Por: Emilio Guerra Díaz
Un gran defecto que comparten tanto fundaciones como organizaciones de la sociedad civil en la evaluación de actividades y proyectos de inversión social es asociar la cantidad y la calidad como elementos definitorios. Desde ahí el factor “cobertura” parece ser un gran indicador. Como consecuencia de este enfoque deviene otro… Hablar del “mejor programa, proyecto, servicio” o bien de la “mejor fundación” o del “más destacado programa de Responsabilidad Social Corporativa”.
Esos parámetros además de obsoletos resultan poco significativos para comprender al sector social. Éste requiere de diversas metodologías, recursos y experiencias. Mientras más talentos confluyan más enriquecedor es el trabajo en sociedad civil. Para subrayar estos argumentos baste señalar un ejemplo.
Una organización que ha operado un comedor comunitario puede calificar su trabajo como “exitoso” si tiene el parámetro de la calidad: “hemos servido mejores alimentos, con una dieta balanceada y cuidada por nutriólogos especializados”. O bien por el otro criterio, el numérico de cantidad: “logramos replicar el comedor y hoy tenemos 2 más. Con ello ampliamos la cobertura un 400%”.
Desde luego se registran avances pero la evaluación enfocada a la sostenibilidad hablaría de otros criterios que podrían ubicar al comedor como un medio y no una finalidad. Así se tomarían en cuenta otros elementos:
Financiamiento, quién pone los recursos. Desde luego no existe el “almuerzo gratis”, pues alguien lo paga ya sea antes, durante o después de la elaboración y del consumo de los alimentos del comedor comunitario. Si no lo paga el consumidor, lo paga un donante, o también se puede presentar el caso de un esquema mixto. Un programa buscará consolidar sus fuentes de ingreso para continuar la labor y no depender de un solo financiador.
Apropiación del modelo. No se trata de que la población beneficiada asuma un papel pasivo e incluso se vuelva demandante del servicio. No se busca que el comedor se vuelva un restaurante al servicio caprichoso de la comunidad, sino más bien, que ella atesore y valore lo que la organización hizo por la comunidad y se generen nuevas acciones porque el comedor “es nuestro” y conviene a muchos que siga operando.
Nuevos actores. El comedor que al principio fue la respuesta a la ausencia de alimentos y la satisfacción de un necesidad, puede detonar nuevos actores sociales, nuevas actividades y nuevos liderazgos. Si antes era un espacio para comer, se vuelve un espacio de educación cívica, de enseñanza y aprendizaje de nuevos oficios y detonar cadenas vinculatorias de actividades asociadas como por ejemplo, huertos de cultivo de traspatio, flores de ornamento, composta, etc. Quienes asisten al comedor pueden asumir un papel activo a favor de la comunidad.
Formación. Todo proyecto de inversión social tiene la potencia de crecer a sus beneficiarios y a los equipos profesionales involucrados. Todas las personas se forman directamente en el tema central y en otros tantos que giran alrededor de él. Así, en el ejemplo del comedor comunitario, se aprenden las propiedades de los alimentos, pero también en los derechos de las personas y deberes respecto al consumo responsable.
Adquisición de conocimientos y nuevos hábitos. No solo reciben el alimento, sino aprenden las propiedades alimenticias de cada fruta, legumbre, etc. aprenden a cocinar y se forman en la participación colaboracionista. También adquieren habilidades en planeación, suministros, almacén, rotación de inventarios, micro finanzas, etc. En el comedor objeto de esta reflexión también se enseñan hábitos de cuidado a la salud.
Trabajo comunitario y voluntariado. Como forma de agradecimiento por el servicio subsidiado que recibe cada persona, en la comunidad puede florecer una contribución colaboracionista a partir del trabajo comunitario, es decir, no todos pueden pagar el precio de la comida, pero entonces pueden ayudar con horas de trabajo para las labores de limpieza, mantenimiento y actividad cotidiana para mantener el funcionamiento del comedor al 100%. “Junto con pegado” deviene el deseo de prestar servicio voluntario porque se ve que sirve para ayudar a otros.
Impactos del programa. Tanto los efectos como los impactos no se miden al cabo de un año de operación, sino que van más allá en el tiempo. Así es posible medir peso y talla de niños que al cabo de varios meses han alcanzado medidas ideales. Los niños no faltan a la escuela y asisten a ella con el estómago lleno y mejoran sus calificaciones; las madres de familia cuentan con un lugar confiable para la alimentación de los infantes; se ha reducido drásticamente las enfermedades infecto-contagiosas, se han aprendido hábitos de limpieza bucal, etc.
Efectos del programa. Estos se “notan” al cabo de varios meses de operación de la actividad, en este caso el comedor comunitario. Hay mayor tranquilidad y serenidad en la población porque saben que organizados suministran para si los alimentos que requieren. A diferencia del ayer, hoy las mujeres comparten un espacio como el comedor y le dan más usos a las instalaciones. Se organizan mejor y tienen huertos colectivos. Han aperturado una caja de ahorro, una cooperativa para producir y confeccionar prendas de vestir, etc. Los hijos adolescentes desean estudiar carreras técnicas vinculadas a la alimentación o ir a las universidades para aprender proyectos de arquitectura, ingeniería, biología, etc. para mejorar a su comunidad.
En suma ni cantidad ni calidad aisladas son los únicos elementos para evaluar un programa de inversión social. Poco a poco las fundaciones ponen mayor interés a indicadores como los que hemos expuesto en este ejemplo, donde se destaca que hay algunos numéricos y otros de percepción o grados. Por ello es recomendable que una de las motivaciones de cualquier proyecto social es lograr que éste sea sostenible., no que sea el mejor o el más…
Desde el Consejo Directivo
El Presidente del Directorio comentó que la Fundación Alfredo Harp Helú anunció que para el 2015 hará una generosa aportación para programas sociales por 210 millones de pesos. Don Alfredo, es sin duda un filántropo ejemplar y quizá sea uno de los más generosos que hacen donaciones de su bolsillo, no de sus empresas. Gran parte de la inversión social se destinará a su natal Oaxaca.
La Secretaría del Consejo Directivo señaló que la empresa Apple logró juntar 20 millones de dólares en una sola Jornada. Recordarán, dijo a sus colegas, que para apoyar el 1º de diciembre, Día Internacional de la Lucha Contra el VIH-SIDA, había señalado que destinaría un porcentaje de las ventas de sus teléfonos en la campaña Red. Pues los recursos los destinará para continuar el combate a esa pandemia.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.
Muy importante este balance entre calidad y cantidad; los financiadores tienen que lograr acuñar en su terminología la «rentabilidad social»