Por Edgar López
El día de hoy se dio a conocer el más reciente Índice de Percepción de la Corrupción (CPI) 2024 de Transparency International que vuelve a dar un duro golpe para México: con 26 puntos sobre 100, el país ha alcanzado su peor nivel histórico, ubicándose entre las naciones con mayor percepción de corrupción en el mundo. Comparte posición con Irán y se encuentra por debajo de países como Brasil (34) y Cuba (41). Además, se mantiene lejos de economías con instituciones más sólidas como Chile (66) o Uruguay (73). Esta calificación deteriora la confianza en el país, incrementa la percepción de riesgo para la inversión extranjera y refuerza la narrativa de descrédito internacional.
Ante este panorama, el gobierno ha optado por una estrategia de narrativa en lugar de medidas estructurales. La respuesta oficial va desde la negación del problema hasta culpar a administraciones anteriores. Este discurso perpetúa un ciclo donde la corrupción no solo persiste, sino que se normaliza en la percepción pública y empresarial.
En la conferencia Mañanera del día de hoy, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo defendió la gestión gubernamental, asegurando que la percepción ciudadana es distinta a la reflejada en el índice y atribuyendo la recaudación fiscal y las obras estratégicas a la eliminación de privilegios y corrupción. Sin embargo, esta postura expone la brecha entre el discurso oficial y las mediciones internacionales, dejando claro que la reputación del país sigue siendo un reto pendiente.
Empresas al rescate: porque alguien tiene que hacerlo
Si el gobierno ha hecho de la narrativa su mejor herramienta, el sector privado tiene la oportunidad de equilibrar la percepción con hechos. Empresas con altos estándares de cumplimiento y con una gestión responsable pueden contribuir a mejorar la imagen de México, pero esto requiere un cambio de postura. Mantener un bajo perfil en temas de ética y responsabilidad social ha sido la norma, pero este enfoque ya no es sostenible en un contexto global donde la credibilidad es un activo estratégico.
Las empresas solo pueden operar con ética en un entorno que lo permite o lo exige. Es momento de que el sector privado deje de lado la discreción y eleve su perfil responsable. Comunicar prácticas empresariales éticas y de cumplimiento no solo fortalece la reputación corporativa, sino que envía un mensaje contundente: en México es posible hacer negocios de manera transparente.
Recientemente, la presidenta Sheinbaum ha tenido que estrechar la colaboración con el sector privado ante las presiones comerciales y de seguridad fronteriza derivadas del regreso de Donald Trump al poder en Estados Unidos. En este contexto, las empresas juegan un papel clave en la estabilidad económica y diplomática de México. Es un momento inmejorable para que el sector privado tome un rol más visible en la construcción de una mejor percepción del país.
Si el gobierno no lo dice, las empresas sí
Durante años, ha existido una regla no escrita en el mundo corporativo: no parecer más responsable que el gobierno para evitar fricciones. El gobierno ha reducido el rol de las empresas a tres funciones: pagar impuestos, invertir y generar empleo, mientras busca posicionarse como el principal benefactor del país. Muchas empresas han seguido ese guion, evitando destacar en temas de transparencia y responsabilidad social.
Las agencias de relaciones públicas también han sido parte del problema. En lugar de posicionar a las empresas como líderes en transparencia, muchas han reforzado la narrativa gubernamental, limitando la posibilidad de que el sector privado sea visto como un actor clave en la gobernanza del país. Esto ha perpetuado la idea de que el desarrollo solo puede provenir del Estado.
Pero este puede ser el momento de romper con esa inercia. Las empresas, junto con sus cámaras y asociaciones, pueden asumir un rol más visible en la construcción de una mejor percepción del país. No se trata solo de compromisos declarativos, sino de demostrar prácticas sólidas que refuercen su credibilidad y liderazgo en responsabilidad social. Si el gobierno no ha podido cambiar la percepción de México en materia de transparencia, el sector privado puede hacerlo sin necesidad de confrontaciones políticas.
El que calla otorga…
Las cámaras empresariales, asociaciones y grandes corporaciones tienen el alcance y la legitimidad para impulsar este cambio sin depender del gobierno. Un discurso empresarial claro y acciones concretas en favor de la integridad y la transparencia pueden fortalecer la reputación de México sin entrar en conflictos políticos.
Las empresas responsables pueden hacer que el país sea percibido como más responsable. Y cuando la percepción cambia, se generan oportunidades reales para todos.
El gobierno ha fracasado en mejorar la reputación del país. Las empresas pueden elegir entre ser arrastradas por esa imagen o liderar un cambio real.
Y es que como dicen por ahí: el que calla, otorga… y el sector privado ya ha callado demasiado. Es hora de hablar con hechos y, entre todos, sacar a ese buey de la barranca.

Edgar López Pimentel, es actualmente Director en Expok, ejerciendo su liderazgo día a día con pasión por la responsabilidad social y el desarrollo sustentable. Su labor ha contribuido significativamente al posicionamiento de empresas líderes en materia de responsabilidad social.
Su formación académica, enriquecida por programas de Alta Dirección de Empresas en el IPADE e IE Business School, así como una maestría en Responsabilidad Social Empresarial en la Universidad Anáhuac Norte, respaldan su liderazgo.