los factores prioritarios de las políticas de Gobierno y desarrollamos el FIB para identificar las áreas en donde tenemos déficits».

«Hemos concluido que la felicidad es resultado de una buena vida, la cual no se logra almacenando riqueza, sino con el buen uso del tiempo, es decir, en 24 horas cada persona debe tener tiempo suficiente para dormir, aprender, trabajar, socializarse y hacer una hora de ejercicio físico».

«En Bután sigue habiendo sectores de la sociedad que trabajan demasiado, que no se socializa lo suficiente, y que no tiene tiempo para el ejercicio, por lo que aún continuamos identificando políticas que faciliten la intervención gubernamental».

El llamado «Reinado del Dragón» ha registrado avances en las últimas décadas. La esperanza de vida aumentó 19 años de 1984 a 1996, hasta 66; los bosques siguen cubriendo el 60 por ciento del territorio y el país se convirtió en 2008 en una monarquía parlamentaria.

Además, un estudio sobre igualdad y bienestar infantil en Bután, impulsado por Center for Bhutan Studies (CBS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, (UNICEF), asegura que los butaneses son más felices que los británicos y estadounidenses.

De acuerdo con la investigación, el 41 por ciento de los butaneses son muy felices, en comparación al 38 y 36 por ciento de los estadounidenses y británicos.

No obstante, la filosofía basada en encontrar un balance entre lo material y lo espiritual no ha sido suficiente para revertir la pobreza, resolver la división étnica con la minoría de origen nepalés expulsada del sur del país y acabar con el aislamiento del resto del mundo.

Disfrutan más los niños en Holanda

El Grupo de Acción contra la Pobreza Infantil afirma que los niños europeos más felices viven en Holanda y los menos en Malta y Lituania.

El estudio fue realizado en 29 países europeos y examina por separado 43 criterios que influyen en la infancia, como la calidad de la relación intrafamiliar, salud, educación y vivienda.

Según la organización con sede en Londres, los mejores lugares para ser niño son Holanda, Suecia, Noruega, Islandia y Finlandia. Del otro lado de la balanza, aparece Malta, Lituania, Letonia, Bulgaria y Rumania.

Entre los ricos, el que peor sale parado es Gran Bretaña, quien se queda lejos de Francia a pesar de que los dos países tienen un PIB similar.

Los británicos reprueban en salud, bienestar subjetivo (nivel de satisfacción del individuo), recursos materiales y educación, y aparecen en la posición 24 de 29 países, mientras que Francia está a media tabla en el lugar 15.

Fuente: Reforma.com

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