Como sabemos, todo está vinculado. Entonces, ¿qué sucede cuando la mariposa en Brasil, cuyo revoloteo de alas crea energía eólica en Texas, se extingue debido a la contaminación o la deforestación? En algún lugar del planeta, el viento amaina, la energía falla y las luces se apagan.
El Museo Nacional de Diseño Cooper-Hewitt de Nueva York dice que hay maneras de evitar dichas catástrofes, y ofrece docenas de posibilidades en la edición actual de su Trienal Nacional de Diseño, llamada «Why Design Now?» (¿Por Qué Diseñar Hoy?)
La exhibición, la cuarta desde que se inició la trienal, en el 2000, es la más grande a la fecha y la más internacional en su alcance. También es la versión con más conciencia ecológica hasta ahora.
Con este fin, la muestra no vacila en desairar la forma atractiva en favor de la función loable.
Y algunas de las funciones son bastante esotéricas. Ahí tiene, por ejemplo, una armadura diseñada para utilizarse cuando se barren las minas terrestres; una trilladora accionada a mano y hecha con una rueda de bicicleta, actualmente bajo prueba en Mali; y un foco LED alimentado por tierra.
El punto, de principio a fin, es que el diseño, independientemente de su forma, debe brindar el máximo bien social al mayor número de personas.
En la sección de energía, las linternas de carga solar creadas por diseñadores alemanes y ceilandeses para una compañía eléctrica laosiana ya se utilizan en Afganistán y Uganda.
En contraste, el foco alimentado por tierra sigue en la etapa de prototipo. Y un experimento sumamente ambicioso de un estilo de vida con energía alternativa, llamado el Desarrollo Masdar, aún está en etapa de excavación y sólo existe en una simulación computacional. Si todo sale según lo planeado, con el tiempo será una ciudad de 40 mil habitantes en Abu Dhabi, y la primera metrópoli libre de autos en el mundo.
Una sección de la exposición está dedicada al transporte, notorio devorador de energía y productor de contaminación. Entre varias soluciones propuestas para reducir sus efectos negativos figura un vehículo que se enchufa llamado el MIT CityCar, diseñado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y destinado a uso urbano de corto plazo. Este vehículo achaparrado biplaza se podría rentar por hora al deslizar una tarjeta de crédito.
Aún más amigable con la ecología, sin embargo, es el triciclo de carga a la antigüita, que podría encontrar un nuevo uso en India.
Hecho de bambú y ratán, el vehículo a pedales fue ideado para facilitar y ampliar la movilidad de las mujeres, al brindarles un medio de transporte eficiente para llevar a los niños a la escuela y con el médico, así como artesanías al mercado.
Lo que podría llamarse la parte más básica de la muestra, la sección de materiales, tiene un bajo impacto visual, pero ofrece una alta dosis de curiosidad e ingenio, y se distingue porque nada es lo que parece ser.
La «piedra» es, de hecho, vidrio reciclado; el «plástico» está hecho de pasto procesado; y la «madera» está parcialmente compuesta de estropajo, un vegetal parecido al pepino.
De manera semejante, las verdaderas funciones de muchos diseños están ocultas a simple vista.
Un mueble llamado la Cabbage Chair (Silla de Col) luce elegantemente cara, pero es estrictamente tipo hágalo usted mismo: tome un rollo vertical de papel formado por capas fuertemente apretadas y doble las hojas hacia afuera hasta formar el asiento que quiera.
Finalmente, tres elegantes vasos suecos, que se abultan ligeramente hacia afuera, fueron ideados con una función específica en mente.
El abultamiento tiene la intención de servir como un asidero estabilizador para que los vasos puedan ser cómodamente sostenidos por personas con desórdenes neurales o musculares que producen entumecimiento o temblor.
Una ciudad sin autos; arquitectura que crea (o contribuye a) la paz; un foco amigable con la Tierra que da luz durante años. Dichos conceptos ya están produciendo vientos de cambio que podrían, si sólo la ciencia y el diseño pueden evitar la autocomplacencia, desarrollar una fuerza transformadora en las décadas venideras.
Reforma – The New York Times, p. 5