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Buscan salvar a rinocerontes de la extinción con fertilización invitro

Buscan salvar a rinocerontes de la extinción con fertilización invitro
Rinoceronte vía Shutterstock

Sólo quedan cinco rinocerontes blancos del norte y, ante sus rodillas débiles, espermas incapaz de fecundar y quistes ováricos, su desaparición es inevitable.

Los científicos y defensores del medio ambiente esperan que un día se les pueda resucitar de forma artificial o que se puedan concebir por fecundación in vitro «bebés rinocerontes probeta» que se implantarán en madres portadoras de otra subespecie. Pero antes, los rinocerontes blancos del norte morirán uno por uno.

«Sólo quedan cinco, están muy cerca de la extinción», advierte Jan Stejskal, del zoológico checo de Dvur Kralove.

Los cinco representantes de esa subespecie, víctima de los conflictos que asolaron durante décadas su zona endémica, África Central, siguen vivos gracias a ese parque zoológico. El establecimiento consiguió seis ejemplares en los años 70 en Sudán, algunos de los cuales tuvieron descendencia. El zoológico es propietario de los cinco últimos rinocerontes blancos del norte, que están repartidos en tres continentes. Uno sigue en Dvur Kralove, otro está en el zoológico californiano de San Diego, y el tercero, en la reserva keniana de Ol Pejeta, cerca de su hábitat natural.

«Quiero pensar que queda una esperanza de salvarlos. Lo mejor que podemos hacer es recoger esperma y óvulos para futuras fecundaciones in vitro, y esperar a que la tecnología esté lo suficientemente desarrollada para darnos una oportunidad de reproducirlos», prosigue Stejskal.

Todas las esperanzas están puestas en los óvulos y el esperma congelados en los últimos años, cuando las posibilidades de ver una reproducción natural se fueron desvaneciendo poco a poco.

Sudan, que vive con las hembras Najin y Fatu en Ol Pejeta, reserva de 35 mil hectáreas en el centro de Kenia, es el último macho. A sus 43 años, superó la esperanza de vida de los rinocerontes y su esperma ya no es muy efectivo. De todas formas, Najin, de 25 años, no puede ser montada, ya que sus patas traseras son demasiado débiles. Y fracasaron todos los intentos de fecundar a Fatu, la cría de Najin, de 14 años.

En San Diego, Nola ya no es fecunda. Y en Dvur Kralove, Nabire, de 31 años, tiene quistes ováricos.

Los tres rinocerontes blancos de Ol Pejeta llegaron en 2009. El zoológico checo pensaba que, al acercar a los animales a su hábitat natural, se reproducirían mejor. Pero no fue así.

«Hicimos cierto número de apareamientos y, en un momento dado, de verdad pensamos que Fatu estaba preñada», cuenta el doctor Peter Morkel, un veterinario experto en rinocerontes que trabaja para el grupo de defensa de los animales Back to Africa.

«Creo que estuvimos muy cerca».

Fatu, la más joven de los rinocerontes blancos del norte, será seguramente la última representante de su raza.

«Hay posibilidades de que asistamos a la desaparición de una especie. Esa es la realidad, morirán aquí», resume Richard Vigne, director general de la reserva keniana, quien lamenta las décadas de pasividad ante el desastre.

«Es un símbolo de lo que los humanos le hacen al planeta, no sólo concierne a los rinocerontes. Esto pasa con todo tipos de animales, grandes y pequeños, en todo el planeta».

En todas partes, el hombre amenaza a los rinocerontes, víctimas de la caza furtiva. El cuerno del animal se vende por más de 55 mil euros (62 mil dólares) el kilo en Asia, sobre todo en China y en Vietnam, donde se cree que tiene propiedades medicinales. En realidad, sólo tiene keratina, la misma sustancia que compone nuestras uñas.

«El hombre es totalmente responsable de su extinción», explica Vigne.

Los rinocerontes llevan unos 26 millones de años en el planeta. Hasta mediados del siglo 19, había cerca de un millón en África. Hace una década, el rinoceronte blanco del norte ya sólo existía en cautiverio y pronto seguirá la senda del rinoceronte negro occidental, desaparecido en 2011.

Algunos se preguntan por qué resucitar a la especie en el futuro, si no podrá vivir en la naturaleza.

«Si sólo deben ser especímenes de museo en los zoológicos, entonces más vale dejarlos desaparecer», considera Rob Brett, director regional de la ONG Africa at Fauna and Flora International.

Aunque todo parece demostrar lo contrario, Mohamed Doyo, guardabosque que se encarga de Sudan, Najin y Fatu, quiere seguir pensando que lograrán reproducirse de forma natural. Cuando habla, los rinocerontes lo escuchan. Dan un paso hacia atrás ante visitantes poco a gusto con la cercanía de animales tan voluminosos. Luego van a descansar, o se dirigen, pesados, hacia su comida.

«Perder a un animal será como perder a un hijo», dice, muy cerca de Fatu, que da buena cuenta de los cuatro kilos de zanahorias y plátanos que le acaba de lanzar.

Aquí también hay que disuadir a los cazadores furtivos. Así que por la noche, guardias armados vigilan y, para evitar la codicia, se les han cortado los cuernos a los rinocerontes.

Fuente: Reforma

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