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Cambio climático, el reto de América Latina: WWF México

El cambio climático, más que sólo una preocupación ambiental, debe abordarse considerando sus implicaciones para el desarrollo. La salud, la seguridad alimentaria y el acceso al agua dulce de centenares de millones de los más pobres están en riesgo. Los impactos del cambio climático en los ecosistemas y la biodiversidad podrían ser irreversibles.

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático pronosticó que el calentamiento promedio anual esperado en América Latina y el Caribe (ALC) será más alto que el promedio mundial. Las alteraciones en los patrones de precipitación y temperaturas extremas son cada vez más comunes en la región y, a medida que las concentraciones de los gases de efecto invernadero (GEI) aumenten, empeorará. Los impactos del cambio climático en las naciones que dependen de los recursos naturales y la agricultura son preocupantes.

ALC produce 12% de las emisiones globales de GEI y, en relación con su población y su PIB, está por debajo del promedio mundial. El camino histórico que ALC ha seguido hacia un crecimiento bajo en carbono puede sentar las bases para soluciones climáticas, pero si se considera la demanda energética futura y el potencial del cambio de uso de suelo, las emisiones aumentarán. Sobresalen los temas:
Energía. Las emisiones generadas en la producción de energía por unidad de PIB son de las más bajas a nivel mundial, con muchos países dependientes de fuentes de energía renovables

Bosques El Amazonas, la zona boscosa más extensa del mundo y que contiene un 10% de las reservas de carbono globales
Seis países son responsables de 85% de las emisiones totales (Brasil y México generan 60% de las emisiones; Argentina, Colombia, Perú y Venezuela 25%), por lo que esfuerzos concretos en ellos tendrían impactos importantes

Los políticos y empresarios de la región están interesados en trazar caminos innovadores y avanzar hacia un desarrollo económico de bajos niveles de carbono

La transformación no puede lograrse sólo a través de programas de reducción de emisiones. Es esencial un enfoque de desarrollo con bajas emisiones de carbono, que combine reducción de emisiones y estrategias de adaptación al cambio climático. El desafío debe traducirse en oportunidades competitivas para los países, gobiernos y empresas. Los marcos legislativos y normativos deben mover los mercados hacia oportunidades de bajo carbono. Así, las prioridades para la región deberían ser:

Evolucionar hacia economías con bajos niveles de carbono. Las innovaciones tecnológicas, el transporte limpio y las industrias con energías renovables reducirán los costos y catalizarán mayores inversiones en fuentes alternativas de energía (hidráulica, solar, eólica), además de reducir la dependencia del petróleo y combustibles fósiles.

Reducción de emisiones por deforestación y degradación evitada. Los bosques mantienen las reservas de carbono, evitan la erosión, regulan el sistema hidrológico y albergan gran biodiversidad.

Adaptación de los ecosistemas: equilibrar conflictos de uso del suelo. El agrícola es el sector más propenso a sufrir afectaciones profundas e inmediatas (temperatura, lluvias). El fortalecimiento de las instituciones y la gobernanza efectiva son clave para manejar el uso de suelo y la distribución de beneficios (como el pago por servicios ambientales) que motiven decisiones y comportamientos adecuados. La buena adaptación surgirá de las buenas políticas de desarrollo, de la buena planificación del uso del suelo y del buen manejo de la agricultura, las cuencas hidrográficas y las zonas costeras.

El Acuerdo de Copenhague de 2009 no respondió a la magnitud del reto. Sin embargo, formuló nuevas acciones e instrumentos importantes: un fondo de adaptación y mitigación para los países en desarrollo, un órgano sobre financiamiento y el combate a la deforestación que si se traducen en acciones concretas avanzarán la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (CMNUCC).
La celebración de la 16 ª Conferencia de las Partes de la CMNUCC en México en noviembre ofrece una oportunidad única para ALC de enfocar el debate en avanzar los temas de su preocupación: la adaptación, el financiamiento y un mecanismo de REDD que considere protección de la biodiversidad y los derechos de las comunidades y pueblos indígenas.

México, como economía emergente y actuando como puente entre países desarrollados y en desarrollo puede jugar un papel de liderazgo para abordar los desafíos del cambio climático. Es una de las pocas naciones que ha generado cuatro comunicaciones nacionales bajo la CMNUCC y un inventario de emisiones de GEI. Publicó su Programa Especial de Cambio Climático 2009-2012, con una visión a largo plazo para reducir el 50% de las emisiones del país para el año 2050 (con base en los niveles de 2000) y presentó una propuesta concreta —el «Fondo Verde»— para apoyar a los países en desarrollo.

América Latina y el mundo necesitan campeones del clima —del gobierno, sector privado, la sociedad civil— que trabajen en beneficio de todos. No hay tiempo que perder. Debemos aprender de lo que no se logró en Copenhague y trabajar arduamente para alcanzar los compromisos y acciones que las sociedades de todo el mundo esperan de la Conferencia de las Partes en México

Omar Vidal es Director General del World Wildlife Fund- Mexico. Colaboraron en este texto Jorge Rickards, director de Conservación de WWF-Mexico y Mary Lou Higgins, directora de WWF-Colombia

El Universal, Opinión, pág. A16
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