ARTÍCULO GANADOR DEL PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO 2012
Por Alfredo Narváez
Hace dos años publiqué en nexos1 un artículo sobre la evidencia histórica de que anteriores episodios de cambios climáticos extremos habían producido problemas de hambre y, por ende, de grave violencia en el país y en el mundo. Explicaba la manera en que el patrón parecía repetirse a partir del cambio climático actual y cómo su impacto golpea y golpearía aún más en la seguridad alimentaria mexicana. Posteriormente, un alto funcionario de la Semarnat me comentó que consultó al CISEN sobre el tema, pero que éste no consideraba mi previsión sobre el hambre como real, ya que la importación de alimentos podía sustituir cualquier caída en la producción nacional. Sin embargo, el panorama de los años recientes acerca de la creciente relación entre cambio climático e inseguridad alimentaria se ha disparado en la agenda nacional y mundial. México ya no puede confiar en los antiguos graneros del mundo para poder comer con certidumbre. El 2 de septiembre de 2011 el presidente Calderón comentó dos cosas importantes en su informe: México ha sido un actor destacado en la lucha contra el cambio climático, pero, como recordó, lo es especialmente en acciones de mitigación, como el programa de cambio de focos incandescentes o de viejos refrigeradores y el creciente uso de energías renovables. Estas medidas, según los expertos, son un claro indicador de que el gobierno mexicano ha hecho muy poco en el tema de adaptación al cambio climático.
Es interesante observar la fuerte inestabilidad climática del verano de 2010: una ola de calor produce devastadores incendios forestales y afecta a las cosechas en Rusia obligando al gobierno a cancelar las exportaciones de cereales (especialmente trigo) para poder atender al consumo nacional, ya que un tercio de la cosecha se pierde. El panorama general lo dio el periódico El País: “El objetivo del gobierno ruso es mantener controlado el precio de los alimentos2 ya que el daño en la agricultura es tan grande que no está asegurado el abastecimiento para todo el país”. Esto llevó a que el precio mundial del trigo subiera a niveles récord. En el mercado de Chicago el precio del trigo subió 80%. En Estados Unidos, el otro granero del mundo, el problema no fue menor. Si continúan las olas de calor, para 2050 el agua para este territorio será algo muy preciado, asegura un estudio del Natural Resources Defense Council (NRDC). Los problemas de abasto de agua afectarán la economía agrícola estadunidense, pero especialmente la del sur, desde California a Florida. Lo peor es que ya se siente el golpe: Texas ha sufrido en 2011 una de sus peores sequías en un siglo, misma que ha dado coletazos en casi la mitad del territorio mexicano. En Coahuila se quemaron miles de hectáreas de bosques, para mediados de junio había estados del norte y del centro donde no llovía desde hacía un año, la Conagua, por ejemplo, describía el 2011 como el año más seco en la historia de Sonora. La crisis fue tal que el presidente Calderón se vio obligado a reformar en enero de 2012 el reglamento del Fondo Nacional de Desastres, ya que no cubría pérdidas debidas a las sequías.
El caso mexicano que en la actualidad es difícil, será crítico en poco tiempo. Incluso, algunos altos niveles del poder global están poniendo el asunto bajo la lupa. Uno de ellos es el gobierno británico, que cuenta con el Royal Unit Services Institute (RUSI), un think tank dedicado a estudiar los problemas globales de seguridad nacional. La RUSI tiene un estudio en curso sobre la seguridad nacional de México en el contexto del cambio climático. En noviembre de 2009 sus autores presentaron un avance donde alertan que ya se experimenta un clima extremo y una creciente escasez de agua y suelo cultivable. A medida que el cambio climático se agudice, la escasez de alimentos y agua potable pondrán bajo gran presión los sistemas de estabilidad del gobierno y la sociedad. Vale comentar que antes de adelantar su informe a personas clave de la ciudad de México fue presentado a otras en Washington, DC. La premisa es lógica: Estados Unidos debe saber que si no actúa rápido para asistir en ayuda de su vecino, pronto podría tener un grave problema de seguridad nacional.
Hay temor generalizado al ver que los modelos han quedado cortos ante la velocidad del cambio. El 18 de agosto de 2011 la revista Science publicó un estudio de investigadores en el Reino Unido y en Taiwán, donde muestran cómo diversas especies de animales y plantas están migrando a altitudes y latitudes más altas (alejadas del ecuador) en respuesta al calentamiento del clima tres veces más rápido de lo previsto.
La crisis del cambio climático tiene una crisis gemela: la del fin del abasto barato de petróleo, mejor conocido como Peak Oil. Los depósitos más grandes se están agotando —como el de Cantarell en México— y cada vez es más caro extraer el crudo de mantos con mayores profundidades oceánicas. El Peak Oil se suma, según una nota publicada en El País, al cambio climático para mantener altos los precios de los alimentos: “A pesar del descenso en el precio de los cereales en 2009, el bajón no se ha transmitido a la cadena de producción de forma paralela, debido al impacto de otros factores que intervienen en la distribución, como el coste de los carburantes. Tampoco se ha notado en productos de primera necesidad para el consumo de manera acusada. El precio del litro de leche sigue rondando el euro, cerca del doble que en 2007. Algo parecido ocurre con el pan…”.3
Gwine Dyer4 ha escrito uno de los mejores textos sobre la prospectiva del cambio climático. En su primer escenario ve el mundo hacia el 2045. La crisis climática ha llegado a tener un gran efecto en la capacidad alimentaria de las naciones. Brasil y Argentina han logrado alimentarse a sí mismas, pero México ha sido expulsado del TLCAN, dejando a Estados Unidos y Canadá con la comida y el agua suficientes para “mantener al menos una sombra de su antiguo estilo de vida”. ¿Es esto posible? El escenario asume que para mediados de siglo la temperatura habrá subido dos o tres grados centígrados. Como ya se observa en 2011, en el mundo del siglo XXI la inestabilidad climática no será la excepción, sino la norma. La preocupación ya no será salvar a Venecia, trataremos de no morir de hambre o sed… o por una guerra iniciada por alguna nación que busca alimentos y agua potable. Será un mundo con nueve mil millones de personas (hoy somos siete mil millones) donde las importaciones de alimentos no serán posibles, a ningún precio.
La crisis climática está complicando todo a pasos agigantados, y las elites militares del mundo se muestran muy preocupadas. Dyer lo explica así: “la profesión militar, especialmente en los poderes largamente establecidos, es profundamente pesimista acerca de la probabilidad de que la gente y los países se comporten bien estando bajo presión. Los oficiales profesionales están entrenados para pensar en términos de amenazas emergentes, y ésta es una de las más grandes que se pueden encontrar…”. El gobierno británico (quizá el más consciente del problema junto con Alemania y los países nórdicos) está muy interesado en asistir a México en el tema; su primer paso fue la redacción del estudio RUSI y está planteando el financiamiento de la red nacional de investigación sobre cambio climático. Estas noticias dejan ver que consideran que el país tiene cierta capacidad para poder atacar a la crisis futura, si el establishment mexicano se da cuenta a tiempo, claro está. El problema es el gobierno mexicano, a pesar de que ha tomado el tema en serio de la puerta hacia afuera, como política interna lo relega de su agenda de seguridad nacional. ¿Cómo entender que ni la Sagarpa ni la Semarnat formen parte del Consejo de Seguridad Nacional? ¿Por qué la Ley de Seguridad Nacional no contempla como amenaza al cambio climático, ni la escasez de agua potable o de alimentos? La seguridad nacional en México no debe inclinar la balanza sólo hacia el narcotráfico, de ser así, problemas más estructurales como los ambientales no podrán ser comprendidos y atendidos con la prioridad política —y presupuestal— necesaria.
En México la escasez de alimentos puede ser más dramática si se suma la crisis climática Peak Oil. El declive de la producción petrolera ya se está viviendo y la mundial no está en mejores condiciones. Para los gabinetes, el tema del desabasto de petróleo es, ahora, un asunto de agenda, aunque sin decirlo a los cuatro vientos. The Guardian (22 de agosto de 2010) reveló que el gobierno británico está analizando el problema con gran urgencia, pero de forma confidencial. Gracias a una solicitud de transparencia hecha por el diario, se hizo público que hubo una reunión de alto nivel entre el Departamento de Energía y Cambio Climático (DECC), el Banco de Inglaterra y el Ministerio de Defensa para hablar del cambio climático y Peak Oil. Los detalles de las conversaciones, sin embargo, se mantuvieron bajo reserva. Pero en algunas acciones se ha hecho evidente la inquietud del establishment de la City, ante esta doble crisis climática y energética. Informa The Guardian que: “… expertos dicen que han recibido una carta de David Mackay, principal asesor científico del DECC, solicitando información y consejo acerca de Peak Oil debido a una creciente campaña de industriales como Sir Richard Branson para que el gobierno desarrolle planes de contingencia…”.
Petróleo más caro significa combustibles más caros, que irremediablemente llevará a una producción agrícola mucho más cara que la actual.
Jim Rogers, presidente de Roger Holdings, es uno de los principales y más exitosos financieros del mundo, y en una entrevista para el programa Hardtalk de la BBC (17 mayo de 2011) comentó sobre los límites del uso de los ecosistemas: “He viajado varias veces por todo el mundo. He visto cómo sociedades, ciudades, países completos han desaparecido cuando el agua ha escaseado… China tiene un horrible problema de [falta de] agua en el norte, India tiene uno peor… Los chinos están gastando cientos de billones tratando de solucionar su problema, y creo que lo lograrán. Tal vez si no lo logran, en 20, 30 o 40 años toda esa historia [de éxito] habrá terminado… ¿Dónde está la comida? Los inventarios están muy bajos. La Agencia Internacional de Energía afirma que la reservas mundiales conocidas de petróleo están declinando al promedio de un 6% anual… Así que ya no hay petróleo…”.
La mitigación es correcta, pero una estrategia de cambio climático sin un componente fuerte de adaptación es suicida. Y ambas acciones deben enmarcarse en una estrategia nacional de resiliencia, entendida ésta como la capacidad de un sistema para soportar choques que pueda alterarlo de forma significativa. El presidente Calderón habló en su mensaje del Quinto Informe de Gobierno acerca de la creciente exportación de alimentos; sin embargo, no dedicó ni una línea a la creciente importación de los mismos y tampoco mencionó que el censo del INEGI de 2010 reportó el estancamiento de la reducción en el crecimiento de población: alimentar a dos millones de nuevas bocas al año no es fácil.
En el caso de los granos el país importa entre 60% y 65%, y cada año se importa más. De acuerdo con el suplemento Mercados del periódico El Financiero (3 de marzo de 2011), las importaciones de cárnicos y lácteos también se incrementaron fuertemente, casi 20% en comparación con el año anterior.Esta importación cada día es más onerosa para el país, ya que los precios de los alimentos no han dejado de subir. En el pasado foro de economía social, el director general de FONAES, Ángel Sierra Ramírez, comentó que el principal problema del país es la falta de democracia económica. Si él es tan certero, ¿por qué permitir entonces con el TLCAN la importación indiscriminada de maíz, leche y otros alimentos sin ningún tipo de arancel? El maíz importado es mucho más barato porque está subsidiado por el Tesoro de Estados Unidos, pero el costo social de esa importación ha sido el abandono de las tierras por cultivos mucho más rentables, como la marihuana. No es de extrañar que la actual crisis de seguridad ocurra en plena era TLCAN. Los campesinos buscan cultivos rentables, y el maíz ya no lo es, gracias a la política de maíz subsidiado que ha propiciado cultivos ilícitos, y el costo social ha sido altísimo. El comercio es libre, pero no justo, y está destruyendo el mercado nacional. Desde 2006 Brasil tiene una ley de agricultura familiar que ha servido mucho para combatir el hambre: el 70% de los alimentos de la canasta básica son proporcionados por la agricultura familiar. La experiencia brasileña ha sido muy exitosa en el combate al hambre y al crecimiento de la autosuficiencia alimentaria.
Se espera que el Instituto Nacional de Ecología presente el plan nacional de adaptación al cambio climático en este 2012. El INE cuenta con expertos calificados, sin embargo, todo depende de la calidad de la información con la que realice su punto de partida. Una fuente de la Semarnat me comentó que los datos del PECC se fundamentaron en escenarios de calentamiento no tan “preocupantes”, para así cumplir mejor las metas-país ante Naciones Unidas. Esperemos que el plan de adaptación tenga escenarios con datos reales, ya que de lo contrario no sería útil, y esperemos se consulte a la sociedad civil y la academia en el acabado del mismo. El plan de adaptación será sólo una parte de una necesaria estrategia nacional de resiliencia ante el shock del cambio climático y de Peak Oil. Es urgente que la ley de seguridad nacional se modernice con el cambio de contexto de riesgos que vive el país y que el CISEN y los demás actores e instrumentos de política pública que trabajan riesgos puedan articular una estrategia nacional de resiliencia. La sequía de 2011 fue sólo un aviso, no hay duda de que eventos peores vienen en camino. La pregunta es cuándo. El futuro está llegando demasiado pronto, y el tiempo es el recurso menos renovable.
Fuente: Revista Nexos