Los efectos del cambio climático actual ya son evidentes en México y somos altamente vulnerable a los que están por venir. No obstante, tanto la política pública como la agenda empresarial están obstinadamente enfocadas en reducir emisiones de efecto invernadero, en vez de reducir nuestra vulnerabilidad. Durante la administración del Presidente Calderón, México fue altamente visible dentro de la agenda global en acción climático y su liderazgo fue altamente aplaudido. De igual forma, la actual administración parece que dará continuidad a este enfoque. Sin embargo, dada la realidad de México, veremos que este liderazgo está totalmente desalineado de las necesidades más apremiantes del país.
México apenas genera 1.3% aproximadamente, de las emisiones globales de GEI. Es decir, si para mañana México se volviera carbono neutral, no impactaría en absoluto al progreso del cambio climático. Por otro lado, la vulnerabilidad del país es una de las mayores en el mundo. El estrés hídrico caracteriza a dos terceras partes del territorio nacional – incluyendo a la Ciudad de México y a la mayoría de los centros industriales del país – mientras que las inundaciones y el efecto de tormentas y huracanes afecta al tercio restante. Se estima que 68% de la población de México y 71% del PIB son altamente vulnerables al cambio climático. Esto significa que México está invirtiendo tanto sus recursos como su capital diplomático y político en el desarrollo de política pública y programas que no impactarán en los riesgos que el país, su industria y su población (particularmente sus 80 millones de pobres) enfrentarán.
La principal prioridades del país es la gestión del agua. La crisis hidrológica es sin lugar a dudas la mayor amenaza para el desarrollo económico del país. Luego está el manejo de ecosistemas y la conservación de suelos; acciones ligadas a temas de seguridad alimenticia y pérdida de servicios ambientales cruciales para otras industrias estratégicas. En tercer lugar esta la gestión de residuos sólidos, particularmente por la severa contaminación de zonas urbanas que, actualmente, concentran a casi 80% de la población.
Ajenas a estas prioridades, el enfoque de las acciones climáticas de México está fijado en reducción de emisiones, eficiencia energética y energías renovables. Acciones con casi nulo efecto sobre la vulnerabilidad del país y con más sentido de negocio que sustentable.
Lo mismo sucede con la política forestal. Esta se enfoca en reforestación , en vez de enfocarse en ordenamiento territorial, gestión forestal y agricultura sustentable. Estas acciones están orientadas hacia el desarrollo económico sustentable del país. Sin embargo, la política da más valor al carbono capturado por lo árboles que a los incosteables servicios ambientales provistos por un ecosistema forestal funcional.
Adaptación vs. Mitigación. Haciendo lo mismo pero cambiando prioridades (y discursos).
En esta sección veremos como, en función de las características ecológicas e industriales de México, no debería haber distinción alguna entre adaptación y mitigación al cambio climático. Por ejemplo, de acuerdo con el estudio de McKinsey sobre costo de abatimiento de GEI, cerca de la mitad de las reducciones potenciales en emisiones para México para el año 2020, vienen del manejo de ecosistemas, la agricultura sustentable, la gestión de residuos sólidos o el tratamiento de aguas residuales.
Vistas desde una perspectiva de mitigación, el costo del 80% de esas acciones es tan alto y su retorno de inversión tan bajo que resultan inviables. Sin embargo, desde una perspectiva de adaptación, esas mismas acciones incrementarían significativamente la resistencia de la economía mexicana ante el cambio climático previsible, a través del manejo de suelos, la reducción de la vulnerabilidad de las ciudades y atenderían los riesgos de varios sectores industriales (agricultura, turismo, energía, automotriz, textiles, etc.). En pocas palabras, un enfoque de adaptación al cambio climático genera argumentos económicos más fuertes para la mitigación, que la mitigación misma. Además, son un claro argumento para involucrar al sector privado en temas de acción climática.
Siguiendo esta lógica, modernizar los obsoletos sectores energético y de transporte, en línea con su sustentabilidad (Energía: desarrollar renovables, fomentar participación de pequeños productores y el autoabasto, redes inteligentes de transmisión; Transporte: detonar la movilidad urbana sustentable y masificar el transporte ferroviario) es estratégico para el desarrollo económico. Mucho más que reducir sus emisiones.
Prueba de lo anterior es la acelerada pérdida en la calidad de vida de las ciudades, producto del incremento de la motorización del transporte o los costos recortes en el abasto de gas natural para la industria. Por ende, trabajar en su sustentabilidad cambiarían esta realidad de manera inmediata, al tiempo que se estaría actuando sobre su contribución al cambio climático (70% de las emisiones de México).
Conclusiones ¿Por qué la industria?
Innegablemente, el estado generalizado de estrés (social, económico y ambiental) que vivimos, está provocado, fundamentalmente por el modelo socio-económico actual donde el gobierno ha jugado un rol principalmente facilitador. Sin embargo, no proponemos un cambio disruptivo que derrumbe y construya desde cero todas las estructuras de la economía; eso sería realmente catastrófico. Nuestra propuesta es que la industria y sus acciones representan la ruta más efectivamente para responder a los retos que enfrentamos. Por eso insisto en que la generación de política pública innovadora y útil para el desarrollo sustentable debe venir de la interacción entre la industria y la sociedad para después ser presentada al gobierno. En pocas palabras, necesitamos ser una sociedad real y efectivamente participativa.
México genera un creciente interés para la industria global. El posicionamiento estratégico del país con respecto al mercado estadounidense, la calidad de la mano de obra mexicana y el aún embrionario mercado nacional son argumentos suficientes para promover el potencial industrial que tenemos. No obstante, abordar el cambio climático de manera adecuada e impulsar el desarrollo sustentable, son acciones inevitables, para que el país capitalice su potencial económico, como base de un desarrollo social más incluyente. Un verdadero desarrollo económico, de largo plazo, debe estar basado en:
1. Una estrategia integral y sustantiva de uso y conservación de recursos hídricos, basada en inversión de la industria y respaldada por una adecuada política pública. La eficiencia no se ha implementado plenamente y ya ni siquiera es suficiente. Dada la crisis hidrológica que enfrentamos, el tratamiento y reciclaje de aguas residuales es inevitable.
2. Una industria más eficiente y baja en residuos, con una profunda revisión del ciclo de vida de cualquier producto. Prácticas como “lean manufacturing” deben aplicarse no sólo en cuanto al número de procesos en una línea de ensamblaje, sino también en el uso de materias primas.
3. La inclusión del funcionamiento de ecosistemas y la continuidad de servicios ambientales como elementos fundamentales de la gestión de cadenas de suministros. Particularmente en industrias intensivas en recursos naturales (ej: alimentos bebidas y agricultura, productos de consumo, extractivas, construcción y turismo).
4. Inversión en innovación social y tecnológica con una participación más energética del sector financiero en hacer más accesible la tecnología y promoviendo la producción y consumo sustentables
5. Planeación urbana orientada a la verticalización, densificación y movilidad sustentable
6. Una participación mucho más fuerte de todos los sectores de la industria en el fortalecimiento del tejido social.
Estas acciones están directamente relacionadas con la productividad y competitividad de las compañías mexicanas y son clave para un desarrollo limpio e incluyente. Esto es exactamente lo que socios comerciales como Europa y Estados Unidos esperan ver en México para convertirnos en un moderno y confiable proveedor del siglo 21. A través de este ensayo, se ha puesto en claro que el rol del sector privado es mucho más crucial que el del gobierno y que las empresas claramente deben hacerse notar. México puede ser la economía más vibrante de los siguientes 30 años pero sólo si el desarrollo sustentable se vuelve la principal característica de su industria.
Carlos Viesca
Biólogo Marino por la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS) y tiene una maestría en Uso y Conservación de Recursos Naturales del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (CIBNOR). Es Director de Sustentabilidad de Grupo DESUS y Director de DESUS Consultoría de negocios con enfoque en sustentabilidad y responsabilidad corporativa. Su trabajo se centra en ayudar a las empresas a desarrollar buenas prácticas corporativas que estén alineadas con las prioridades de negocio y los riesgos y oportunidades socio-ambientales que presentan. @CarlosViescaLob
Felicitaciones por tan buen documentado artículo