El clima de hoy en día podría aumentar la temperatura media actual del planeta de 0.8°C por encima de los niveles de la era preindustrial a casi 4°C para 2100…
Los desastres naturales que se vivieron durante este año en el mundo han revitalizado la discusión y preocupación sobre el cambio climático y sus efectos. Este es uno de esos temas altamente complejos no sólo por su contenido técnico, sino por la enorme politización a que está sujeto.
Adicionalmente, el hecho de que sus efectos se producen de manera gradual y en un horizonte de muy largo plazo, es difícil lograr que todos lo internalicemos de la manera adecuada.
Estamos hablando del efecto que tienen sobre el medio ambiente la emisión de una serie de gases, producto de la actividad económica o de la propia naturaleza. Estos gases son diversos y se les conoce como gases de efecto invernadero. Los tres gases que se encuentran de manera más común en la naturaleza son el dióxido de carbono, gas natural liberado como producto de la combustión de combustibles fósiles; el metano, emitido en la minería de carbón, rellenos sanitarios, ganadería y en la extracción de gas y petróleo, y el óxido nitroso, el cual es emitido en la elaboración de fertilizantes y en la combustión de combustibles fósiles, principalmente por el transporte. El índice de poder de calentamiento global mide el impacto de la emisión de estos gases sobre la atmósfera. En el primero el valor es 1, el segundo es 21 y el tercero es 296, esto es, 296 más potente que el dióxido de carbono. Pero hay más gases que se producen en su mayoría por la industria química, y cuyo impacto es mucho mayor, como los perfluorocarbonados o el hexacloruro de azufre, con índices de 8 mil y 22 mil respectivamente.
El principal efecto producto de la emisión de estos gases de efecto invernadero es lo que se conoce como el calentamiento global. El Banco Mundial acaba de publicar un reporte sobre el tema: Turn Down the Heath: Why a 4°C Warmer World Must be Avoided (Por qué se debe evitar un aumento de 4°C de la temperatura mundial). Este informe advierte que avanzamos hacia un incremento de 4°C de la temperatura del planeta que provocará olas de calor extremo, disminución de las existencias de alimentos a nivel mundial, pérdida de ecosistemas y biodiversidad, y una elevación potencialmente mortal del nivel de los océanos. El impacto puede ser mayor para la población más pobre. Este informe dice que “el clima de hoy en día podría aumentar la temperatura media actual del planeta de 0.8°C por encima de los niveles de la era preindustrial a casi 4°C para 2100, incluso si los países cumplen sus actuales promesas de reducir las emisiones”. De acuerdo con el informe, el nivel de los océanos se ha estado elevando más rápidamente en las últimas dos décadas que antes, y este aumento se está observando en muchas regiones tropicales del mundo. Este fenómeno se debe en parte al derretimiento de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida. El rápido crecimiento de la zona de derretimiento observado desde la década de los setentas en la capa de hielo de Groenlandia es un claro ejemplo de su creciente vulnerabilidad. “Hay indicios de que la mayor extensión de hielo derretido de los últimos 225 años se ha producido en la última década”.
Es importante entender que en la medida que este calentamiento global siga aumentando, se corre el riesgo de provocar puntos de inflexión no lineales. Un ejemplo es esta desintegración de la capa de hielo en la Antártida occidental, que conlleva a una elevación más rápida del nivel de los océanos, o la muerte gradual en gran escala de los bosques en la Amazonia, que afecta drásticamente ecosistemas, ríos, agricultura, producción de energía y medios de subsistencia. Como puede verse, el panorama es bastante dramático. El problema es que es una foto para el futuro, cuando seguramente muchos de nosotros ya no estaremos, pero estarán nuestros hijos y nuestros nietos. En la medida que incorporemos el bienestar de ellos en nuestra función utilidad, queda claro que también es un problema serio para nosotros y que es nuestra obligación actuar a la brevedad y de manera decisiva.
El esfuerzo global más conocido sobre este tema es el Protocolo de Kioto, como parte de la Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992, aunque se han venido realizando diversas reuniones buscando alcanzar acuerdos más amplios. Este protocolo fue adoptado en 1997 y compromete a los países desarrollados y a los países en transición hacia una economía de mercado a alcanzar objetivos cuantificados de reducción de emisiones. Estos países se comprometieron a reducir la emisión de 6 gases de efecto invernadero hasta en 5.2% por debajo de los niveles de emisión de 1990 durante el periodo 2008-2012. Este proceso no es sencillo pues conlleva costos en términos de un menor PIB, por lo que se debe considerar un criterio costo-beneficio, el cual no es sencillo de estimar. Este elemento es el que ha provocado que no todos los países suscriban dicho acuerdo, de manera destacada Estados Unidos. Este mismo protocolo establece tres mecanismos para ayudar a estos países a alcanzar sus metas. Sin embargo, la crisis mundial ha provocado un freno relativo en estos esfuerzos. Por desgracia, las perspectivas para superar esta crisis, particularmente en los países desarrollados, no son favorables, por lo que los esfuerzos para el combate al cambio climático probablemente se verán afectados y su costo futuro será mayor. Estas no son buenas noticias.
Fuente: Vanguardia
Por Alejandro Villagómez