Por: Antonio Vives
En semanas recientes han ocurrido un par de eventos que pueden tener un gran impacto sobre las calificaciones (ratings, en inglés) de responsabilidad, sostenibilidad o ASG de las empresas (Environmental, Social and Governance, ESG, en inglés, término usado en los entornos de inversiones bursátiles). El primero es el anuncio de una iniciativa para armonizar las calificaciones o ratings y el otro es la conclusión de un extenso estudio sobre las instituciones calificadoras y sus metodologías. En este artículo analizamos la importancia de estos dos eventos (usaré la palabra calificación, en español, en lugar de ratings, en inglés). Pido al lector paciencia, ya que el artículo es largo.
Antes de entrar en el análisis es conveniente hacer algunas aclaraciones para ponerlo en contexto. Algunos usan el término de calificaciones como sinónimo de índices y no lo son. Las calificaciones suelen referirse a la asignación de una calificación a la calidad de las prácticas responsables de una empresa. En virtud de la multitud de posibles prácticas, se suelen seleccionar las que la calificadora considere más relevantes (laborales, ambientales, de gobernanza, derechos humanos, comunidad, etc..) y asignarles algún tipo de valoración o puntuación, para luego hacer una agregación para obtener la calificación global. Esta agregación puede ser a través de un promedio ponderado, donde los pesos pueden ser determinados estadísticamente, o bien subjetivamente. También puede ser un promedio simple cuando no se quiere entrar a opinar sobre importancia relativa de las diferentes prácticas. Este último caso es el más común.
Estas calificaciones de cada empresa suelen usarse para seleccionar empresa para su inclusión en índices de los precios de las acciones de las empresas seleccionadas. Los índices pueden usar diferentes métodos para la ponderación de los precios (valor de mercado, promedio simple, o cualquier otro). El proceso de selección de empresas para inclusión en el índice puede basarse en la selección de las mejores en general (FTSE4Good), de las mejores de cada sector (Dow Jones Sustainability Index) o en cualquier otro método (BF&MBovespa ISE). En general, estos índices son construidos para ser usados como comparadores (benchmarks) del rendimiento bursátil del conjunto de empresas responsables, con el rendimiento de las carteras de los inversionistas responsables. También pueden usarse para construir una cartera o un fondo de inversiones responsables.
Cuando se usan con estos fines, los índices tratan de incluir empresas de tal manera que tengan representatividad (ya sea del universo de acciones cotizadas en un país, en el mundo, en sectores o aún por práctica responsable, como por ejemplo cambio climático)[1]. Obviamente que las calificaciones individuales también pueden usarse para construir un índice a la medida o bien solamente para determinar que empresas son consideradas dignas de pertenecer a los índices reputados.
La calificación de sostenibilidad se refiere a un agregado de la valoración de las prácticas responsables de una empresa (pero esto no debe llamarse índice de calificación). Los índices son agregados de los precios de las acciones calificadas como dignas de entrar en el índice. En este artículo solo nos referiremos las calificaciones individuales.
Y aquí vale un ejemplo para diferenciar las calificaciones de los índices de sostenibilidad y para mostrar su valor, independientemente de los índices. Cuando el problema del derrame de crudo por BP en el Golfo de México se criticó a los índices por tener a la empresa entre sus componentes. Los índices, como mencionamos en el capítulo citado en la anterior nota al pié, tienen criterios propios y no suelen divulgar las calificaciones individuales. Las calificadoras sí lo hacen y muchas de ellas por ejemplo MSCI y KLD), ya habían calificado mal a la empresa.[2]
El caso es muy diferente a las calificadoras de crédito, famosas por no calificar bien los productos estructurados antes de la crisis y por contribuir a la crisis ahora en Europa. Aun cuando hay muchas calificadoras de riesgo, hay solo tres reconocidas, las que son aprobadas por la Comisión de Valores y Bolsas en EE.UU., Moody´s Standard and Poor y Fitch. Califican el riesgo de la deuda de gobiernos, instrumentos financieros, empresas y proyectos. La principal diferencia estriba en que las calificadoras de riesgo pretenden responder una pregunta muy concreta “¿Cuál es la probabilidad (ex ante) de que no se pague la deuda?”. Las calificaciones son el resultado de un análisis cuantitativo, prospectivo, de las variables financieras del ente y de las condiciones económicas del entorno. Aun cuando uno puede discrepar con sus calificaciones, se ha demostrado que hay una estrecha correlación entre estas calificaciones (en ante) y la frecuencia (ex post) de no pago. Las calificaciones de sostenibilidad están basadas en información del pasado sobre las prácticas responsables, aunque pueden contener información sobre las políticas, estrategias y arreglos institucionales para la implementación de las prácticas. Su valoración y agregación tiene elevados componentes de subjetividad. En ambos casos, las metodologías son de desarrollo propio y suelen ser confidenciales.
Los dos eventos que mencionamos al principio tratan de corregir algunos de estos problemas y de mejorar el proceso de calificación de sostenibilidad y su transparencia.
El primero de los dos eventos fue el anuncio de la creación de la Global Initiative for Sustainability Ratings (GISR) por parte de dos instituciones sin fines de lucro, Tellus Institute and Ceres (9 de junio en Washington). El propósito del GISR, es “crear y promover la amplia adopción de un único estándar para el rating de la sostenibilidad de las empresas.” GISR operará bajo un esquema independiente, sin fines de lucro, lo cual le dará más credibilidad, a diferencia de las calificadoras de riesgo, que son comerciales y muchas veces con conflicto de intereses con los calificados.
El parecido del nombre con el Global Reporting Initiative, GRI, no es coincidencia. Los promotores son los mismos que crearon el GRI y obviamente tienen objetivos semejantes, la armonización y transparencia de la información sobre sostenibilidad. Allen White, que es Vicepresidente de Tellus, fue el fundador del GRI y su Director por los primeros tres años. Ceres fue el creador del GRI, al independizar lo que había comenzado como una de sus divisiones. Con el GRI trataron de instaurar un sistema de reporte con indicadores más o menos estándar y con el GISR tratan de estandarizar el sistema de calificación, identificando los indicadores y proponiendo esquemas de valoración y agregación.
Como el GRI, la idea es muy buena y digna de apoyo. El GRI se ha convertido en un estándar ampliamente reconocido y ha mejorado la comparabilidad de la información, aunque solo sea para un conjunto de empresas. Donde ha fallado es en fomentar el uso de la información y de las comparaciones entre empresas. El reportar de acuerdo la GRI se ha convertido en un fin, no en medio como debería ser. Es muy posible que el GISR no logre la estandarización de las calificaciones, pero, igual que el GRI, hará una importante contribución a la claridad en las calificaciones.
Es oportuno recordar que existen muchos esquemas de calificación y es poco probable que éste los desplace. Es muy posible que se llegue a convertir en una referencia para muchos propósitos, pero todavía faltan por definir muchos detalles antes de poder determinar su posición en el mercado. Por ejemplo, cómo evitar conflictos de intereses (entre consultoría y calificación), quién pagará por los ratings, confidencialidad de la información parcial sobre prácticas responsables, la importancia relativa de los diferentes componentes, entre otros.
De hecho cabe preguntarse si con las diferentes prioridades que cada usuario le otorga a las prácticas responsables, la subjetividad de la información y la importancia estratégica diferente para cada empresa, es posible estandarizar una calificación. ¿Qué pregunta tratarán de responder los ratings de sostenibilidad? Creo que hay muchas preguntas diferentes y de allí que habrá muchas maneras de calificar. Quizás lo mejor que se puede esperar es que la iniciativa otorgue más claridad a lo que debería ser parte de una calificación, los criterios para calificar los componentes y los criterios para su agregación en una calificación. Dentro de este esquema general, alguien deberá hacer la calificación. No creo que sea el mimo GISR. Es poco probable que se pueda acordar una calificación que sea universalmente reconocida.
Debemos recordar que ya hay muchas empresas que se ganan la vida calificando empresas y es muy poco probable que se retiren del mercado, siempre habrá espacio para una más. Algunas convendrán en usar el esquema GISR y otras usarán su esquema propio.
El otro evento que ilustra muy bien esta problemática es el ejercicio de Rate de Raters (Calificar a las calificadoras), llevado a cabo por SustainAbility, con el que pretendía evaluar las metodologías de las calificadoras. El ejercicio, que comenzó a principios del 2010, ha entrado en su fase final, después de cuatro etapas sonde se estableció la metodología de análisis de las calificadoras y se hizo un inventario de ellas que arrojó un total de 108 en el mundo (supongo que incluyó las más conocidas y con sesgo anglo-sajón). En la tercera etapa se analizó la metodología de 21 calificadoras, que aceptaron participar.. En la cuarta etapa, que concluyó a principios de julio, se hacen sugerencias y predicciones sobre el futuro de la industria de las calificadoras de sostenibilidad. También lanzan un reto a las calificadoras que no fueron parte del ejercicio: responder 35 preguntas, entre ellas que divulguen sus metodologías, antes de enero del 2012. Obviamente que esto sería sumamente útil para la Iniciativa GISR y para poder separar la paja del trigo, estimular la consolidación y la compatibilidad.
Soy relativamente pesimista en cuanto al reto. Los que tienen metodologías relativamente pobres no querrán exponerse a divulgarlas y los que las tienen sólidas y confiables no querrán revelar información valiosa que les da ventaja competitiva. Ojalá me equivoque.
Si estos dos proyectos tienen éxito se habrá recorrido una gran parte del camino para mejorar la confiabilidad de las calificaciones y por ende la confianza del público en la información y en las prácticas responsables de las empresas.
[1] Para mayores detalles sobre los índices de sostenibilidad, ver el capítulo V.11 ¿Para qué sirven los índices de sostenibilidad? en mi libro Mirada Crítica a la Responsabilidad Social de la empresa en Iberoamérica, disponible en www.cumpetere.com).
[2] Ver The Sustainability Ratings Industrial Complex: Breaking the Hold.
Antonio Vives
Con un Ph.D. en Mercados Financieros de Carnegie Mellon University y con una trayectoria como profesor en 4 escuelas de negocios, Antonio Vives es actualmente catedrático y consultor en la Stanford University. Socio Principal de Cumpetere. Ex-Gerente de Desarrollo Sostenible del Banco Interamericano de Desarrollo. Creador de las Conferencias Interamericanas sobre RSE. Autor de numerosos articulos y libros sobre RSE y del blog Cumpetere en español.